Si apareces muerta, nadie va a preguntar de qué te moriste, dijo una vez una niña hondureña presa en una red de explotación sexual. Como ella, en América Central hay unos 40.000 menores que viven en un sórdido mundo de adultos.
Son niñas, niños y adolescentes ofrecidos en prostíbulos, que aparecen desnudos en sitios de Internet o constituyen la atracción de espectáculos pornográficos. En general son pobres y no pueden ejercer sus derechos a vivir una niñez segura y feliz.
Detrás de ellos marcha ansioso un ejército de explotadores, proxenetas y usuarios.
La situación es muy grave en América Central, coincidieron en señalar a IPS directora de un programa sobre explotación sexual de menores de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Bente Sorensen, con sede en Costa Rica, y José Manuel Capellín, director de Casa Alianza en Honduras.
Es posible que Kathy, cuyo testimonio aparece en una publicación de la OIT sobre explotación sexual, continúe sometida por adultos o quizá haya muerto, tal como sucedió con Elena, otra menor hondureña en similar situación.
Tengo miedo de qué me pueda pasar acá (el lugar donde ejercía la prostitución), tengo miedo por mi vida, había dicho Elena a los investigadores de la OIT antes de morir en 2002.
Sólo en Honduras hay entre 8.000 y 10.000 niños y niñas explotados sexualmente, indica un estudio de Casa Alianza realizado el año pasado en ese país, Guatemala y Nicaragua, pero aún no publicado.
El estudio, algunos de cuyos datos adelantó Capellín a IPS, indica que en los 50 prostíbulos visitados por los investigadores en Guatemala, se encontró a menores de 18 años que vendían sus cuerpos.
La explotación sexual es una de las hijas de la pobreza. En América Central 80 por ciento de la población es pobre y la mitad de ella es menor a 18 años, declaró vía telefónica desde Honduras el director de Casa Alianza.
Esa organización, que trabaja en varios países con menores en situación de calle, estima que entre 35.000 y 50.000 niños y niñas son obligados a prostituirse en América Central. Los investigadores de la OIT no se atreven a dar una cifra, pero según Sorensen son miles.
En los años 90 se gestó una batería de acuerdos internacionales para proteger a los menores de la explotación sexual.
En América Central la mayoría de esos instrumentos han sido ratificados, pero sólo Costa Rica, El Salvador y Panamá actualizaron su legislación para atender la problemática, mientras en Honduras y Guatemala aún se discuten reformas legales al respecto.
En la región hay un reconocimiento amplio del problema de explotación sexual y eso ayuda mucho, pero no lo elimina ni cubre la falta de atención que en general aún tienen las víctimas, dijo Sorensen, entrevistada desde sus oficinas en Costa Rica.
Las observaciones de OIT y de Casa Alianza señalan la existencia de un turismo sexual que apunta a los menores. Además, hay evidencias de que se están utilizando niñas y niños de la región para alimentar redes de pederastas en Internet.
La fiscal de la niñez de Honduras, Marisol Rodríguez, dijo a fines de febrero haber hallado con sus homólogos del istmo lo que parece ser amplia una red de pornografía infantil por Internet.
En un estudio de 1997, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), indicó que personas jubiladas de Estados Unidos y Europa se instalaron en América Central para hacer uso de los servicios sexuales de infantes.
Esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas realizó un sondeo entre los menores obligados a prostituirse y descubrió que cerca de 70 por ciento de ellos tenía una o dos parejas por día.
Además, reveló que 93 por ciento de los menores sufrieron alguna vez enfermedades de transmisión sexual como herpes genital, gonorrea, papilomatosis, tricomoniasis vaginal, sífilis y hasta variantes de sarna.
Casi 65 por ciento de las niñas entrevistadas por Unicef relataron que sus primeras relaciones sexuales, antes de entrar a una red de prostitución, fueron con padres o madres, 10 por ciento con tíos, otro 10 por ciento con hermanos, 2,6 con amigos y cinco por ciento con novios.
Unicef observa que es muy difícil que un menor que cae en las redes de la prostitución logre librarse, pues al intento se opondrán amenazas, golpes y torturas.
Psicólogos señalan que un menor explotado sexualmente adquiere huellas psicológicas permanentes que sólo podrán atenuarse con atención profesional. Esa asistencia está disponible apenas para una minoría en América Central, indican los estudios de Casa Alianza y OIT.