Las protestas antijaponesas continúan por tercer día consecutivo en la capital de China, pero el gobierno decidió ignorarlas en los medios de prensa, en aras de la preservación de los vínculos comerciales bilaterales.
Hace unas pocas semanas, la prensa cubrió extensamente la campaña de Beijing para impedir que Japón ocupe un nuevo escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que será ampliado pero sin afectar el poder de veto exclusivo de China, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Ahora, en contraste, el gobierno comunista evita toda mención en los medios a los disturbios que se propagaron por toda China, alentados por la propaganda gubernamental antijaponesa.
Ningunos de los cientos de periódicos, canales de televisión y sitios de noticias web del país publicaron detalles de las protestas que tomaron la capital por asalto el sábado ni de los hechos del domingo, cuando cientos de policías antidisturbios bloquearon el acceso a un barrio diplomático en el centro de Beijing, aunque evitaron una confrontación directa con los manifestantes.
En un país donde las manifestaciones políticas casi no están permitidas, la magnitud de las marchas contra Japón son vistas como señal de un verdadero rechazo hacia el ascendente papel militar de ese país en Asia, donde tuvo un pasado imperialista, y sus ambiciones de incorporarse al Consejo de Seguridad.
Pero Beijing desea mantener la integración económica entre ambos países, y no está dispuesto a cambiar las gélidas relaciones diplomáticas por el conflicto directo.
El primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, protestó el lunes contra el daño que las protestas inflijen a las relaciones bilaterales y advirtió que éstas han llegado a uno de sus puntos más bajos.
Es muy lamentable. No se debe permitir que esto pase. El gobierno chino es responsable por la seguridad de los japoneses que trabajan en China; quiero dejar esto bien claro, advirtió Koizumi.
Nos preocupan mucho estos hechos, manifestó el secretario del gabinete japonés, Hiroyuki Hosoda. Somos vecinos y nuestras relaciones diplomáticas son muy importantes. No debemos permitir que estos malentendidos se agranden, exhortó el principal vocero de Koizumi.
Las relaciones entre China y Japón, siempre tensas, se deterioraron desde que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, presentó el mes pasado dos proyectos para aumentar de 15 a 24 el número de miembros del Consejo de Seguridad, e instó a la Asamblea General a que escogiera uno antes de su reunión de septiembre.
De los actuales 15 integrantes del Consejo, Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia son los únicos que tienen un lugar permanente y ejercen derecho a veto.
Annan sostiene que el órgano debe ser ampliado para que efectivamente refleje los intereses de toda la comunidad internacional.
Japón demandó un asiento permanente arguyendo que es uno de los principales contribuyentes financieros de las operaciones de paz de la ONU, junto a Estados Unidos, y que constantemente brinda asistencia económica a países en desarrollo.
Pero la pretensión japonesa no cayó bien en Beijing. Millones de chinos habrían firmado una petición publicada en Internet para pedir que se rechace la iniciativa del gobierno japonés, al que acusan de haber distorsionado los hechos históricos de su pasado imperialista en libros de texto escolares.
Entre otras cosas, los textos señalan que Tokio posee las islas de Takeshima, en el mar de Japón, disputadas con Corea del Sur.
El archipiélago fue ocupado en las primeras décadas del siglo XX por el otrora imperio japonés, que lanzó una campaña colonialista en Asia oriental cometiendo toda clase de crímenes contra la población civil.
Corea del Sur declaró que ubica la soberanía de las islas por encima de sus relaciones con Japón, y China anunció la semana pasada que se opondría a cualquier iniciativa para ampliar el Consejo de Seguridad.
Pero las disputas entre China y Japón no se limitan al terreno de la ONU. Tokio anunció a fines de febrero la suspensión de sus préstamos en yenes a Beijing, que han contribuido al crecimiento económico chino desde los años 80.
La decisión de Tokio respondió a la decisión de China de incrementar 12,6 por ciento su presupuesto militar para este año.
Además, ambos países compiten por recursos energéticos para alimentar sus hambrientas economías.
La furia china se debe principalmente a las visitas de Koizumi y otros líderes japoneses al templo Yasukuni, donde rinden culto a los caídos en la guerra, entre ellos a criminales de guerra.
Para China, esto prueba que Japón no se ha arrepentido de su pasado militarista de la segunda guerra mundial (1939-1945) y años anteriores. Beijing se niega a una cumbre con Koizumi hasta que se detengan las visitas a Yasukuni.
Por otra parte, Japón argumenta que China ha restado importancia a generosos paquetes de ayuda que ha recibido de Japón desde 1980 (unos 27.000 millones de dólares) y que alienta el sentimiento nacionalista antijaponés como forma de fortalecer su decaída autoridad ideológica.
Las protestas del sábado fueron las mayores en Beijing desde 1999, cuando multitudes enfurecidas protestaron frente a la embajada de Estados Unidos tras un ataque involuntario de la OTAN a la embajada china en Belgrado, Yugoslavia.
Unas 10.000 personas, en su mayoría estudiantes, marcharon por Beijing para protestar por la aprobación en Japón de una revisión de los textos de historia, que según sus críticos, oculta los aspectos más brutales de la colonización japonesa en Asia.
Más tarde, unas mil personas rodearon la embajada japonesa y le arrojaron piedras y huevos, gritando Salgan, cerdos japoneses y Dejen de distorsionar la historia.
El domingo y el lunes hubo más marchas en la capital y también en las meridionales Shenzhen y Guangzhou, donde se oyeron llamados a un boicot de mercancías japonesas y se arrojaron huevos contra restaurantes japoneses. En Shangai, dos estudiantes japoneses sufrieron una golpiza en un bar.
En China funcionan unas 14.000 empresas japonesas. La continuación de las hostilidades podría tener nefastas consecuencias para los lazos bilaterales.
Hasta ahora, los vínculos económicos han sido el único factor de estabilización en las relaciones chino-japonesas. En 2004, el comercio bilateral sumó 168.000 millones de dólares, 26 por ciento más que el año anterior.