Una auditoría interna del Banco Mundial criticó con fuerza la forma en que la institución selecciona y supervisa los proyectos a los que brinda crédito, y expertos en asuntos de desarrollo exigen la implementación de sus recomendaciones.
El Departamento de Evaluación de Operaciones (DEO), un órgano del Banco Mundial que realiza auditorías independientes, urgió a la institución multilateral de crédito a mejorar, además de los mecanismos globales, la manera en que administra los programas nacionales y regionales.
El informe Enfoque de los programas globales del Banco Mundial —elevado a las autoridades a fines de enero, pero aún poco conocido— indica que la estrategia de la entidad está pobremente definida y que la voz de los países en desarrollo está inadecuadamente representada.
El Banco necesita un programa global independiente que supervise sus operaciones, agrega el estudio.
El informe confirma que los proyectos del Banco son desastrosos para el desarrollo del Sur, según activistas que suelen cuestionar el poder que ostentan dentro de la institución las naciones más ricas del mundo.
Algunas de las cosas que dice el estudio las venimos afirmando hace mucho tiempo. Pero yo no esperaba que fuera tan lejos, dijo Aldo Caliari, del Centro de Preocupaciones, organización de ayuda al desarrollo con sede en Washington.
Otros activistas sostuvieron que la auditoría constituye una invitación para que el Banco, que suele recomendar austeridad y eficacia a los gobiernos, predique con el ejemplo y mejore sus operaciones en varias áreas clave, en especial la toma de decisiones en los niveles más altos.
Manish Bapna, director ejecutivo del Centro de Información del Banco, una organización no gubernamental radicada también en la capital estadounidense, indicó que el estudio revela la desconexión entre países industriales y países en desarrollo en la dirección de la institución y en la de su hermana, el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A menos que los países en desarrollo estén representados más activamente en esos foros internacionales, las recomendaciones que éstos realicen podrán caer en oídos sordos, dijo Bapna.
El primer paso lógico luego de este informe es una radical reestructura de la Junta del Banco Mundial, que eleve la voz y la capacidad de voto de las naciones en desarrollo. Es lo apropiado y hace mucho tiempo que debió hacerse, afirmó.
El DEO evaluó 26 de los 70 programas globales en que participa el Banco, entre ellos el de Reducción de la Malaria, el Foro Global de Investigación Sanitaria, el Fondo Global para la lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, el Fondo Mundial para el Medio Ambiente y el Grupo Consultivo Internacional sobre Investigación Agrícola.
Entre los objetivos de esos programas figuran la reducción de las emisiones de sustancias que dañan la capa de ozono y de dióxido de carbono y la conservación de la biodiversidad. Estos proyectos de alcance mundial complementan las actividades del Banco en los distintos países.
El DEO, que eleva sus informes a la Junta de Directores del Banco, indicó que no existe evidencia de que estos programas generen y difundan nuevos conocimientos, construyan capacidades y mejoren y hagan más eficiente la coordinación entre donantes.
Por otra parte, la falta de claridad en los objetivos, funciones y facultades debilita las responsabilidades dentro de esos programas, según el informe.
El estudio del DEO exhorta al Banco a desarrollar un plan financiero para programas de alta prioridad en que participan donantes, agencias de la Organización de las Naciones Unidas y gobiernos de países en desarrollo.
El plan debe prever la producción de bienes públicos globales genuinos, como nuevas políticas, tecnologías y prácticas en beneficio de los pobres, agrega el DEO.
Concentrarse en el papel y la efectividad del Banco en los programas que incluyen alianzas globales permitirá a la institución trabajar con sus socios en la implementación de una estrategia y planes de financiamiento globales dedicados al crecimiento sustentable con reducción de la pobreza, dijo Gregory K. Ingram, director general de Evaluación de Operaciones del Banco Mundial.
El estudio del DEO también cuestiona el Marco Integrado de Asistencia Técnica Relacionada con el Comercio, el principal programa de defensa del libre intercambio en el mundo.
Esta iniciativa fue creada para mejorar la capacidad de negociación de los 49 países pobres considerados menos avanzados según los parámetros de la institución, y en ella participan otras agencias, incluida la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El programa se concentra principalmente en estudios, y brinda poca asistencia técnica de seguimiento dirigida a mejorar la capacidad de los países en desarrollo, como puente de financiamiento hasta la materialización de otras fuentes financieras, indica el estudio.
Caliari, entre otros observadores, considera que, si los grandes programas fallaron, los países en desarrollo deberían desconfiar de los de alcance más reducido administrados por las instituciones financieras internacionales.
Imagínese que si la mayor iniciativa comercial de la Tierra tiene esos problemas, qué quedará para los programas más pequeños, dijo el activista.
Los proyectos del Banco Mundial tienen un gran impacto en muchos países en desarrollo.
El Banco administra un portafolio total de 200.000 millones de dólares, incluida la mayor porción de fondos fideicomisiarios entre las organizaciones internacionales —7.100 millones a fines de 2004—, del cual 64 por ciento está comprometido en programas mundiales y regionales.
Los países del Grupo de los Siete, que reúne a las naciones más industrializadas (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón), controlan el Banco Mundial y el FMI.
Las decisiones en ambas instituciones se adoptan por el voto de los directores ejecutivos, que representan a países y grupos de países miembros. A diferencia de la ONU, en que cada nación tiene un voto, el poder en el Banco y el FMI está determinado por el monto de su aporte financiero.
Estados Unidos, la mayor economía mundial, tiene 20 por ciento de los votos en la Junta de Directores Ejecutivos. Los países del Grupo de los Siete concentran 45 por ciento.