INDIA-PAKISTÁN: Superar el conflicto a través de la fe

El reino espiritual bulle en Asia meridional. Pocos se atreven a ofender a sus líderes espirituales por temor al castigo divino. Muchos persiguen la bendición, y eso hizo el presidente musulmán de Pakistán, Pervez Musharraf, en su último viaje a India.

Musharraf tuvo mucho cuidado en fijar el tono del diálogo por la paz con India al rendir tributo al santo del Islam sufí Khwaja Moinuddin Chishti (1141-1235), en el poblado de Ajmer, situado en el estado de Rajastán.

El santo es conocido en India y Pakistán como Gharib Nawaz, es decir, ”patrono de los pobres”.

”Rezo por la paz, la armonía y la amistad entre Pakistán e India. Espero que el Todopoderoso responda nuestras oraciones y le dé prosperidad al pueblo de ambos países”, dijo este general y ex comando del ejército pakistaní al retirarse del mausoleo construido por el emperador moghul Humayun en el siglo XVI.

El sufismo es un ala mística del Islam que destaca la experiencia personal por sobre la religión organizada. Sus fieles evitan orar en templos. Sus congregaciones establecen una relación de los clérigos con los feligreses similar al vínculo entre educadores y alumnos o entre los gurúes y shishyas del hinduismo.

Los seguidores del culto sufí también son ascetas y aplican técnicas de meditación similares a las del budismo y el hinduismo, razón por las cuales suelen enfrentarse con la ortodoxia islámica. De hecho, expertos perciben en el sufismo el antídoto para el fundamentalismo islamista.

La solemne declaración de Musharraf en uno de los lugares de peregrinaje más sagrados del subcontinente indio tuvo más credibilidad a los ojos del público de este país que cualquier otra hecha por anteriores líderes pakistaníes.

Para Musharraf, la visita del sábado a Ajmer fue la primera después de varios intentos. El santo Gharib Nawaz es considerado un puente espiritual entre el Islam, credo mayoritario en Pakistán, y el hinduismo, predominante en India.

Cuando el presidente pakistaní visitó India en 2001 para una cumbre bilateral, incluyó Ajmer como última escala de su gira. Pero la discusión sobre Cachemira se prolongó, y la cita quedó postergada.

Esa cumbre en la ciudad de Agra resultó un colosal fiasco diplomático. Al año siguiente, el conflicto entre India y Pakistán, vecinos y rivales tradicionales poseedores de armas nucleares, se acercó tanto a una guerra que varias gobiernos ordenaron evacuar sus embajadas en los dos países.

Esta vez, Musharraf ubicó mejor sus prioridades. Rezó con fervor en Ajmer antes de iniciar su diálogo con sus contrapartes indias. La oración previa a las negociaciones ha sido a lo largo de ocho siglos una tradición seguida por los gobernantes del subcontinente indio.

Historiadores como Mushirul Hasan, vicerector de la Universidad Jamia Milia Islamica en Nueva Delhi, explican que el sufismo, originario de Persia (el actual Irán), tiene una larga trayectoria en el norte de India, incluso anterior a la conquista musulmana del subcontinente.

”El sufismo en India siempre fue ecléctico. Mantiene los principios básicos del Islam, pero libremente adaptados al espiritualismo hindú, especialmente el de los Upanishads y los Vedas”, dijo Hasan a IPS.

Nacido en Persia, Gharib Nawaz era conocido por sus conocimientos del idioma sánscrito y la cultura hindú antes de radicarse en Ajmer. En esa localidad murió en 1236, dejando muchos seguidores tanto hindúes como musulmanes.

El sufismo tuvo gran influencia en el imperio de los musulmanes moghul, que le dieron aplicación práctica para mantener la armonía entre la minoría islámica y la mayoría hindú, así como entre ellos mismos y sus esposas hindúes.

Pero la mística sufí también es popular por los milagrosos favores que supuestamente ofrece a quienes oran en sus magníficos santuarios y mausoleos.

Akbar, el mayor de los emperadores moghul, no tuvo descendencia masculina hasta que recibió la bendición del místico sufí Salim Chishti. Poco después, su esposa hindú Jodha Bai dio a luz a su hijo Jehangir.

Hoy, el mausoleo de Salim Chishti, construido por Akbar en Fatehpur Sikri, cerca de Agra, es un gran centro de peregrinaje.

Pero los avatares políticos condujeron a un intenso divisionismo entre hindúes y musulmanes que condujo a la liquidación del imperio moghul y el advenimiento del británico en el siglo XVII.

Con la independencia de la península india en agosto de 1947, el subcontinente se partió en Pakistán, de mayoría musulmana, e India, de predominio hindú. Pero la partición dejaba al margen al principado de Cachemira, que permaneció independiente hasta octubre de ese mismo año.

Entonces estalló la primera guerra entre indios y pakistaníes por ese territorio de mayoría musulmana, cuyo príncipe había resuelto incorporarlo a India.

Desde 1947, Cachemira está dividida en un área pakistaní y otra india, divididas por la denominada ”línea de control” que opera como frontera, aun luego de varias guerras y conatos de enfrentamiento directo.

El dirigente político cachemiro Saifuddin Soz atribuyó la intención de su territorio de mantenerse independiente de Pakistán es la resistencia de su población al fundamentalismo islámico.

Los cachemiros son seguidores de una rama muy moderada del sufismo, fundada por el místico persa Mir Syid Hamadani en el siglo XIV.

Los santuarios sufíes han sido blanco frecuente de combatientes fundamentalistas que suelen cruzar la frontera.

”Resulta paradójico que el santuario de Moinuddin Chishti, el más reverenciado por los musulmanes del subcontinente, esté en India y no en Pakistán, y que medio siglo después de la partición, continúe sirviendo de puente entre los dos países”, subrayó el columnista Qamar Agha.

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