UZBEKISTÁN: Violencia quedó latente tras los disturbios

La violencia que dejó cerca de 500 muertos el fin de semana en la república centroasiática de Uzbekistán está bajo control, pero es probable que resurja, advirtieron observadores.

Los disturbios populares, reprimidos a sangre y fuego por el ejército, responden a problemas socioeconómicos profundamente arraigados, y el endurecimiento de la represión podría desatar una fuerte reacción de extremistas islámicos, dijeron.

”Uzbekistán tiene un pequeño movimiento islamista que está proscripto, al igual que todos los partidos de oposición”, dijo a IPS Margot Light, de la Escuela de Economía y Ciencia Política e Londres.

”Sin embargo, en este país existe una larga historia de represión política con el pretexto del peligro fundamentalista islámico”, advirtió.

Los enfrentamientos comenzaron el viernes en la ciudad oriental de Andizán, con la represión de protestas para exigir la anulación de un juicio contra empresarios islamistas y la renuncia del presidente Islam Karimov, que cuenta con el respaldo de Rusia y Estados Unidos.

Los choques con fuerzas militares dejaron una gran cantidad de víctimas civiles que fuentes independientes calcularon en 500. Karimov aseguró que sólo murieron 10 militares y ”muchos más” insurgentes.

El fin de semana, el foco de la crisis se trasladó a la localidad de Karasu, donde manifestantes tomaron control de las oficinas centrales del gobierno. Luego, fuerzas militares acordonaron el poblado.

El régimen de Karimov ”es muy capaz de aplastar los actuales disturbios, pero éstos no desaparecerán para siempre”, dijo Light.

”Los extremistas islámicos que debieron huir de Uzbekistán se refugiaron en Afganistán y lanzaron varios ataques a través de Tajikistán y Kirguizistán”, explicó la analista. Por lo tanto, los movimientos en territorio afgano podrían ser cruciales en el proceso.

”Se sostiene que ese movimiento islámico fue eliminado después de la guerra” lanzada por Estados Unidos contra el régimen radical islámico de Talibán a fines de 2001, ”pero las simpatías que cosecha no han desaparecido por completo”, advirtió.

La violencia resurge ”en cualquier país donde se proscriben partidos políticos”, y además en este contexto ”los extremistas pueden movilizar gente con facilidad”, señaló.

”Esto implica un grave peligro, porque quienes se oponen al régimen no tienen a quién acudir, salvo a movimientos extremistas”, agregó Light.

La académica consideró probable que Moscú continúe respaldando a Karimov, porque ”el fundamentalismo islámico preocupa mucho a Rusia y otras repúblicas centroasiáticas”. Pero en privado, ”es posible que (Rusia) exija una respuesta menos violenta” a los disturbios, especuló.

La violencia ya se ha propagado, y muchos temen que el proceso continúe.

”Esto podría empeorar antes que mejorar”, dijo a IPS Jennifer Moll, del Centro de Política Exterior, un centro de estudios británico afín al primer ministro Tony Blair. ”Hay malestar hace mucho tiempo por la pobreza, el desempleo y otros problemas sociales.”

El ingreso nacional por habitante de Uzbekistán es de 1.800 dólares anuales, pero las inequidades no cesan. La minoría de origen ruso, por ejemplo, goza de mayor prosperidad que el resto de la población.

Veintidós por ciento de la población urbana y 28,7 por ciento de la rural es pobre, según datos divulgados este lunes por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los más pobres son los musulmanes sunitas, que constituyen 88 por ciento de los 28 millones de habitantes.

Uzbekistán es rica en petróleo y algodón, pero los musulmanes han visto pocos beneficios de esa producción bajo el gobierno de Karimov, consagrado presidente el 24 de marzo de 1990, un año antes de la disolución de la Unión Soviética, de la que esta república formaba parte.

Los actuales disturbios se agravaron con la prisión de islámistas. ”Karimov atribuyó la revuelta a ellos”, dijo Moll. ”Pero la gente común está molesta por la pobreza y el desempleo. Fueron las dificultades las que empujaron a algunas personas al extremismo islámico.”

Karimov no tomó en cuenta tales frustraciones, agregó. ”Se aisló cada vez más”, y, como consecuencia, ”habrá, al menos, más disturbios y una mayor expresión de la ira” popular.

El vecino Kirguizistán se verá particularmente afectada, consideró Moll. El gobierno uzbeko carece de control en algunas franjas de su frontera, y miles de refugiados huyeron, al parecer, a territorio kirguizo.

La alarma está prendida en la mayoría de los países de Asia central, concluyó la experta.

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