SRI LANKA: Hombres despojados por el tsunami

El norte de Sri Lanka es una tierra de viudas a causa del conflicto entre fuerzas del gobierno e insurgentes tamiles. Pero el tsunami de diciembre dejó viudos a miles de padres que ahora deben hacerse cargo de sus hijos, solos.

Ramasamy Rajakumar pasa sus tardes en compañía de un grupo de hombres con los que comparte un mismo dolor: todos perdieron a sus hijos y esposas en el maremoto del 26 de diciembre en el océano Índico.

La reunión se realiza siempre entre las ruinas de algunas casas de Mullaittivu, en la costa nororiental de Sri Lanka. A veces buscan amparo entre los restos de una iglesia católica, también arrasada por los tsunamis.

En las conversaciones se percibe la tristeza y el sentimiento de culpa por haber sobrevivido al desastre.

Rajakumar, un pescador de 55 años, expresa en cada palabra su rencor hacia el mar, que tanto le dio durante su vida pero que, de un momento a otro, le robó todo.
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”Perdí a mi familia y ya no tengo razones para volver a pescar. ¿De qué sirve sobrevivir?”, dice sin esperanzas.

Este sentimiento de frustración y renuncia a la vida no es para nada nuevo en Mullaittivu, una localidad que ha sido escenario de sangrientos enfrentamientos entre los rebeldes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil-Eelam (LTTE) y las fuerzas del gobierno.

Ese conflicto étnico ha dejado alrededor de 64.000 muertos en casi 20 años.

Entre los trágicos legados de la guerra está el alto número de mujeres viudas.

En febrero de 2002, cuando se interrumpió un cese del fuego entre el LTTE y Colombo, se estimaba en 40.000 el número de mujeres que perdieron a sus esposos en el conflicto, la mayoría de ellas en las zonas norte y este del país, donde pelean los rebeldes separatistas.

El maremoto del 26 de diciembre añadió otra tragedia: una gran proporción de hombres que ahora deben enfrentar la vida sin sus esposas y sin sus hijos.

Más de 220.000 personas murieron en diciembre por los tsunamis, palabra japonesa para referirse a las grandes olas que invaden las costas a causa de terremotos o erupciones volcánicas submarinas.

El maremoto esta vez fue provocado por un sismo de magnitud nueve en la escala de Richter, con epicentro cerca de la isla indonesia de Sumatra.

Bangladesh, Birmania, India, Indonesia, Malasia, Maldivas, Seychelles, Sri Lanka, Singapur, Somalia y Tailandia fueron los países más afectados.

”El tsunami fue peor para mí que la guerra, porque mató a mi familia. No me quedó nada”, dijo Anthony Arumurajah, un pescador de 45 años que todavía tiene marcada en un calendario la fecha en que murieron su esposa y sus siete hijos.

Más de 3.000 personas murieron en esta localidad por el maremoto, según datos del gobierno. En todo el país las víctimas fatales sumaron 38.000.

”Muchos esposos y padres lograron sobrevivir porque fueron más capaces de nadar o correr, mientras que sus esposas e hijos fueron tragados” por el agua, explicó a IPS el psicólogo Daya Somasundaram, de la Universidad de Jaffna.

”En algunos casos, hubo padres que sobrevivieron con sus bebés”, pero son la excepción, añadió el experto, que acudió al lugar para aconsejar a las víctimas.

”Esto ha obligado a muchos hombres a ejercer papeles a los que no están acostumbrados”, indicó.

El creciente número de hombres viudos se puede apreciar con sólo visitar algunos de los campamentos para refugiados instalados en los últimos meses, como el de la Escuela Mixta Tamil Hindú de la septentrional localidad de Thanniyootu, en el que hay unas 300 personas.

Allí está Sebastian Croos, de 45 años, que perdió a su esposa pero logró rescatar a sus cuatro hijos.

”Mis hijos ahora sólo me tienen a mí. Va a ser difícil, pero estoy decidido a ayudarlos”, señaló.

Otros hombres en campamentos más al norte, como Point Pedro o Thanniyootu, viven situaciones similares.

Pero el mayor desafío vendrá cuando comience la segunda fase del programa de asistencia a las víctimas de los tsunamis, en la que los habitantes de los campamentos serán reinsertados en sus antiguas comunidades.

No va a ser nada fácil. ”La devastación fue tan sorpresiva y abrumadora que todos los vínculos esenciales de la vida comunitaria fueron rotos ese trágico domingo”, señaló el psicólogo Somasundaram

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