La destitución del gobierno de Nepal por parte del rey Gyanendra es vista como una ofensa a Nueva Delhi y a las potencias occidentales que han presionado por más democracia en ese reino encerrado entre dos gigantes, China e India.
La brutal disolución este martes del gobierno del primer ministro Sher Bahadur Deuba es un completo desaire a India, que había recomendado específicamente al rey no dar semejante paso, sostuvo el profesor S.D. Muni, experto en política nepalesa.
El rey Gyanendra negó que el derrocamiento haya sido un golpe de Estado, mientras efectivos militares rodeaban las viviendas de Deuba y de otros altos funcionarios.
En un discurso emitido por la televisión estatal, Gyanendra acusó al gobierno de fracasar en la celebración de elecciones parlamentarias y de ser incapaz de restaurar la paz en el país, en referencia a la insurgencia maoísta activa desde 1996.
Todas las fuerzas democráticas y líderes políticos deberían unirse para proteger la democracia, dijo Gyanendra en una alocución de media hora.
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Niños inocentes fueron hallados masacrados, y el gobierno no pudo lograr resultados efectivos. La corona es tradicionalmente responsable de la protección de la soberanía nacional, la democracia y el derecho del pueblo a vivir en paz, añadió.
Luego del discurso, fue declarado el estado de emergencia. Agencias de noticias indias reportaron el corte de las líneas telefónicas y de las redes de telefonía móvil y la suspensión del tráfico aéreo. El país parecía completamente incomunicado del resto del mundo.
Nepal afronta el embate de una guerrilla maoísta. Desde el brote insurgente de 1996 han muerto más de 10.500 personas en ese país de 27 millones de habitantes. Los maoístas, que se proponen derrocar al gobierno y establecer un estado socialista, se niegan a dejar las armas y sumarse a la vida política no violenta.
Un antecedente del derrocamiento de este martes fue la clausura, la semana pasada, de la Oficina del Representante del Dalai Lama, líder espiritual del Tíbet en el exilio, y de la Oficina de Bienestar de Refugiados Tibetanos.
Ambas instituciones funcionaron durante 45 años en Katmandú, la capital nepalí, pese al descontento del gobierno chino (que controla el territorio tibetano) y de sus presiones para que Nepal las cerrara.
Muni, quien enseña relaciones internacionales en la Universidad Jawaharlal Nehru, vincula las clausuras de las oficinas tibetanas con el golpe de este martes y estima que tanto India como Gran Bretaña y Estados Unidos deberían sentir la señal de alarma.
Estas potencias deberían tomar en cuenta que Katmandú siempre puede jugar la carta de China, como contrapeso de India y Occidente, dijo Muni en entrevista con IPS.
La presión del pueblo nepalí y de la comunidad internacional podría forzar a Gyanendra a aflojar el lazo con que ahoga a la democracia, opinó.
India manifestó oficialmente su sorpresa por la disolución del gobierno en una declaración de la cancillería, que la consideró un serio paso atrás para la causa de la democracia en Nepal y una grave preocupación para India.
India ha respaldado una democracia multipartidaria coexistiendo con la monarquía constitucional nepalí, un principio que ahora ha sido violado por el rey, al formar un gobierno bajo su control, añade el comunicado.
Los acontecimientos de este martes han puesto a la monarquía y a los principales partidos políticos nepalíes en confrontación directa, añade el texto de la diplomacia india.
Respecto de la guerrilla maoísta, el Ministerio indio de Relaciones Exteriores añadió que es imperativo desarrollar un amplio consenso nacional, especialmente entre la monarquía y los partidos políticos, para afrontar los desafíos políticos y económicos del país.
Continuaremos apoyando la restauración de la estabilidad política y de la prosperidad económica en Nepal, proceso que requiere confianza en las fuerzas de la democracia y respaldo del pueblo nepalí, subraya el comunicado.
Para Muni, India tiene ante sí una difícil decisión. Respaldar al rey sería ir contra la democracia, y enfrentarlo podría alentar la insurgencia, sostuvo.
Gyanendra ascendió al trono tras una sangrienta masacre de la familia real, en junio de 2001, en la que murieron su hermano, el rey Birendra, la reina Aishwayra y el príncipe heredero de la corona, Dipendra.
Inmediatamente después de su coronación, Gyanendra anunció que no sería un monarca silencioso como su hermano, y que jugaría un activo papel en la vida política.
Desde entonces, ha infringido más de una vez los límites de la monarquía constitucional, y ésta es la segunda ocasión en dos años que destituye a Deuba, considerado un fiel realista.
Deuba fue destituido por Gyanendra en 2002 y restituido el año pasado, con la recomendación de formar gobierno con participación de varios partidos y de convocar a elecciones legislativas antes de que concluyera 2004. El parlamento permanece disuelto desde 2002.
La mayoría de observadores en India creen que Gyanendra tiene escaso interés en restaurar la democracia. Hay posibilidades de que abra un diálogo con los maoístas y los partidos políticos y termine embaucándolos, como ha hecho antes, sostuvo Muni.
En 2003, el gobierno acordó un cese del fuego con la guerrilla y medidas de democratización, que sin embargo no se cumplieron.
Con todos los partidos políticos apartados de la escena, resta ver cómo el monarca sienta de nuevo en una mesa de diálogo a los rebeldes y les arranca algún tipo de acuerdo que devuelva la paz al país.
Semejante paso sería toda una paradoja, pues uno de los propósitos básicos de los maoístas ha sido abolir la monarquía.
Sólo podemos albergar profundas dudas sobre el futuro de la democracia en Nepal, dado que el rey Gyanendra no es un demócrata entusiasta, dijo el analista Kalim Bahadur, experto en asuntos sudasiáticos.
La Comisión Asiática de Derechos Humanos, con sede en Hong Kong, reclamó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que interviniera para impedir la violencia, las ejecuciones extrajudiciales, los arrestos ilegales y la tortura.
Si no se lleva a cabo en esta instancia una intervención firme de la ONU y la comunidad internacional para frenar el escalamiento de la violencia, fácilmente podría perpetrarse un baño de sangre, con el movimiento de personas y de noticias totalmente restringido, sostuvo la Comisión en un comunicado.