El discurso con que George W. Bush inauguró su segundo periodo como presidente de Estados Unidos estuvo colmado de la retórica que encanta a sus votantes pero rechina a casi todo el resto del público, tanto dentro de este país como en el extranjero.
Se trató de una oratoria plagada de referencias religiosas, dominada por la certidumbre de que Washington tiene la misión de difundir la libertad en el mundo, e incluso por la seguridad en el triunfo en esa misión.
Bush dijo libertad y sus sinónimos más de 40 veces en un discurso de 1.800 palabras.
Argumentó, incluso, que la supervivencia de Estados Unidos depende de exportar la libertad. Los acontecimientos y el sentido común nos llevan a una conclusión: la supervivencia de la libertad en nuestra patria depende cada vez más del éxito de la libertad en otras, dijo.
Al mismo tiempo, evocó la amenaza mortal que supone la violencia que emerge desde el resentimiento y la tiranía.
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Es política de Estados Unidos apoyar el crecimiento de movimientos e instituciones democráticos en toda nación y cultura, con la meta última de acabar con la tiranía en nuestro mundo, advirtió.
Bush acotó que no perseguiría ese objetivo sólo por la fuerza. Aunque, agregó, nos defenderemos y defenderemos a nuestros amigos por la fuerza de las armas, de ser necesario.
Insistió en que Washington pretende ayudar a otros a hallar su propia voz, conquistar su propia libertad y trazar su propio camino, y en que su gobierno no se intimidaría al impulsar sus metas.
La influencia de Estados Unidos no es ilimitada, pero, por suerte para los oprimidos, es considerable, y la usaremos confiados en la causa de la libertad. Dejaremos la alternativa clara a todo gobernante y a toda nación: la opción moral entre opresión, que siempre es equivocada, y la libertad, que es eternamente correcta, enfatizó.
Tradicionalmente, el presidente de Estados Unidos presenta sus grandes visiones más que sus planes concretos en el discurso con inaugura su periodo de gobierno.
Pero analistas expresaron sorpresa por la casi total falta de especificidad de la política exterior presentada por Bush en el Capitolio.
Me recuerda mucho al discurso de John F. Kennedy en 1961, en cuanto a que los estadounidenses estaban dispuestos a 'llevar cualquier carga' para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad, y eso es lo que nos metió en Vietnam, dijo Jonathan Clarke, experto del liberal Instituto Cato.
Este tipo de retórica puede meterte en muchas dificultades, consideró Clarke.
Particularmente notable fue la falta de mención a la situación en Iraq, excepto cuando dijo: Nuestro país ha aceptado obligaciones que son difíciles de cumplir, y no sería honorable abandonarlas.
Hay algunas referencias indirectas al sacrificio, pero la falta de mención a Iraq habla de las vulnerabilidades del gobierno, opinó el director de estudios de política internacional de la oficina en Washington del académico Consejo de Relaciones Exteriores, Lee Feinstein.
Iraq representa un serio problema de credibilidad, dada la insistencia de Bush en que Washington no desea imponer la democracia en otros países, según Ivan Eland, del Instituto Independiente, un centro de estudios radicado en California.
Él dice que la libertad debe ser una elección, pero no es eso lo que sucede en Iraq. Los iraquíes no tienen opción, pues fue el gobierno estadounidense el que decidió 'liberarlo' y el que se enfrenta con lo que podría ser una guerra civil abierta. Bush cree que funcionará, pero la mayoría de los expertos no están de acuerdo, sostuvo Eland.
De hecho, según las encuestas más recientes, una creciente mayoría del público estadounidense no tiene confianza en la misión de Washington en Iraq.
El discurso no tuvo en cuenta que tenía como público una nación muy dividida, dijo Marina Ottaway, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Fue elaborado para los muy simpatizantes de Bush, pero para los que se han vuelto escépticos, incluidos muchos de sus votantes, el discurso será muy difícil de seguir.
El presidente declara el éxito de nuestras políticas en momentos en que cada vez más gente ve Iraq como un error, agregó la experta.
Ottaway pronosticó que el discurso será mal recibido en el extranjero, en especial en el mundo árabe, por lo que perciben como hipocresía y doble discurso.
Este discurso niega la tensión clave entre la democracia y la 'guerra contra el terrorismo', que ha obligado a Estados Unidos a comportarse más amistosamente con varios regímenes no democráticos, observó Thomas Carothers, también del Fondo Carnegie.
Esa tensión será percibida también por el público de Rusia e incluso el de China, con el que el gobierno de Bush tiene hoy una excelente relación, agregó.