AMBIENTE: El derecho de los vulnerables

La prevención de desastres es «parte del derecho a la vida y la gente debe estar dispuesta a reconocerla y a pelearla como tal», dijo a IPS Gustavo Wilches-Chaux, experto colombiano en la materia.

Abogado y ecologista, Wilches-Chaux se presenta sí mismo como "ex alumno del terremoto de Popayán y ex alumno del terremoto de Tierradentro, con un posgrado en el terremoto del Eje Cafetero", ocurridos en el sudoeste y el centro de Colombia en 1983, 1994 y 1999 respectivamente.

En Popayán diseñó y dirigió un programa estatal de reconstrucción comunitaria de la ciudad, una joya arquitectónica del periodo colonial, en Tierradentro (zona indígena y de parques naturales) dirigió la oficina gubernamental para recuperar comunidades y ecosistemas afectados, y en el Eje Cafetero fue consultor para "pensar el desastre", sus causas y consecuencias, y para acompañar a las comunidades.

Estaba en Cuba evaluando proyectos de gestión de riesgo con niños y jóvenes para la organización humanitaria británica Save the Children, cuando el huracán Iván sorpresivamente alteró su rumbo en el último minuto, y preservó la isla. De no haber sido así, sostiene, el impacto habría sido de tal magnitud, que habría caído el gobierno de Fidel Castro.

Nunca se sabrá si Wilches-Chaux exagera sobre la salvación providencial de la revolución cubana, pero para él está claro que los desastres poco tienen que ver con "actos de Dios", y sí mucho con los actos del hombre.

A la hora de atribuir responsabilidades por el impacto y frecuencia crecientes de fenómenos como los huracanes, uno de los culpables es el recalentamiento del planeta asociado con los modelos predominantes de desarrollo, y en especial con el uso masivo de combustibles fósiles. Otros son la pobreza y el hacinamiento, en un mundo que ya tiene 75 por ciento de población urbana.

"El mismo aguacero que antes no producía desastres ahora sí lo hace, porque cada vez hay más gente, y cada vez más gente en condiciones de exposición, o sea de vulnerabilidad", dijo Wilches-Chaux a IPS.

La pobreza "hace que la gente, en su afán de defender su derecho al planeta, ocupe zonas que no deberían ser ocupadas para vivienda", señaló.

El impacto de los desastres no sólo está relacionado con la vulnerabilidad de los asentamientos humanos, sino también con modelos de desarrollo con poca flexibilidad de adaptación a una naturaleza que siempre es cambiante, y a los propios cambios causados por las personas en los ecosistemas.

Por eso, los desastres no son "naturales", sino propiciados por el hombre.

"Los desastres no constituyen hechos súbitos y aislados de la vida 'normal' de la comunidad", según Wilches-Chaux, que recibió en 2004 una mención de honor del premio Sasawaka, otorgado cada año a las personas que realizan contribuciones relevantes a la mejora de la salud pública.

Para él, un desastre ocurre cuando confluyen el riesgo y la vulnerabilidad, entendiendo por "riesgo" un cambio en el ambiente que afecta a una comunidad.

"La gestión del riesgo consiste en generar condiciones para que la vida sea garantizada con calidad y dignidad", y es una forma de gestión del desarrollo sostenible en el terreno de los desastres, sostiene el experto, uno de los fundadores de la Red de Estudios Sociales sobre Desastres en América Latina.

En su opinión, más que hablar de países desarrollados o subdesarrollados, debería hablarse de países sostenibles y no sostenibles, ya que cuando el desarrollo impide la convivencia armónica con la dinámica natural, se incrementa la insostenibilidad del modelo.

Pero el desarrollo sostenible no reside en "fórmulas mágicas", y cada comunidad debe descubrir, en la práctica, qué significa para ella, alerta.

Sin embargo, en materia de desastres sí hay, según expertos, una "fórmula mágica", pero es tan fácil de enunciar como difícil de llevar a la práctica: disminución del riesgo, de la vulnerabilidad y de los efectos negativos, es decir, prevención, mitigación y preparación en desastres, son los pasos a dar. Y una vez ocurrido el desastre, se debe escuchar a la comunidad, en vez de considerarla un receptor pasivo de asistencia.

Para Wilches-Chaux, las comunidades humanas son equiparables a un ser vivo y tienen su propio sistema de defensas. Si son víctimas de un desastre, poseen "mecanismos de superación" que, si se los reconoce y respeta, "les permiten (a los damnificados) transformarse creativamente como resultado de las crisis".

Aunque los afectados por desastres son presentados en los medios como "víctimas impotentes", es en ellos donde reside la clave para canalizar adecuadamente los recursos pertinentes, según carencias identificadas por las comunidades.

"Las distintas expresiones de la cultura de las comunidades locales (son) la columna vertebral de su sistema inmunológico y de sus posibilidades creativas", para Wilches-Chaux, autor del manifiesto "Derechos de personas y comunidades afectadas por desastres", escrito en 1999. Hoy añadiría, en el título, "afectadas y vulnerables a desastres", señaló.

Esos derechos "se pueden resumir en el derecho a que toda actividad posterior al fenómeno que desencadenó (el desastre) se realice en función de activar y fortalecer esos 'mecanismos de superación'" de las comunidades afectadas.

Por ejemplo, los afectados tienen derecho a que no se los obligue a evacuar una zona declarada por las autoridades como de alto riesgo, siempre y cuando posean información suficiente (otro derecho) para evaluar las consecuencias de su negativa.

También a la protección del Estado, a la evacuación oportuna y concertada, y a planes de prevención, contingencia y emergencia, de recuperación y de reconstrucción, según el manifiesto.

Otros de sus derechos son los de participar en las actividades de asistencia en forma directa, activa, decisoria y eficaz, y en un posterior desarrollo con sentido humano, social, económico, ambiental y cultural, no centrado en la mera reconstrucción de la infraestructura física.

Frente a los medios de comunicación, las personas afectadas tienen derecho a que se respete su intimidad, "a que no las conviertan en motivo y oportunidad para el sensacionalismo" y a que la información que se transmita "contribuya a comprender de manera veraz, objetiva y racional las causas y procesos que condujeron al desastre".

Tienen derecho, asimismo, a que se desarrollen programas de gestión del riesgo para prevenir desastres futuros, con el fin de obtener un "manejo adecuado de las amenazas y la mitigación de los factores de vulnerabilidad, de manera que ni la dinámica de la naturaleza se convierta en un desastre para las comunidades, ni la dinámica de éstas en un desastre para los ecosistemas", siempre según el manifiesto.

Con toda su experiencia en incentivar la participación ciudadana en caso de desastre, Wilches-Chaux también tienen en cuenta lo que llama el "derecho a la participación de la naturaleza".

"Las personas y comunidades afectadas por desastres, al igual que los ecosistemas con los cuales éstas interactúan, tienen derecho a que la voz de la naturaleza sea escuchada", porque se trata de avanzar "hacia la construcción de unas relaciones sostenibles entre las comunidades y su entorno", alega.

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