SIRIA-IRAQ: Tensa calma en la frontera

Últimamente no ha habido combates cerca de esta desolada aldea sobre la frontera sirio-iraquí, como había antes de la invasión de Iraq, dicen sus habitantes.

Tampoco cruzan la frontera automóviles ni personas, porque las autoridades iraquíes y las fuerzas de ocupación de Estados Unidos cerraron el paso durante la ofensiva del mes pasado contra la central ciudad iraquí de Faluya, bastión de la resistencia sunita contra la ocupación.

Ya no se ven más soldados ni banderas estadounidenses; sólo torres de observación, posiciones de tiro y una valla. Del lado sirio hay una nueva rampa de tres metros de alto para impedir la entrada de automóviles cerca de la aldea.

Hiri parece abandonada a sus habitantes y un puñado de funcionarios de seguridad que no reciben de buena manera a los visitantes, aun si sólo pasan para dar un vistazo y no desean cruzar la frontera hacia Iraq.

Estados Unidos acusa a Siria e Irán de apoyar a la resistencia iraquí, y les advirtió en varias ocasiones que dejen de interferir en Iraq.
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”Dejaremos claro tanto a Siria como a Irán que interferir en los asuntos internos de Iraq no los beneficiará”, advirtió la semana pasada el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

Washington presionó a Damasco para detener lo que considera un flujo continuo de personas y de dinero para respaldar insurgentes en Iraq. Después, volcó su atención hacia la presencia en Siria de miembros del derrocado partido iraquí Baas y su supuesto papel en la financiación y el respaldo a la insurgencia.

Oficialmente, Siria alberga a unos 45.000 iraquíes, pero informalmente se habla de hasta un millón de refugiados.

”Hay muchas personas del régimen aquí”, sostuvo Mahdi al-Obeidi, quien se describe como ”un representante del partido Baas original”, previo a la presidencia del derrocado presidente Saddam Hussein.

Obeidi huyó de Iraq durante el gobierno de Saddam Hussein (1979-2003) y ha vivido en la capital siria por 30 años.

En su pobre oficina de Damasco, dice haber recibido a muchos recién llegados. Ya no hace distinción entre ”los hombres de Saddam” y los otros, porque ahora los iraquíes atraviesan horas de angustia y es momento de unirse para combatir a los estadounidenses, dijo.

”Si sólo me quedara un centavo, se lo daría a la resistencia”, declaró a IPS. La mayoría de los iraquíes aquí en Siria sienten de esa forma también, por lo tanto no sorprenden que traten de apoyar a los ”combatientes de la libertad”, agregó.

Los sirios están ”muy solidarizados con la resistencia”, pero lamentablemente, el gobierno sirio no ha ayudado mucho, manifestó Obeidi.

Pocos analistas en Siria, incluso algunos cercanos al gobierno, niegan la existencia de una filtración de sirios hacia Iraq para unirse a la insurgencia. La frontera es larga, dicen, e imposible de sellar por completo. Muchas familias y tribus la atraviesan a diario, casi libremente.

Un jeque de la tribu duleimi residente en la ciudad de Abu Kamal, cerca de Hiri, dice conocer a muchas personas que han ido a Iraq y regresado. Él mismo estuvo en Iraq durante la guerra para visitar a su familia extendida, y a duras penas pudo regresar con vida.

Pero lo que preocupa a Estados Unidos, mucho más que esas filtraciones individuales, es la posibilidad de que el gobierno sirio pase por alto infiltraciones organizadas y masivas, o incluso la aliente activamente.

En general se acepta que eso ocurrió durante la guerra de Iraq en 2003, pero desde entonces las autoridades han intentado al menos reprimir los casos más flagrantes.

Mahmoud Mohammed al-Ghasi, conocido como el jeque Qa'aqa, era un fervoroso predicador contra los planes de Estados Unidos para Medio Oriente antes de la invasión de Iraq, en marzo de 2003. Ataviado como un combatiente afgano, exhortaba a los fieles musulmanes a oponerse a los designios de Washington en la región, pero tras la invasión, el gobierno le puso freno.

Ahora, parece un empresario. Viste una chaqueta, se recortó la barba y dejó de predicar en la mezquita del lugar. ”El gobierno no tiene ningún problema conmigo. Sólo creo que algunos funcionarios se preocupaban porque yo atraía a mucha gente”, manifestó.

Un ex colaborador de Qa'aqa que prefirió mantener en el anonimato dijo contarse entre un grupo de 300 hombres que abandonaron al jeque hace casi un año porque el clérigo ”resultó un fraude”.

La fuente dijo que, antes de la guerra, Qa'aqa llamaba a la ”guerra santa” islámica contra Estados Unidos si éste invadía Iraq, pero tras la caída de Bagdad, el jeque dio una vueltan en U.

El ex colaborador de Qa'aqa es observado de cerca por la policía secreta y tiene prohibido reunirse con otros ex seguidores del jeque.

”No quieren que nos organicemos”, dijo. Sin embargo, afirmó que él y otros ex seguidores de Qa'aqa tienen ”muy buenos contactos” entre los insurgentes de Iraq y que cruzar la frontera no es difícil.

Un asesor de la cancillería consideró ”inconcebible” que el gobierno permita el apoyo a la insurgencia iraquí. Esos sirios ”pueden ir y pelear, recibir entrenamiento, y luego volver y crear problemas”, advirtió Riad Daoudi.

Pero el abogado y activista de los derechos humanos Anwar al Bounni opina que Damasco está tomando medidas contra la colaboración con la resistencia iraquí, arrestando a combatientes que regresan de Iraq y a líderes islámicos que exhortan a la guerra santa en el país vecino.

Estas medidas no se deben a que las autoridades sirias quieran detener por completo la filtración de combatientes, sino a que no quiere que esto ocurra ”fuera de su control”, dijo.

Según Bounni, el autoritario gobierno sirio no tiene interés en que Iraq se convierta en un país estable, libre y democrático, porque esto sería un ”mal ejemplo” para los ciudadanos sirios.

Otro analista opinó que Siria puede tener un papel ”pasivo” permitiendo el flujo de combatientes y apoyo financiero hacia Iraq, pero estaría dispuesto a detenerlo ”a cambio de un papel” en los asuntos de su vecino.

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