Diez años después de domar la superinflación, la economía brasileña reconoce un nuevo demonio: las altas tasas de interés que traban el crecimiento y amplían las desigualdades ya desmesuradas de este país.
El Banco Central de Brasil cayó en una trampa debido a la meta de inflación demasiado ambiciosa fijada para este año, de 5,1 por ciento, resumió para IPS el economista Carlos Tadheu de Freitas, profesor de las facultades de Economía y Administración del privado Instituto Brasileño del Mercado de Capitales (Ibmec).
La meta imposible de alcanzar exige un esfuerzo enorme en términos de intereses elevadísimos que afectan toda la economía, desestimula inversiones productivas y aumenta peligrosamente la deuda pública, advirtió Freitas, también ex director del Banco Central.
Las críticas de economistas, políticos y empresarios se acentuaron en las dos últimas semanas, después que la entidad financiera rectora decidió, el 19 de enero, promover el quinto aumento mensual de su tasa básica Selic (Sistema Especial de Liquidación y Custodia), que pasó de 16 por ciento al año en septiembre al actual 18,25 por ciento.
La tasa Selic representa la remuneración de mitad de la deuda pública brasileña. Su aumento en 0,5 punto porcentual representa cerca de 2.500 millones de reales (unos 950 millones de dólares) en gastos adicionales del Estado, según estiman expertos en cuentas públicas.
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De esa forma los intereses costaran al erario público 128.300 millones de reales (49.000 millones de dólares) el año pasado, superando en más de 50 por ciento el esfuerzo fiscal de obtener un superávit primario (sin contar los intereses de la deuda) de 4,6 por ciento del producto interno bruto (PBI).
Ese superávit se obtiene bajando las inversiones públicas y aumentando la carga tributaria, que hoy está entre las más elevadas de América Latina y provoca crecientes protestas de los empresarios. Es más ventajoso comprar títulos de la deuda pública y ganar 12 por ciento al año, en términos reales, que invertir en la producción, apuntan los especialistas.
Los altos intereses representan una brutal transferencia de renta para los acreedores, es decir los bancos e inversionistas del sistema financiero, una minoría de ahorros abultados, agravando las desigualdades económicas. En los últimos años los bancos obtuvieron utilidades récord.
El actual gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva perdió la gran oportunidad de bajar el nivel de intereses en 2003, cuando iniciaba su gestión y disfrutaba el máximo de capital político, comentó a IPS Fernando Cardim de Carvalho, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Los acreedores temían una medida más drástica, como la moratoria, y aceptarían como ventajosa una simple rebaja de sus ganancias, argumentó. Además no había presiones inflacionarias, la recesión económica mantenía muy baja la demanda, añadió Cardim, coincidiendo con Joao Sayad, ex ministro de Planificación.
Brasil adoptó en 1999 la política de metas inflacionarias que está en el origen de las trampas actuales. Los intereses se convirtieron en la única arma contra la inflación.
El Banco Central no hace más que perseguir la meta adoptada por los ministros económicos, observan los que justifican su actuación. Y las altas tasas Selic del año pasado, que variaron de 16,5 a 17,75 por ciento, no impidieron que la economía brasileña creciera cerca de cinco por ciento, argumentan las autoridades económicas y sus defensores.
Pero hay exageración conservadora, el alza de intereses es inútil para contener los precios corregidos por contrato, como los de energía y telecomunicaciones, indexados a la inflación pasada. Como el índice oficial fue de 7,6 por ciento en 2004, habrá este año aumentos similares en estos sectores.
Además, hay precios que dependen del mercado internacional, como el petróleo y el acero que tuvieron gran peso en la inflación del año pasado. De esa forma los intereses inciden sólo sobre los precios libres, exigiendo un esfuerzo redoblado.
El acta divulgada por el Banco Central la semana pasada, explicando las razones del nuevo aumento de la tasa básica, indica que nuevas alzas deben ocurrir, repitiendo lo que muchos consideran terrorismo de las autoridades monetarias.
El mercado ya no cree en estas amenazas, ya que sus negocios a futuro no las toma en cuenta, observó Freitas. En sus pronósticos, el mismo Banco Central de Brasil admitirá en abril o mayo la infactibilidad de la meta inflacionaria de este año, revisándola para 5,6 o 5,7 por ciento, y luego se bajarán los intereses, pronosticó.
Perdidas las oportunidades anteriores de bajarla, la tasa básica está en un nivel muy elevado, lo que reduce la munición del Banco Central para la eventualidad de alguna turbulencia futura, ya que elevarla a 20 o más por ciento haría explotar la deuda pública, llevando a la quiebra al país, comentó Freitas.
Los altos intereses también contribuyen a la actual sobrevaluación del real, que asusta a los exportadores y economistas que consideran indispensable obtener un abultado superávit comercial para reducir la vulnerabilidad de la economía brasileña.
El tipo de cambio está en 2,61 reales por dólar. El mayo pasado era de 3,20 reales por dólar. La moneda brasileña fue la que más se valorizó respecto del dólar entre las más conocidas, advierten los exportadores.
Las exportaciones de enero aún no reflejan el cambio desfavorable, Brasil mantuvo el empuje del año pasado, obteniendo un superávit comercial de 2.183 millones de dólares en enero, fortaleciendo la defensa de la actual política monetaria.
La señal amarilla sólo será notada al deteriorarse el desempeño comercial, pero entonces podrá ser demasiado tarde, concluyó Freitas.