Haití y Venezuela se destacaron este miércoles como las fuentes de tensión que ponen a prueba la política exterior de Brasil, orientada a la búsqueda del liderazgo latinoamericano y de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad.
El secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, elogió durante su rápida visita a Brasilia la actuación militar brasileña en el país caribeño, mientras un informe de defensores de los derechos humanos critica duramente el desempeño de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah), cuyas tropas están bajo comando de Brasil.
La Minustah está encabezada por el ex canciller chileno Juan Gabriel Valdés.
Los brasileños pueden enorgullecerse del liderazgo que su país ejerce en la región y en varias partes del mundo, especialmente por el envío de tropas a Haití, dijo Rumsfeld.
También calificó de impresionante el Sistema de Vigilancia de la Amazonia, un conjunto de radares, aviones y equipos de comunicación, cuyo centro visitó en la tarde de este miércoles en Manaos, capital del noroccidental estado de Amazonas.
[related_articles]
Pero Rumsfeld manifestó preocupación por la adquisición de Venezuela de 100.000 fusiles rusos AK-47. La decisión no contribuye a la seguridad del hemisferio, dijo, sugiriendo dudas sobre el destino de tantas armas, ya que el país no necesita esa cantidad, en su opinión.
El gobierno venezolano de Hugo Chávez anunció un programa de fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas que contempla además la compra de 41 helicópteros de ataque y transporte y de decenas de aviones bombarderos MIG, todos rusos.
Brasil también puede convertirse en proveedor de aviones militares, según dijo Chávez a su par Luiz Inácio Lula da Silva. Compondrían el paquete dos tipos de aviones de la Empresa Brasileña de Aeronáutica, el bombardero AMX, de tecnología italiana, y 24 Supertucanes para control del espacio aéreo y vigilancia terrestre.
Los comentarios de Rumsfeld pueden ser interpretados como un aviso de que Washington no ve con buenos ojos ninguna venta de armas a Venezuela, aunque le interesa el papel moderador que ejerce Brasil en su acercamiento a Chávez y a otros gobiernos considerados de izquierda en América del Sur, como el argentino y el uruguayo.
El vicepresidente y ministro de Defensa brasileño José Alencar, anfitrión de Rumsfeld, fijó las diferencias en la rueda de prensa conjunta realizada este miércoles en Brasilia. Brasil sigue defendiendo la autodeterminación y el principio de no intervención, destacó.
El interés de integrar a América del Sur en una voz internacional de alguna relevancia condujo a Lula y a su gobierno a jugarse por evitar una ruptura institucional en Venezuela, y de limar asperezas en la relación de Caracas con Estados Unidos y Colombia.
Hasta ahora la diplomacia brasileña caminó bien en la cuerda floja. El nuevo paso será un encuentro el martes 29 en la ciudad venezolana de Guayana entre Lula, Chávez, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y el jefe de gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
La otra obsesión brasileña en política exterior es apuntada como el motivo principal de la espinosa misión aceptada por el gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) en Haití, país cuyo presidente constitucional, Jean-Bertrand Aristide, fue derrocado el 29 de febrero de 2004.
Conquistar el puesto de miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exige a Brasilia alguna presencia militar en el mundo, opinan algunos expertos.
Brasil asumió el comando de las fuerzas militares de la Minustah enviando 1.200 soldados a ese país casi sin Estado, el más pobre del hemisferio, y en el que campean grupos armados.
Además, hubo dudas sobre la legitimidad de la intervención militar internacional en Haití, pues Aristide denunció haber sido obligado a dejar su cargo y el país por marines (infantes de marina) estadounidenses que lo transportaron en un vuelo a República Centroafricana.
La Comunidad del Caribe respaldó la denuncia de Aristide y reclamó a la ONU una investigación independiente de los hechos, que nunca tuvo lugar.
A nueve meses de iniciada la misión que suma más de 7.400 soldados y policías de una treintena de países, siete de ellos sudamericanos, Haití sigue siendo escenario de combates mortales y violaciones de los derechos humanos sin medidas efectivas para contenerlas, dijo James Cavallaro, director del Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de Harvard, en Estados Unidos.
Cavallaro visitó Haití y coordinó la elaboración del informe ¿Manteniendo la paz en Haití?, realizado en conjunto por su Programa y el Centro de Justicia Global, organización no gubernamental brasileña, y divulgado este miércoles en Río de Janeiro.
La Minustah no está cumpliendo el mandato claro y fuerte de desarmar a los ex militares y otros grupos ilegales, apoyar el proceso político de preparación de las elecciones previstas para noviembre y fiscalizar la situación de los derechos humanos, presentando informes al respecto, asegura el documento.
Las fuerzas de paz están, en todo caso, prestando apoyo a la Policía Nacional de Haití en numerosas acciones de ejecuciones sumarias, detenciones arbitrarias, desapariciones, asesinatos de personas hospitalizadas y entierros colectivos en cementerios clandestinos, acusa el informe.
El documento ejemplifica con numerosos casos la falta de voluntad de las fuerzas comandadas por el general brasileño Augusto Heleno Pereira para evitar e investigar la violencia dirigida especialmente contra habitantes pobres de Puerto Príncipe, la capital, en general partidarios del ex presidente Aristide.
Hay discrepancias en la interpretación del mandato de la misión de paz. El general brasileño defendió a sus tropas de las críticas, afirmando que la tarea de la Minustah es apoyar al gobierno interino y a la Policía Nacional, única fuerza legal en el país, según la oficial Agencia Brasil de noticias.
Para Pereira, no será posible desarmar al país jamás sin proyectos sociales y económicos que compongan un programa de desarrollo social, solución más eficaz para 'desarmar espíritus', añadió.
De hecho, Valdés, el jefe de la Minustah, recordó a Estados Unidos y a otros países ricos que no han cumplido su compromiso de aportar más de 1.000 millones de dólares para proyectos de reconstrucción de Haití, que también forman parte de las promesas de la comunidad internacional a ese país.
Un posible fracaso o una actuación sospechosa y parcial de la Minustah podría afectar la imagen internacional de Brasil, pero el camino hacia el Consejo de Seguridad sería más accesible si la misión es del agrado de Washington.