Gran Bretaña asegura que el desarrollo de África será la prioridad de la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo, pero no logró que se alcanzara un acuerdo sobre los mecanismos en ese sentido.
Funcionarios británicos aseguran que crece el apoyo entre las naciones más ricas para la creación del Servicio Financiero Internacional (IFF, por sus siglas en inglés), propuesto por el ministro de Finanzas Gordon Brown.
Pero no hay señales de que Estados Unidos abandone o modifique su propio proyecto de programa de asistencia, la Cuenta del Desafío del Milenio, para plegarse al IFF antes del 6 de julio, cuando comenzará la cumbre del G-8 en Gleneagles, Escocia.
El IFF procuraría, de ser constituido, canalizar los compromisos de los donantes para que los países pobres cumplan los Objetivos de la ONU para el Desarrollo del Milenio, ambiciosas metas que deberían alcanzarse en 2015, entre ellas reducir a la mitad la población pobre del mundo.
Tal institución serviría para recaudar fondos de inversores privados con destino al desarrollo de África, a través de la venta de bonos en los mercados de capitales. Los compromisos de asistencia a futuro por parte de los gobiernos serían lo que ofrecería seguridad a los tenedores de esos bonos.
Entre los Objetivos fijadas por la Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en su sesión inaugural de 2000, en presencia de numerosos jefes de Estado y de gobierno, figuran garantizar a niños y niñas el acceso universal a la educación, reducir la mortalidad infantil y ampliar el acceso al agua potable.
Sabemos qué deben hacer los gobiernos. La ONU calculó que, para alcanzar las metas, los países industrializados deben aumentar la ayuda de los actuales 50.000 millones de dólares a 100.000 millones de dólares anuales, calculó el Tesoro británico en un comunicado.
Tenemos los mecanismos y nos hemos comprometido a hacer algo, añadió.
El complejo plan consiste en comprometer a los donantes a largo plazo para obtener dinero mediante pagos anuales al IFF, señaló.
El servicio entonces podrá emitir bonos y colocarlos en el mercado sobre la base de estos compromisos. El dinero obtenido por la venta de los bonos será luego desembolsado en forma de donaciones a los países en desarrollo, y los inversores obtendrían una renta por su aporte.
Se prevé que esos títulos pagarían alrededor de cinco por ciento anual a lo largo de tres décadas. Según el Tesoro británico, la inversión en asistencia superaría los costos de la emisión.
El Tesoro calculó que el IFF aumentaría la asistencia al desarrollo aun más allá de los 16.000 millones al año ofrecidos por las naciones donantes en la conferencia de la ONU de 2002 en Monterrey, Mëxico.
Además, la institución constituiría un modo de obligar a los donantes a cumplir con la promesas asumidas entonces.
Casi 70 países expresaron apoyo para la creación del IFF, incluidos Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Suecia, dijo a IPS Rob Ward, funcionario del Tesoro en Londres.
Pero otros países consideran que el IFF es difícil de implementar. Estamos trabajando con esos gobiernos sobre el punto.
De cualquier manera, el presupuesto de asistencia oficial al desarrollo relativamente bajo de Alemania e Italia ante el resto del G-8 limitaría la eficacia de la propuesta.
Entre los países que no la respaldan figuran Canadá, Estados Unidos y Japón. Nadie espera que Rusia se convierta en un donante importante para el desarrollo de África.
Estados Unidos asumió un enfoque político diferente. Su Cuenta para el Desafío del Milenio se basa más sobre donaciones, y vincula la asignación del dinero a los países receptores a la gobernanza, la erradicación de la corrupción, el respeto de los derechos humanos y la adhesión al estado de derecho.
Los impulsores de la Cuenta consideran que tal mecanismo promueve la salud, la educación y las políticas económicas que alientan a las empresas y emprendedores. Eso significa, entre otras cosas, mercados más abiertos. Pero las condiciones incluirían, además, el apoyo a la guerra contra e terrorismo lanzada por Estados Unidos.
Por otra parte, esta iniciativa se concentra menos en África que la británica.
El presidente estadounidense George W. Bush anunció en 2002 que su país aumentaría 50 por ciento su asistencia a los países en desarrollo en los siguientes tres años, un aumento de 5.000 millones de dólares al año sobre los niveles de 2002 a concluir en 2006.
El programa de ayuda de Estados Unidos está estrechamente vinculado con sus intereses políticos y económicos, y no hay señales de que cambie sus planes antes de la cumbre de julio.
Los distintos enfoques añadieron otra división transatlántica, así como dentro de Europa. No hay certidumbre sobre la capacidad de aporte de Alemania y Francia a través de bonos gubernamentales para financiar el IFF.
El comisario de Comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson, propuso una iniciativa regional en torno del IFF ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo al respecto con Estados Unidos.
Pero solo Francia y Gran Bretaña respondieron, así como a avanzar hacia un aporte de 0,7 por ciento de su producto nacional bruto para la asistencia oficial al desarrollo, un compromiso del Norte industrial desde la década del 70.
Por sí solo, el aporte europeo no alcanzaría para dotar al IFF del efectivo suficiente.
Gordon Brown apeló a argumentos morales para lograr su objetivo. Si discontinuáramos el actual ritmo de avances en África subsahariana, no alcanzaríamos la meta de la educación primaria universal para 2015: lo haríamos en 2150, con un atraso de 135 años, dijo en un discurso ante el parlamento.