El sucesor de Juan Pablo II será elegido por el Colegio de Cardenales de la Iglesia Católica en una reunión a puertas cerradas o cónclave (literalmente «con llave» en latín), que comenzará el 18 de este mes, rodeado de precauciones y con nuevas normas para acelerar el proceso.
Algunas de las normas que regularán el procedimiento fueron establecidas por el último Papa para facilitar la transición, y una de ellas es que si no se alcanza el tradicional requisito de dos tercios en 34 votaciones, bastará la mitad más uno. Los cardenales también podrán decidir la realización de una especie de segunda vuelta entre los dos candidatos más votados.
No es posible asegurar cuánto durará el proceso, y no son correctos los informes en que se habla de un plazo máximo de 20 días posterior a la muerte del anterior Papa.
Se mantendrá en secreto quiénes son los propuestos y los proponentes.
Los tres últimos papas fueron elegidos en menos de una semana, pero tras la muerte de Clemente IV, en 1268, los 17 cardenales de aquel entonces discutieron durante tres años sin ponerse de acuerdo para designar a un sucesor. Entonces se les encerró "con llave", se quitó el techo al edificio en que estaban, y se les hizo llegar sólo pan y agua para estimularlos a tomar una decisión.
Tal fue el origen del actual procedimiento.
La constitución de un colegio elector integrado sólo por los cardenales data de 1059, tras una larga historia de luchas y asesinatos entre facciones rivales. Pero aun después de ese acotamiento, nobles, reyes y emperadores interfirieron directa o indirectamente durante siglos en las elecciones de papas, a veces mediante el uso desembozado de la fuerza.
Algunos cónclaves fueron atacados, incluso uno relativamente reciente en 1903, agredido por tropas del Imperio Austríaco, y hubo elecciones vetadas por emperadores.
Se espera que este cónclave mantenga estricta reserva desde que se dé en latín la orden Extra omnes (Todos afuera), que por supuesto excluirá a los 117 cardenales habilitados para votar. Se dice que un periodista y un fotógrafo lograron entrar al cónclave de 1922, que eligió a Pío XI, y en uno anterior hubo sospechas de que los sirvientes filtraban información al exterior.
Esta vez la Capilla Sixtina, donde se realizará el cónclave con el famoso fresco "El juicio final" de Miguel Ángel en la pared del fondo, será inspeccionada para descartar la presencia de artefactos electrónicos de espionaje. Los cardenales carecerán de medios de comunicación con el exterior y no podrán leer periódicos no ver televisión.
Pero no estarán alojados en espartanas habitaciones semejantes a celdas adyacentes a la Capilla, como en los viejos tiempos, sino en lugares más confortables del cercano Domo Santa Marta.
Una vez que comience el cónclave, podrá haber dos votaciones matinales y otras dos vespertinas, realizadas por escrito con letra distorsionada para que no se identifique al elector.
Tres cardenales contarán los votos, y cuando quemen los papeles correspondientes, agregarán compuestos químicos a fin de que el humo que emane de la chimenea de la Capilla sea blanco para anunciar que ya hay un nuevo Papa, y negro mientras la elección no se haya definido.
Cuando se eligió a Juan Pablo II; salió humo gris en vez de blanco, creando una confusión que esta vez se evitará haciendo sonar las campanas cuando se haya definido la sucesión.
Se prepara ropaje papal de tres tallas, para que el elegido pueda cambiar rápidamente la vestimenta roja de cardenal por la blanca de Papa, y aparecer con ésta ante los fieles de Roma y el resto del mundo.
Según las normas católicas, el obispo de Roma tiene primacía sobre los demás del mundo, como sucesor del apóstol Pedro, y es por tanto el Papa de mil millones de creyentes.
Los papas no designan a sus sucesores, ni se realiza ningún tipo de campaña pública para construir una mayoría entre los cardenales, que según la Iglesia Católica son inspirados directamente por el Espíritu Santo.
A medida que se congregan en el Vaticano cardenales procedentes de todas partes del mundo, la atención se concentra en la composición del Sagrado Colegio que elegirá al sucesor de Karol Wojtyla, más internacional que nunca.
No hay ni un romano entre quienes designarán al obispo de Roma.
Los cardenales italianos eran 23,7 por ciento en 1978, y ahora son sólo 16,9 por ciento, pero los europeos aún son el mayor grupo regional, actualmente con 58 integrantes.
La proporción de cardenales por región no corresponde a la población católica. Los latinoamericanos son la mitad de los católicos del mundo, pero sólo 21 de los 117 electores.
La cambiante composición del Colegio de Cardenales puede incidir para que se elija a otro Papa no italiano, pero algunos observadores consideran probable lo contrario, tras 26 años de papado del primer no italiano en 455.
*El autor fue corresponsal sobre asuntos vaticanos durante una década, durante los papados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.