ARGENTINA: Mujeres agotadas

Noemí se levanta temprano, prepara el desayuno, enciende la lavadora y pone a hervir unas verduras que resolverán la cena. Despierta a los niños, los lleva a la escuela y se va a trabajar. No entiende por qué está tan cansada. ”Voy a ir al médico para que me dé unas vitaminas”, dice a IPS.

El comentario se repite cada vez más en diálogos entre mujeres de diversos sectores socioeconómicos, con y sin pareja. ”Estoy extenuada”, ”No doy más”, ”¿Estaré anémica?”, son expresiones del malestar identificado por un grupo de psicólogas argentinas como ”síndrome del agotamiento femenino”.

”Es un conjunto de síntomas que muchas mujeres expresan como si fueran un asunto individual, y que además se viven como una carencia cuando en verdad se trata de un exceso, en este caso de tareas, de responsabilidades, de roles”, explicó a IPS Gabriela Bianchi, una de las psicólogas que trabajó en la identificación del síndrome.

Este malestar, que a veces se expresa como irritabilidad o desgano, no es comprendido sino fuertemente sancionado por la sociedad. Por eso muchas buscan la solución mágica de un té energizante, o algún refuerzo de vitaminas que les permita hacer frente a la presión.

Según un estudio de la socióloga Catalina Wainerman, del Centro de Estudios de Población, en los últimos 25 años las mujeres argentinas se incorporaron masivamente al mundo del trabajo, pero esa transformación no fue acompañada por un cambio equivalente en el papel de los varones, que siguen muy renuentes a asumir responsabilidades dentro del hogar.

En Buenos Aires y sus alrededores, los hogares tradicionales con un solo proveedor cayeron de 75 a 54 por ciento en el periodo 1980-2001, y los de dos proveedores aumentaron de 25 a 46 por ciento. Ese fenómeno se registra en hogares con mujeres jóvenes, de edad mediana y mayores.

Noemí Martínez es empleada en un comercio. Tiene dos hijos que van a la escuela. Su esposo también trabaja ”pero sale más temprano que yo”, dice a modo de justificación.

El marido de Noemí llega más temprano que ella y, según contó a IPS, disfruta de leer sentado en el jardín hasta que su esposa llega para revisar la tarea escolar de los niños y cenar lo que preparó en la mañana.

Tal como señala el trabajo de Wainerman, el cambio ”revolucionario” que implica la salida de las mujeres a trabajar no es acompañado por una mayor participación de los varones en los asuntos domésticos.

Según ese estudio, publicado en el libro ”Familia, trabajo y género. Un mundo de nuevas relaciones”, los varones que más se involucraban en las responsabilidades hogareñas fueron apenas seis por ciento de los consultados en una encuesta, y lo hacían más en las compras y la crianza de los niños que en la cocina y el lavado o planchado de ropa.

Esta realidad social, que algunas expertas en asuntos de género denominan ”revolución estancada”, estaría en la base del agotamiento de numerosas mujeres que trabajan fuera del hogar pero no pueden desatender el cuidado de éste, la crianza de los hijos e incluso la atención de padres y suegros ya mayores, indicó Bianchi, que también es psicoanalista.

El problema atraviesa todos los sectores socioeconómicos, y ”ocurre entre las mujeres que trabajan, tienen hijos en la escuela y padres o suegros que reclaman atención, y que llevan a sus hijos al médico, al dentista, a hacer deportes, a cortarse el cabello o a vacunarse”, describió.

Bianchi y sus colegas Mariela Apud y María Luvatti observaron en sus consultorios que en los últimos años se repiten los síntomas de este agotamiento, que aparece como típicamente femenino.

”En el mejor de los casos surge como queja, pero a veces emerge como un síntoma físico”, precisó Bianchi.

Dolores de cabeza, contracturas musculares, problemas cutáneos, caída del cabello, quistes o depresión son las formas patológicas de procesar este malestar, explicó.

En la búsqueda de ayudar a las pacientes a profundizar en las causas del agotamiento y tratar de revertir las condiciones que lo provocan, las psicólogas lanzaron en octubre una serie de talleres en los que las mujeres agotadas procuran identificar de dónde les viene ese cansancio, que ni recuerdan cuando comenzó.

Los talleres se denominan ”Mujeres alteradas, mujeres agotadas” y comenzaron a realizarse en Rosario, unos 200 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Pero desde que cobraron cierta difusión, las expertas también fueron contactadas desde la capital, ciudades del interior e incluso de España.

”Está alterada”, se suele decir de las mujeres desbordadas por el exceso de demandas, cuando en verdad se trata de personas ”agotadas” que claman por ayuda. El nombre de los talleres busca terminar con el equívoco, explicó Bianchi.

En el intercambio con sus pares, las pacientes identifican problemas comunes y soluciones. El primer objetivo es eliminar la resistencia a ver que el cansancio tiene una raíz social que las carga con una multiplicidad de roles y las culpabiliza cuando no cumplen eficientemente con todos ellos.

Bianchi reveló que en los talleres afloran mandatos sociales a los que las mujeres se someten, no sin consecuencias. Se espera de ellas que al sean trabajadoras e independientes, madres abnegadas, amorosas en el cuidado de los ancianos, que tengan cuerpos de modelo y sean buenas amantes.

”Aun las que reniegan de algunos de estos mandatos sienten una fuerte presión por no cumplirlos, que también se hace sentir”, apuntó.

En esa multiplicidad de roles, muchas además postergan sus momentos de ocio o placer, o se olvidan de sus deseos y sus inquietudes. Están ”tan cansadas” que optan incluso por resignar una salida que las ayudaría a sentirse mejor, pero nunca faltarían al dentista del hijo, ejemplificó la psicóloga.

”Las mujeres tenemos muchas dificultades para pedir ayuda y solemos hacerlo en el último momento, cuando ya no podemos más”, comentó.

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