Los países ricos aportarán 34.000 millones de dólares adicionales a la Asociación Internacional de Fomento (AIF), la rama del Banco Mundial a cargo de los préstamos blandos, en los próximos tres años.
La AIF es el organismo del Grupo del Banco Mundial que brinda asistencia a los 81 países más pobres del mundo, cuyos habitantes viven con un dólar diario o menos.
Se trata del mayor aumento de aportes de los últimos dos años, y supondrá un incremento de 25 por ciento a los fondos totales de la AIF.
La AIF es la línea de la vida para muchos de los más pobres del mundo, y este aumento de sus recursos representa un gran paso adelante en los esfuerzos de la comunidad internacional para luchar contra la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, dijo el presidente del Banco, James Wolfensohn.
Los países de África subsahariana, que tienen las mayores deudas por habitante del mundo, recibirán ayuda financiera en forma de donaciones.
Los países con deudas menores recibirán los denominados préstamos concesionales de largo plazo, sin intereses, a un plazo de 40 años y un periodo de gracia de 10. Otras naciones obtendrán un una combinación de donaciones y préstamos concesionales.
De todos modos, el incremento no significa un cambio en la política tradicional del Banco Mundial, en cuya junta tienen mayoría los países del Norte industrial.
La mayoría del dinero se empleará para alentar lo que en el mundo industrializado se denomina un mejor clima para la inversión privada en países pobres, la iniciativa privada y el crecimiento del sector privado nacional.
Se trata de los mismos objetivos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) que han sido muy criticados por expertos, activistas y gobiernos del mundo en desarrollo.
Las condiciones impuestas a los préstamos y las instrucciones de políticas de ambas instituciones sirven, con frecuencia, al interés de los países ricos y a las corporaciones allí radicadas, si bien la finalidad de esos créditos es aliviar la pobreza, afirman los críticos.
Activisas consideran que las medidas recomendadas por el Banco y el FMI atienden fundamentalmente a los inversores privados ajenos al país receptor de los créditos, al abrirle paso a los mercados laborales y a sus recursos a precios de ganga.
En recientes protestas contra el FMI y el Banco Mundial, se acusó a ambas instituciones de poner persistentemente el interés de las corporaciones en el mundo en desarrollo por encima de los intereses de la mayoría pobre de la población mundial.
Creados después de la segunda guerra mundial para impedir desastres económicos como los de la depresión iniciada en 1929, el Banco y el FMI son los principales prestamistas públicos del planeta.
Estados Unidos, principal accionista de estas instituciones, apoyó el aumento de su tesoro, pero advirtió que debe asegurarse que los escasos recursos sean asignados al uso más efectivo posible.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Snow, dijo el martes que esperaba que el aumento de los aportes aliente el comercio, el flujo de capital privado, las remesas y la adecuación de instituciones y políticas en países en desarrollo.
Según los críticos, esta adecuación implica un ambiente legal y regulatorio similar a los predominantes en el mundo occidental.
Representantes de organizaciones de asistencia al desarrollo dijeron no estar sorprendidos ante la vinculación de los nuevos aportes a la liberalización económica de los países receptores de préstamos, con la mayor parte del ímpetu desde Estados Unidos, Europa y Japón.
Se sabía por los documentos analíticos que alimentaron las negociaciones que los donantes se movían en esa dirección, dijo Aldo Caliari, del no gubernamental Centro de Preocupación, con sede en Washington.
No es nuevo que Estados Unidos quiere incrementar el énfasis de los programas nacionales de la AIF en la liberalización de las inversiones, la privatización y la reforma del clima de inversiones, y que los europeos son socios en esta visión, añadió.
Estados Unidos también quiere una mayor supervisión del Banco en los programas implementados en los países en desarrollo.
Sin mediciones y diagnósticos analíticos, es imposible reiterar los éxitos, hacer correcciones de mediano plazo o eliminar programas improductivos, sostuvo Snow en ese sentido.
El Banco Mundial afirma que utilizará los indicadores sistemáticos basados sobre las metas del milenio de la ONU, así como los propios sistemas estadísticos de los países.
Las metas del milenio fueron fijadas en presencia de numerosos jefes de Estado y de gobierno en una sesión especial de la Asamblea General de la ONU realizada en septiembre de 2000.
Entre las metas figuran garantizar para 2015 la educación universal de niños y niñas, y reducir a la mitad, respecto de 1990, la población de pobres, de hambrientos y de personas sin acceso a agua potable ni medios para costearla.
Otros objetivos establecidos en 2000 por los 189 países entonces integrantes del foro mundial fueron promover la igualdad de género, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades y garantizar la sustentabilidad ambiental.