MÚSICA-MÉXICO: Juegos, Beethoven y Carrillo

Aprendieron música jugando entre matorrales y cobijados por las nubes que cubren con frecuencia las montañas de Oaxaca, en el sur de México. Aunque aún son niños y adolescentes, leen partituras y ejecutan obras de Beethoven al igual que de autores populares locales como Álvaro Carrillo.

Son los integrantes de la banda filarmónica del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam), cuya sede se localiza en el poblado de Santa María Tlahuitoltepec, donde viven casi 8.000 integrantes de la etnia mixe, una de las casi 60 que existen en México.

A su corta edad ya se han presentado en el Palacio de Bellas Artes, el principal recinto cultural del país, han ofrecido conciertos en ciudades estadounidenses como Nueva York, Cleveland y San Antonio y han alternado con cantantes internacionales de la talla de la peruana Tania Libertad y el flautista barroco mexicano Horacio Franco.

”Quiero ser la mejor flautista de México y dar conciertos”, dijo a IPS Citlalmina Cardoso, de 11 años, cabellos largos sujetado en trenzas y ojos grandes y negros. Su nombre en lengua mixe significa ”Reina de las estrellas”.

Al igual que sus compañeras de música y juegos, Ajaaypiyj Delgado (flor de cempasúchil), de 9 años, y Concepción Hernández, de 10, aseguran no sorprenderse de que al finalizar los conciertos los adultos se les acerquen y les pidan posar para la foto del recuerdo o que les escriban alguna dedicatoria en la carátula del disco de su filarmónica ”Sones de tierra y nube”.

En su presentación en el barrio de Coyoacán, en el sur de la capital de México, la banda del Cecam, dirigida por el maestro César Delgado, fue absorbida por cientos de espectadores que al término de cada melodía les pedían una más hasta prolongar la actuación otros 45 minutos.

”La Sandunga”, ”Fandango tehuano”, ”La llorona” y ”Dios nunca muere” son algunos de los ritmos populares que forman parte del repertorio de la orquesta, que por lo menos ejecutó 20 piezas musicales y motivó a algunos espectadores a bailar en la plaza de Coyoacán.

Este barrio es uno de los más antiguos de México. Frente al escenario improvisado para los pequeños músicos se encuentra lo que fue la casa del conquistador español Hernán Cortés, hoy sede de la alcaldía que lleva el mismo nombre del barrio, y en la parte posterior el templo y ex convento de San Juan Bautista, construido en el siglo XVI para albergar a frailes dominicos.

La tradición musical de esta banda de 50 miembros se remonta al siglo XIX, cuando las etnias aborígenes adoptaron como costumbre formar grupos musicales de viento para rendir culto a su religión y amenizar las fiestas de las comunidades.

En la comunidad rural de Santa María Tlahuitoltepec, esta costumbre cobró un valor especial. En los años 70 se aplicó un programa del gobierno central para promover la educación musical entre los niños y adolescentes. Al terminar dicho programa, en 1983, la independiente Asociación Cultural Xquenda recupera el proyecto y surge el Cecam.

El Cecam tiene instalaciones que sirven de internado para los niños y adolescentes, quienes se van formando en la música al tiempo que toman clases de educación básica y media a través de la señal satelital, pues no existe un colegio público en la región y tampoco hay maestros que atiendan a esta comunidad enclavada en la sierra de Oaxaca.

La cantante y concertista Susana Harp, una de las impulsoras del Cecam, señaló a IPS que este proyecto musical tiene la finalidad de ”darle al país y al mundo una opción artística original. Son niños y jóvenes promotores de arte y como miembros de una etnia envían un mensaje de paz al mundo”.

Como un pequeño ejército que empuña, en algunos casos monumentales y en otros frágiles, instrumentos musicales, uniformados con impecables trajes blancos y calzando sandalias de cuero, los integrantes de la banda filarmónica tomaron la plaza y la hicieron suya ejecutando música popular.

”Desde niños nos llama la atención la música, tengo hermanos más chiquitos que están en otras bandas de principiantes. Para nosotros es como mantener viva una tradición que ya empieza a extenderse a otros sitios del país”, apuntó Mario Rubio, un trompetista de 19 años.

Al terminar el concierto, el director de la banda filarmónica pareció reprimir las lágrimas al ver un público que no oculta su admiración por estos singulares artistas.

”He visto este fenómeno en cada sitio donde nos presentamos y no termino de sorprenderme”, comentó Delgado, al tiempo de señalar que sería importante para estos niños que las autoridades les brindasen opciones para no interrumpir su formación artística.

Delgado se formó en el Cecam y continuó sus estudios como director de orquesta en Francia.

Más que una manifestación artística indígena, esta banda es una expresión del talento de niños y jóvenes que, pese a la pobreza en la que vive su comunidad, tuvieron acceso a la educación musical y la han aprovechado magistralmente, explicó el director mientras las pequeñas Citlalmina y Ajaaypiyj no dejan de escribir dedicatorias y posar para la fotografía del recuerdo.

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