El Foro Social Mundial, a su retorno a Brasil, encuentra en América del Sur un variado archipiélago de gobiernos progresistas y movimientos de izquierda, que impulsan con convicción la integración regional e intentan, por la vía de ensayo y error, responder a las fuertes demandas sociales.
Gobiernos como el de Néstor Kirchner, en Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, y Hugo Chávez, en Venezuela, aplican políticas contradictorias y no logran resolver el dualismo de tener en sus países enclaves de prosperidad frente a grandes bolsones de miseria y exclusión, señaló a IPS el experto en geopolítica y general retirado del ejército venezolano, Alberto Müller.
Sin embargo, tanto esos gobiernos como los grupos políticos y sociales que les respaldan o los que en otros países aún son oposición capitalizan una especie de movimiento cíclico de la región, con el péndulo esta vez del lado izquierdo y de la integración, dijo a su vez a IPS Carlos Romero, profesor de asuntos internacionales en varias universidades de Venezuela.
Otra característica de la actualidad, destacan los expertos, es que el avance de la izquierda se produce en el marco de un desmadejamiento de algunos partidos políticos como intermediarios de la sociedad, en tanto los movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales apenas aportan visión y soluciones parciales o sectoriales ante los problemas.
¿Qué es lo que ha cambiado? se pregunta Müller. El crecimiento extraordinario de la pobreza, como resultado de las políticas neoliberales que se aplicaron en los años 80 y sobre todo en los 90, hizo surgir un problema de gobernabilidad, se respondió.
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La ingobernabilidad estará presente mientras no sea posible incorporar el sector que creció empobrecido y excluido al área más avanzada de la vida económica y social, advirtió Müller.
Esa realidad sostiene las luchas de los 'piqueteros' (el movimiento creado y motorizado por los trabajadores desocupados) en Argentina, los cocaleros (cultivadores de coca liderados por el diputado Evo Morales) de Bolivia, los indígenas de Ecuador o los guerrilleros de Colombia, detalló.
Para este analista, los gobiernos de Lula, Kirchner o Chávez tienen políticas contradictorias, y no pueden ignorar factores de poder establecidos, que tienen dinero, conocimientos, habilidades y un potencial de actuar de manera autónoma e incluso desestabilizar gobiernos si se asocian con elites de países industrializados.
Lula (el ex sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores), mejor que Kirchner o Chávez, busca conciliar con esos factores y, simultáneamente, tratar de elevar la capacidad de los sectores marginales que son mayoritarios, apuntó. Hay un choque de intereses, según Müller.
Puesto a dibujar el mapa político actual de los países latinoamericanos, Romero observa que es muy variado.
Va desde la tendencia moderada de los presidentes (Martín Torrijos) de Panamá y (Nicanor Duarte Frutos) de Paraguay, hasta la izquierda radical del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, el (gobernante) Movimiento V República (MVR) de Venezuela, la izquierda colombiana del Polo Democrático Independiente o el Movimiento al Socialismo de Morales, en Bolivia.
Otra división, más clara, es que algunos de esos movimientos llegaron al poder, y otros no.
Para Romero las clasificaciones que se hacen muestran en general dos tendencias: una radical, según la cual llegó la hora de la revolución latinoamericana y de integrarnos para la ruptura, y otra reformista, de quienes apuestan por gobiernos moderados, que hagan política de izquierda sin sacrificar la relación con Estados Unidos.
El analista ubica entre los primeros a Chávez, el Polo Democrático Independiente, la principal coalición opositora de Colombia y que gobierna Bogotá, el MST y grupos socialistas de Brasil, los movimientos indígenas de Bolivia y de Ecuador, la izquierda marxista extraparlamentaria de Chile y los piqueteros (llamados así por bloquear rutas como protesta) y sectores de izquierda del gobernante Partido Justicialista de Argentina.
Los moderados son, a su juicio, Lula, Kirchner, Torrijos y los principales partidos que les apoyan. Posiblemente también forme parte de este grupo el Encuentro Progresista/Frente Amplio que gobernará Uruguay con Tabaré Vázquez como presidente a partir del 1 de marzo, añadió.
Empero, Müller advirtió que la mayoría de esas causas están en manos de líderes carismáticos, que privilegian su actuación política y colocan en segundo plano su labor administrativa, lo que representa un problema de eficiencia para sus gestiones.
Romero evocó que todas esas fuerzas recogen la crisis de gobiernos y movimientos centristas, reformistas o modernizadores, que viven una mala hora, en referencia a los partidos y líderes que gobernaron en los años 80 y 90, muchos de ellos impulsando política neoliberales tras las dictaduras que asolaron el sur de América en los años 70.
La encuesta Litinobarómetro de 2004, que anualmente abarca un universo de 18.000 habitantes de la región, mostró que 53 por ciento de los consultados apoyan el sistema democrático, pero aún queda 15 por ciento de ellos que prefieren gobiernos de fuerza, 21 por ciento se manifestó indiferente al tipo de régimen que encauce sus aspiraciones y el resto ni siquiera contestó.
En ese clima, los movimientos y encuentros como el Foro Social Mundial, que comienza el 26 de este mes en Porto Alegre, sur de Brasil, o el de fuerzas políticas de izquierda, de Sao Paulo, se debatirán respecto de la región entre apoyar posiciones radicales o el híbrido entre izquierda y moderación que aplica Lula, apuntó Romero.
Las organizaciones de la sociedad civil actuarán según su alineamiento mundial en una u otra esfera, estimó.
Müller fue más crítico, pues en su concepto los movimientos sociales a menudo no responden a una visión holística de los problemas de la humanidad o de esta región, sino que son casi espontáneos, ad-hoc, sin capacidad de persistencia ante el nuevo modo de producción, informatizado, que reemplaza a la sociedad industrial.
Sin embargo, según el especialista, tanto esos movimientos horizontales como los líderes carismáticos que gobiernan varios de los países de la región pueden hacer un aporte importante si abonan el camino a la integración, que sí es una alternativa para ir definiendo un modelo de civilización o sociedad, como el estadounidense, el chino, el indio o en buena medida el europeo.
En un escenario global, estos movimientos pueden parecer frágiles, pero si logran formular una ideología en forma de una propuesta cultural, que se sustente en una serie de valores comunes para América Latina y el Caribe, pueden tener un carácter permanente y ofrecer una salida, remarcó Müller.