CHILE: Intranquilo océano baña costas inseguras

«Y ese mar que tranquilo te baña/ te promete futuro esplendor”, dice el himno nacional de Chile, aunque el océano Pacífico, pese a su nombre, es una amenaza permanente para este país que no cuenta con suficiente preparación para enfrentar los devastadores efectos de un maremoto.

La ira del mar que el 26 de diciembre cayó sobre el sur y sudeste de Asia y llegó hasta Somalia, matando a más de 150.000 personas, hizo recordar el maremoto que azotó el sur de Chile hace 44 años y puso en evidencia las dificultades de las autoridades y de la población del país para coordinar hoy esfuerzos en busca de amortiguar los daños de fenómenos de este tipo.

Con una superficie de 756.252 kilómetros cuadrados, Chile ocupa el séptimo lugar por tamaño de territorio en América del Sur, pero con "su larga y angosta faja de tierra” es proporcionalmente el país de mayor litoral, con más unos 4.300 kilómetros.

Todo el territorio chileno se emplaza en la zona de fricción de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana, las cuales al colisionar "producen esfuerzos al interior de la corteza que desatan movimientos sísmicos.

Por lo tanto, está abierta la posibilidad de que haya un terremoto en las cercanías de la costa chilena que provoque "tsunamis”, palabra japonesa usada para referirse a las grandes olas de un maremoto que rompen sobre las costas, señaló a IPS el jefe del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, Carlos Aranda.

Asimismo, para el director de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi), Alberto Maturana, "ninguna ciudad en el mundo está preparada para un cataclismo, sea que éste se produzca en Estados Unidos o en Japón". "Cuando el evento tiene caracteres cataclísmicos rebasa toda preparación”, según comentó a IPS.

Maturana indicó, sin embargo, que la diferencia de Chile con los países involucrados en la tragedia del sudeste asiático está en que aquí existen "planes y programas que se aplican regularmente y se hacen ejercicios con la población”, junto a organismos especializados, como el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada y la misma Onemi.

Desde hace tres años, la oficina gubernamental de emergencias puso a disposición de las 92 comunas (municipios) costeras de Chile el llamado "Plan Accemar”, una metodología de planificación para una contingencia como tsunamis.

Este experto en catástrofes reconoció que algunas comunas "han logrado algunos hitos antes que otras, por ejemplo en señalización y rutas de evacuación como Arica y Antofagasta”, en el extremo norte de Chile.

Otras comunas, como Constitución, Talcahuano y Concepción, en el centro del país, o Puerto Montt, más al sur, "exhiben un buen trabajo de información y sensibilización con su propia comunidad y sus comportamientos esperados”, agregó.

El maremoto de fines de diciembre en el océano Índico evocó los días 21 y 22 de mayo de 1960, cuando entre las australes provincias chilenas de Concepción y Chiloé se registró el movimiento telúrico más fuerte de la historia moderna con una intensidad de 9,5 grados en la escala de Richter.

La energía liberada entonces superó miles de veces a las generadas por las bombas atómicas lanzadas en 1945 por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, y los efectos alcanzaron a un tercio de la población chilena de esos años, poco más de dos millones de habitantes.

Olas de más de casi 20 metros cayeron sobre la costa a gran velocidad e invadieron la ciudad de Valdivia, la más afectada, destruyendo 45 por ciento de las viviendas y provocando el hundimiento del suelo en tres metros. Los daños se calcularon en la época en 1.000 millones de dólares y murieron unas 6.000 personas.

Según el Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, El sismo con epicentro cerca de la noroccidental isla indonesia de Sumatra y los que sacudieron a Chile en 1960 fueron producto de zonas de subducción, es decir, cuando una placa se sumerge debajo de otra.

No obstante, el terremoto de Valdivia liberó al menos ocho veces más energía que el que afectó esta vez a una decena de países del sur y sudeste asiático y afectó hasta la oriental costa africana.

La población chilena asentada en el litoral es altamente vulnerable a tsunamis en este país de extenso litoral oceánico y una historia sísmica que registra los terremotos de Valparaíso en 1730 y 1906, de Concepción en 1835, Arica en 1868 y 1879, Taltal-Coquimbo en 1922 y Valdivia (1960), los cuales generaron maremotos.

El Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) elaboró las cartas de inundación de 28 ciudades, las que presentan un declive en sus playas propicio para que las olas en caso de maremoto, que alcanzan una velocidad de hasta 700 kilómetros por hora, provoquen estragos.

Este organismo de la Armada está coordinado con la red de alerta temprana internacional de los países de la cuenca del Pacífico, cuya central se localiza en Hawai.

El sistema, formado por numerosos sensores costeros conectados por satélite, mantiene un monitoreo de las mareas en tiempo real y permite saber de inmediato cuándo y dónde se ha producido un terremoto, dando tiempo para determinar si se originará un tsunami y la posible magnitud de éste.

Si el terremoto se produce en Japón el maremoto demoraría entre 22 y 25 horas en llegar al litoral chileno, pero, si se registra cerca de las costas de este país, el tiempo para prepararse es mucho menor.

"Dadas las características geográficas de nuestro territorio, Chile no dispone de horas como dispuso el sudeste asiático, y de tener un sismo cercano, sólo contamos con minutos”, aseguró Maturana.

Aranda acusó que, pese a contar con de informaciones y elementos que permiten elaborar planes de prevención impulsado por las autoridades, éstos no se están llevando a cabo.

"Entiendo que sólo 15 por ciento del total de encargados de emergencia municipales han participado en los cursos de Onemi, en circunstancias que debiera ser una prioridad”, manifestó el experto universitario.

Para Maturana es "fundamental cómo lo hagan los gobiernos locales y sus comunidades, pues se necesita un real compromiso de los alcaldes y sus municipalidades para movilizar adecuadamente los instrumentos que ellos tienen más cerca de la gente”.

Los vecinos de ciudades ribereñas deberían estar prevenidos ante el riesgo de maremoto, buscando refugio sobre los 20 metros de altura y llevando sólo implementos básicos como linternas, pilas, radio y fósforos. Luego de registrado el tsunami no se debe consumir alimentos ni agua que hayan estado en contacto con las olas, en prevención de epidemias.

"La gente debe reaccionar automáticamente frente a un comportamiento anormal del mar. Si un sismo en borde costero hace perder el equilibrio, esa persona y su familia deben evacuar inmediatamente hacia zonas de altura, no esperar el toque de la sirena o que alguien venga a avisarle. El terremoto es el propio aviso. Lo mismo si el mar se empieza a recoger”, dijo Maturana.

El director de Onemi apuesta por "la educación e integración de la comunidad, los ejercitamientos y participación de las personas en los planes y programas previstos, mientras que los avisos externos pueden ser un complemento”.

Las últimas cifras disponibles de aseguradoras indican que apenas unos 100.000 clientes, sobre todo empresas, han contratado coberturas adicionales ante sismos y salidas de mar, aunque cada vez más los bancos exigen seguros contra terremotos como requisito para otorgar créditos hipotecarios para la adquisición de viviendas.

Los expertos coinciden en que Chile no está libre de la posibilidad de maremotos de la misma envergadura que el ocurrido el 26 de diciembre en el océano Índico.

La Universidad de Chile ha habilitado 80 centros de sismología coordinados con oficinas regionales de Onemi, capacitados para realizar evaluaciones ante un movimiento telúrico, pero la gran falencia está en los sistemas de comunicación de los que dependen dichos centros, que quedarían fuera de operaciones ante un terremoto en gran escala.

"No hemos pasado la gran prueba, de modo que tenemos la pregunta de cómo va a operar nuestra red. Sabemos que los sismógrafos sí van a funcionar, lo que no va a funcionar van a ser las comunicaciones entre gran parte de ellos”, confirmó Aranda.

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