La reacción inicial rayó en la euforia: miles de libaneses se lanzaron a las calles de Beirut en abierto desafío a Siria, e Israel celebraba. Pero ahora, el optimismo generado por la reacción libanesa e internacional al asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri está menguando.
En Israel, ubicado al sur de Líbano, abundaron las versiones sobre un vecino democrático y libre de tropas sirias. Algunos incluso especularon con que Líbano podría ser el tercer país árabe, después de Egipto y Jordania, en firmar un tratado de paz con Israel.
Uno de ellos fue el canciller Silvan Shalom, quien habló sobre la posibilidad de hacer las paces con Líbano una vez que esté libre de la ocupación militar siria.
De hecho, dijo, la retirada siria y el debilitamiento del grupo fundamentalista islámico Hizbolá, sumado a un eventual progreso en las relaciones palestino-israelíes, podrían ser la clave para la mejora de las relaciones entre Israel y otros países musulmanes.
Tales acontecimientos contribuirían a "la estabilidad de Medio Oriente y la posibilidad de conducir un diálogo con muchos más países árabes e islámicos", celebró Shalom.
El viceprimer ministro Shimon Peres fue todavía más allá y exhortó a impulsar negociaciones de paz entre Israel y Líbano tras la retirada Siria. "Si Siria se retira de Líbano por completo, será posible iniciar medidas diplomáticas con miras a un acuerdo", dijo.
Pero el optimismo parece haber cedido parte de su lugar a las preocupaciones de Israel sobre cómo los acontecimientos en Líbano afectarán su frontera norte.
Funcionarios de seguridad expresaron temor a que, a medida que se retire, Siria permita a Hizbolá aumentar sus ataques sobre la frontera con Israel, como forma de demostrar que la presencia de tropas sirias en Líbano es necesaria para asegurar la estabilidad.
Shalom dijo la semana pasada en Nueva York al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que Israel tenía información de que Siria estaba fortaleciendo su equipo de inteligencia en Líbano mientras el presidente sirio Bashar al Assad anunciaba el retiro de las tropas.
Efraín Sneh, legislador del opositor Partido Laborista y ex viceministro de Defensa israelí, vaticinó que "Siria no soltará tan fácilmente a Líbano".
Sneh, quien fuera en 1981 y 1982 comandante de la "zona de seguridad" creada por Israel en el sur de Líbano, predijo que Damasco intentará construir una coalición para contrarrestar a la coalición sunita-maronita-druza que quiere expulsarlo de territorio libanés.
Hizbolá será un "pilar" de esa coalición, y si surgen hostilidades internas, podrían "desbordarse en nuestra dirección", advirtió, en entrevista con IPS.
Sneh también advirtió sobre la posibilidad de que el sur de Líbano se consolide como tierra de Hizbolá y bastión prosirio. "Eso no sería bueno para Israel. Hizbolá tiene 13.000 cohetes y misiles (suministrados por Siria) que puede apuntar contra Israel", recordó.
Desde que Israel se retiró a mediados de 2000 del sur de Líbano, que durante 20 años había ocupado como "zona de amortiguación", la frontera entre ambos países ha estado en general tranquila, con ocasionales enfrentamientos entre guerrilleros de Hizbolá y tropas israelíes.
El incidente más grave fue el secuestro y la muerte en octubre de 2000 de tres soldados israelíes por Hizbolá durante una patrulla fronteriza de rutina. Sus cuerpos (no se sabe si murieron en el choque inicial o murieron luego por las heridas) fueron devueltos a Israel en enero de 2004, como parte de un intercambio de prisioneros en que Israel liberó a más de 20 libaneses y otros árabes.
Después de que Israel invadió Líbano en 1982, retiró sus fuerzas desde Beirut hacia una zona de amortiguación en el sur del país, para prevenir ataques con cohetes Katyusha e intentos de infiltración en el norte del territorio israelí.
Pero a medida que pasaba el tiempo, Hizbolá intensificaba su guerra de guerrillas contra las fuerzas israelíes, que comenzaron a sufrir más y más bajas. Grupos extraparlamentarios de Israel lanzaron entonces una campaña que exigía al gobierno "traer los muchachos a casa".
El ex primer ministro laborista Ehud Barak adoptó ese reclamo como consigna de su campaña electoral, y tras ganar las elecciones en 1999 cumplió su promesa. En mayo de 2000, retiró de forma unilateral todas las fuerzas israelíes hacia la frontera reconocida internacionalmente.
Aunque el retiro produjo tranquilidad en la región fronteriza, algunos en Israel temen todavía que Hizbolá siga controlando el sur de Líbano y por lo tanto persista el potencial de un enfrentamiento armado.
El grupo islámico, respaldado por Teherán, ha dejado en claro su oposición a una retirada Siria de Líbano. El líder de Hizbolá, jeque Hassan Nasralá, acusó a la oposición antisiria de "colaborar con Israel". Hasta hace poco tiempo, muchos funcionarios israelíes veían a Siria como una fuerza estabilizadora en Líbano: si bien Damasco permitía a Hizbolá actuar (incluso en contra de Israel), lo contenía para impedir una gran conflagración.
Pero tras la invasión estadounidense a Iraq, la posterior presión de Washington sobre Siria y el respaldo de Hizbolá a algunos grupos palestinos armados contribuyeron a cambiar esa opinión.
El primer ministro israelí Ariel Sharon y su canciller Shalom declararon en los últimos días que la retirada de Siria de Líbano debe ser completa, o de lo contrario será inaceptable.
Líderes israelíes también advirtieron que Siria podría retirar sus tropas pero retener el control dejando sus unidades de inteligencia en Líbano. También ha habido informes sobre contactos entre funcionarios de Israel y figuras de la oposición libanesa.
Trascendió que funcionarios de Washington recomendaron a sus homólogos de Israel que bajaran el tono de sus declaraciones, por temor a que afectaran a la oposición a Siria en Líbano y beneficiaran a fuerzas prosirias como Hizbolá.
Por ahora, Efraín Sneh sugiere a los líderes de Israel que adopten una estrategia cauta. "Es bueno ver a los jóvenes manifestando en las calles" de Líbano, "pero cualquier alegría es prematura", advirtió.