Con el alemán Joseph Ratzinger como el Papa número 265, la Iglesia Católica acentuará su actual tendencia centralista y conservadora, según expertos del Vaticano.
Ratzinger eligió el nombre de Benedicto XVI tras ser elegido este martes en la tercera votación del Colegio de Cardenales, registrada en la segunda jornada de cónclave (reunión a puertas cerradas). Es el segundo papa alemán desde 1055, cuando fue consagrado Victor II.
Todas las campanas de Roma sonaron cuando el humo blanco a través de la chimenea en la Capilla Sixtina señaló que el Colegio de Cardenales había elegido al sucesor de Juan Pablo II.
Al dirigir a las 18.48 hora romana su primera bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) desde el balcón de la basílica de San Pedro, ya en su carácter de líder del mundo católico y de obispo de Roma, Benedicto XVI tuvo palabras de humildad: "El Señor sabe trabajar también con instrumentos insuficientes. Sobre todo, confío en vuestras palabras", dijo a sus fieles, en italiano.
[related_articles]
Veinticuatro horas antes de manifestar como papa su disposición a escuchar antes de actuar, había declarado como cardenal que la doctrina de la Iglesia Católica debe ser considerada "definitiva".
"La barca de la fe de muchos cristianos ha sido agitada (…), llevada de un extremo al otro, del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje, del colectivismo al individualismo radical, del ateísmo a un vago misticismo religioso, del agnosticismo al sincretismo", dijo Ratzinger el lunes, cuando era un simple aunque poderoso cardenal, en la tradicional misa "Pro eligendo Romano Pontifice".
"Se forja así una dictadura del relativismo, que no reconoce nada que sea definitivo y que deja como última medida sólo al propio yo y a sus deseos", agregó en su sermón.
"Tener una fe clara y de acuerdo con el credo eclesiástico se etiqueta a menudo como fundamentalismo. El relativismo, el dejarse llevar por cualquier viento de doctrina parece la única actitud a la altura de los tiempos que corren", se lamentó el entonces decano del Colegio de Cardenales.
Estas palabras permiten inferir el papa Benedicto XVI defenderá la inmutabilidad doctrinaria del catolicismo en materia de teología, organización eclesiástica, derechos de las mujeres, sexualidad y salud reproductiva, entre otras materias controvertidas.
Incluso algunos de los actos más populares de Juan Pablo II (1978-2005), como las reuniones entre líderes religiosos de diversos credos y el reconocimiento de culpas históricas de las autoridades eclesiásticas, quedarían de lado.
La Iglesia iniciaría una lucha contra el "demonio occidental", opinó Sandro Magister, experto en asuntos del Vaticano, en declaraciones a IPS.
El verdadero conflicto no es entre la Iglesia Católica y el Islam, sino entre la Iglesia y "la emancipación radical del hombre respecto de Dios y de las raíces de la vida" que caracteriza a la cultura occidental contemporánea y "conduce al final a la destrucción de la libertad", dijo Ratzinger, quien fuera la mano derecha de Juan Pablo II.
Uno de los principales colaboradores de Ratzinger, el cardenal Camillo Ruini, quien es presentado como el próximo canciller del Vaticano, ha dicho que la cultura europea actual "es la contradicción más radical del cristianismo y de las tradiciones religiosas y morales de toda la humanidad".
La edad de Ratzinger —cumplió 78 años antes de ser consagrado pontífice— sugiere que los cardenales prefirieron un papado breve. Pero Benedicto XVI goza de perfecta salud.
Al parecer, el nuevo papa se propone limpiar a la Iglesia de "suciedad", fortalecer la formación doctrinal y moral del clero, y lanzar una nueva campaña misionera, así como acercar al Vaticano con el gobierno de Estados Unidos.
El cardenal Ratzinger encabezaba desde 1981 la Congregación para la Doctrina de la Fe, órgano a cargo de definir los principios de la religión católica y que sucede a la antigua Santa Inquisición.
Su ejercicio lo hizo impopular en vastos sectores de la Iglesia por sus posiciones rígidas y por perseguir y silenciar a los disidentes.
Sus posturas conservadoras han generado resistencias en la Iglesia. Por diferentes motivos, es rechazado por cardenales estadounidenses y noreuropeos.
También se prevé un afianzamiento del poder de movimientos católicos de derecha como el Opus Dei, que, fortalecidos bajo el papado de Juan Pablo II, monopolizaron espacios y estructuras de la Curia Romana, la administración del Vaticano.
De ese modo, se redujo el papel de los obispos, religiosos que tienen un contacto más directo con el rebaño. También se acalló la prédica de los religiosos y teólogos con posturas calificadas de "progresistas". Ratzinger tuvo gran responsabilidad en esas políticas del Vaticano.
"La atmósfera de silencio y amenaza en las instituciones eclesiásticas es grave. Sofoca la libertad de pensamiento e investigación e imposibilita el diálogo", dijo a IPS Adriana Valerio, presidenta de la Sociedad Europea para las Mujeres en Investigación Teológica.
Muchos religiosos, entre ellos obispos y teólogos, consideran que la Iglesia recibe cuestionamientos entre los fieles más jóvenes porque no ha sabido mantenerse a ritmo con los tiempos. El hoy papa Benedicto XVI tuvo mucho que ver con ello.
Una consecuencia es la caída en la cantidad de feligreses que asisten a misa en Occidente, afirman estos sacerdotes.
Una de las preocupaciones fundamentales es la mengua de la vocación sacerdotal. Según el Vaticano, la población católica creció 40 por ciento entre 1975 y 2002, pero la cantidad de sacerdotes ha permanecido invariable desde entonces.
Alrededor de la mitad de las parroquias y misiones carecen de párroco residente, según esas mismas estadísticas.
En la misma fecha de la consagración de Benedicto XVI, 19 de abril, la Iglesia honra San León, quien como papa León IX gobernó la Iglesia entre 1049 y 1054. Ese pontífice fue el factotum de la "revolución papal" que reformuló tanto a la Iglesia como a Occidente en los albores del segundo milenio después de Jesucristo.
Al igual que el nuevo Papa, León IX era alemán. Los católicos y muchos fuera de esta comunidad mantendrán extrema atención para detectar los cambios que impondrá Benedicto XVI, que como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe fue uno de los hombres fuertes del papado de Juan Pablo II.
Joseph Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en la Baja Bavaria. Su familia se dedicaba a la agricultura.
Luego de revistar en el ejército alemán en las postrimerías de la segunda guerra mundial —informes periodísticos aseguran que tuvo un pasaje por el movimiento juvenil nazi antes—, finalizó sus estudios secundarios en Fresing en 1951.
Ese año, el 29 de junio, se ordenó como sacerdote y pasó a estudiar Teología y Filosofía en la Universidad de Munich.
Cuatro años después, comenzó a trabajar como profesor universitario de Teología. En 1969, se trasladó a la Universidad de Regensburg, y pronto fue elegido su vicepresidente.
Ratzinger se unió al Concilio Vaticano II en 1962, cuando tenía 35 años. Ese Concilio fue convocado para democratizar y descentralizar la Iglesia, y el sacerdote alemán era considerado uno de sus miembros progresistas.
Algunos religiosos conservadores calificaron sus posturas de "adolescentes", al igual que las de su entonces amigo y hoy adversario, el teólogo Hans Küeng.
Pero al cabo del Concilio, que concluyó en 1965, Ratzinger adoptó posiciones más conservadoras, lo que puso fin a su amistad con Küeng. Algunos de sus allegados atribuyen su viraje a las rebeliones estudiantiles que recorrieron Europa en 1968.
En 1977, el papa Pablo VI lo designó arzobispo de Munich y Freising, y a fines de ese año fue consagrado cardenal. Fue uno de los dos únicos integrantes del actual Colegio Cardenalicio que participaron en la elección en 1978 de Juan Pablo II y de su antecesor, Juan Pablo I, quien murió tras un papado de 34 días.
En el cónclave de 1979, apoyó decididamente al entonces cardenal polaco Karol Wojtyla, quien, como Juan Pablo II, le devolvió el favor al nombrarlo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, poderoso órgano de la Curia Romana que condujo hasta hace pocos días.
Ratzinger siempre fue un papable. En esta ocasión, no se cumplió el precepto de que "quien entra al cónclave como papa sale como cardenal". Su elección, tras apenas tres votaciones, indica que obtuvo un apoyo más que considerable. Por los reglamentos vaticanos, debía superar los dos tercios de los 117 religiosos reunidos en la Capilla Sixtina.
Pero muchos creyentes mostraron azoramiento. Pensaban que Juan Pablo II sería el último papa opuesto a los dictados de la modernidad. Y Ratzinger, hoy Benedicto XVI, fue el inspirador, o al menos la mano derecha, de su popular antecesor.
El último de los sucesores de San Pedro que eligió el mismo el nombre papal con Ratzinger, Benedicto XV (1914-1922), reafirmó la condena del modernismo y promulgó el Derecho Canónico, que imponía reglas en materia civil, especialmente familiar, basadas sobre estrictos principios religiosos.
El papa Benedicto XVI tiene firmes opiniones conservadoras. Fue el adalid en el último papado del silencio ordenado a los sacerdotes de la Teología de la Liberación, del veto a la ordenación de mujeres como sacerdotes y del rechazo a los homosexuales.
En 2000 publicó el estudio "Dominus Jesus" ("Señor Jesús"), en que advirtió que "la salvación eterna solo se encuentra en la Iglesia Católica", un punto de vista contradictorio con el de Juan Pablo II, que alentaba el diálogo interreligioso.
En Viernes Santo, dirigió una misa en que condenó la "suciedad" y "arrogancia" dentro de la Iglesia Católica.
También se le reconoce cierto carisma, a pesar de su reputación como duro defensor de la ortodoxia, que le mereció apodos como Der Panzerkardinal ("cardenal Panzer", en alemán, término que alude a los tanques de guerra Panzer de la segunda guerra mundial).
"Sin duda, esto es una demostración de gran consenso dentro de la jerarquía eclesiástica. Creo que esta elección es una señal de continuidad con el anterior papado", dijo a IPS Sergio Marelli, presidente de la Federación de Organizaciones No Gubernamentales Católicas.
Otros consideran que Ratzinger puede dar una sorpresa. "Ahora que alcanzó su meta, y libre de todo condicionamiento, esperamos que vuelva a sus fuentes progresistas", dijo a IPS el sacerdote Enzo Mazzi, que conduce la comunidad cristiana L'Isolotto, en Florencia.
Pero las duras palabras de Ratzinger contra la modernidad no parecen apuntar en esa dirección.
— Con aportes de otros corresponsales de IPS.