La evolución de la lucha contra el paludismo en el mundo muestra signos alentadores a pesar del lastre de las décadas de 1980 y 1990, cuando la infección transmitida por los mosquitos aumentó en África.
El Informe sobre el Paludismo en el Mundo, preparado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), aseguró este martes que los esfuerzos de los últimos años han comenzado a dar frutos.
Por lo pronto, Asia y América Latina han registrado reducciones de la enfermedad de 20 por ciento en los últimos cinco años, dijo Allan Schapira, coordinador del equipo de políticas y estrategias de la iniciativa Hacer retroceder el paludismo, que se reconoce por las siglas en inglés RBM (Roll Back Malaria).
Pero el foco indomable de la enfermedad se mantiene en África. Sesenta por ciento de los casos mundiales y más de 80 por ciento de las muertes totales ocurren en la región subsahariana. Más de un millón de africanos mueren por año debido a la enfermedad, y la mayor parte son niñas y niños menores de cinco años, afirma el Informe.
La expansión del paludismo en África durante los decenios de 1980 y 1990 se relacionó con el aumento de la resistencia de los parásitos a las medicinas antipalúdicas y a los insecticidas y también con el decaimiento de la prestación de servicios médicos.
En total, cada año contraen el paludismo en el mundo entre 350 y 500 millones de personas. Más de 41 por ciento de la población mundial, unos 3.200 millones de personas distribuidas por 107 países, corre riesgo de contagio.
El paludismo es una enfermedad febril causada por parásitos y diseminada por varios tipos de mosquitos. Sus síntomas son fiebre alta, dolores de cabeza y corporales y decaimiento general. Aunque puede curarse, resulta mortal para quienes tienen bajas defensas, en especial los niños.
La iniciativa RBM, lanzada en 1998 por las principales instituciones internacionales involucradas en la lucha contra el paludismo, tiene por objetivo reducir a la mitad la carga de enfermedad y de fallecimientos causados por el mal en los países endémicos para 2010.
El abatimiento del paludismo es una de las Metas de Desarrollo del Milenio, adoptadas por la comunidad internacional en 2000 como una plataforma para reducir la pobreza y la desigualdad.
El objetivo octavo de esas Metas se propone haber detenido y comenzado a revertir la incidencia del paludismo y de otras enfermedades graves en 2015.
Además de la OMS y del Unicef, participan de la iniciativa RBM el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Mundial.
La lucha contra el paludismo demanda un aporte permanente y cuantioso de fondos. Se calcula que unos 3.200 millones de dólares son necesarios cada año para enfrentar la enfermedad en los 82 países que presentan una carga mayor de morbilidad.
Jon Liden, director de comunicaciones del Fondo Mundial contra el VIH/Sida, la Tuberculosis y el Paludismo, dijo a IPS que esa institución aportará 1.000 millones de dólares en los próximos dos años.
El Fondo destina 55 por ciento de sus aportes financieros a la lucha contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) y el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante de la enfermedad), 13 por ciento a la tuberculosis y un tercio a la acción contra el paludismo.
La enfermedad cuesta a África una caída de su producto interno bruto (PIB) de 12.000 millones de dólares anuales, y amplía la pobreza al reducir la productividad y la estabilidad social, dijo Liden.
El funcionario del Fondo se declaró esperanzado en una victoria sobre la enfermedad por la irrupción reciente de nuevas tecnologías.
La cloroquina, el antiguo fármaco antipalúdico más económico y utilizado, perdió eficacia clínica en casi todo el mundo por la fármaco-resistencia. En su reemplazo aparecieron las terapias combinadas con artemisinina, que tienen éxito y salvan muchas vidas, aunque exigen mayores gastos a los pacientes.
Otro recurso innovador en materia de prevención ha sido la expansión del uso de mosquiteros impregnados en insecticidas. La eficacia de esos químicos permite que sólo una cortina colgada en las aberturas de una habitación ahuyente todos los insectos vectores de la infección, dijo Liden.
El insecticida más eficaz y barato para combatir a los mosquitos continúa siendo el DDT (dicloro difenil tricloroetano), incluido en el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes para limitar y eliminar 12 sustancias por sus efectos tóxicos en la salud humana.
El Convenio autoriza el uso del DDT exclusivamente en la lucha contra vectores de enfermedades, bajo lineamientos de la OMS.
Las instituciones que participan de la iniciativa RBM sostienen que el precio de las terapias combinadas con artemisinina (TCA), que oscila entre 75 centavos de dólar y 2,75 dólares por tratamiento, es prohibitivo para muchas de las familias más necesitadas.
En cambio, la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras observó que el tratamiento con TCA requiere apenas tres días y cuesta tan solo 60 centavos de dólar para un niño y dos dólares para un adulto.
La eficacia del nuevo tratamiento con TCA se verificó en una zona de alto contagio de Angola, donde las internaciones causadas por el paludismo se redujeron en un año 25 por ciento, luego de la introducción de las TCA.
MSF dijo también que en el mismo período disminuyó la mortalidad en 75 por ciento, comparada con el año anterior.
Ante esas evidencias, la mayoría de los países subsaharianos modificaron sus políticas nacionales ante la enfermedad y abandonaron los tratamientos antiguos e inadecuados para adoptar las TCA.
Sin embargo, el problema aún está lejos de resolverse, observó la jefa del grupo de trabajo internacional sobre paludismo de MSF, Christa Hood. Los diagnósticos y tratamientos eficaces sólo están disponibles para un minúsculo porcentaje de quienes los necesitan, dijo.
MSF entiende que los principales problemas para enfrentar el paludismo no son técnicos, médicos ni científicos. La producción suficiente de TCA y su distribución para que el tratamiento alcance a todos los necesitados son tareas factibles. Pero sólo ocurrirá si existe acción política urgente y suficiente, reclamó la agencia humanitaria.
Las agencias de la Organización de las Naciones Unidas reconocen que la falta de fondos y de capacidad nacional para hacer efectivos los planes en el terreno son dos barreras que impiden extender las medidas de prevención y de tratamiento.