La catástrofe del maremoto del domingo en ocho países del océano Índico deja una enseñanza crucial sobre la necesidad de alerta temprana para reducir los riesgos y la vulnerabilidad de la población, afirmó un experto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Un mensaje simple y oportuno puede ayudar mucho y establecer la diferencia entre la vida y la muerte o entre la supervivencia económica y la ruina, dijo Sálvano Briceño, director de la secretaría de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD), un organismo de la ONU con sede en Ginebra.
Un sismo de nueve grados en la escala de Richter, con epicentro localizado en el noroeste de Indonesia, desató olas gigantes que barrieron los territorios costeros de la Bahía de Bengala (norte del océano Índico), y que llegaron incluso a la costa oriental de Africa. La cifra de muertes se eleva a 23.000, pero aún hay miles de personas desaparecidas.
Los maremotos son fenómenos poco frecuentes, en particular en las aguas del Índico. La gran mayoría (80 por ciento) de esas olas gigantescas (conocidas con el término japonés tsunami) provocadas por sismos en el lecho marino, se registran en el océano Pacífico.
Uno de los más recientes ocurrió en 1998, en Papúa-Nueva Guinea, donde una gran ola se descargó sobre varias aldeas y causó unas 2.000 muertes. Pero fue un fenómeno localizado, a diferencia del desastre del domingo, que afectó a Birmania, India, Indonesia, Malasia, Maldivas, Sri Lanka, Somalia y Tailandia.
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Sri Lanka, Indonesia, India y Tailandia son los países más dañados por el desastre del domingo.
Alrededor de 10 por ciento de los maremotos ocurren en el océano Atlántico y el resto se reparte en los demás mares, incluido el Índico, explicó John Harding, experto en coordinación científica y técnica de la EIRD.
Por eso en el Pacífico existe un sistema de alerta precoz desde 1948. En cambio, los países del Índico carecen de ese medio de prevención.
Apenas se desencadena un sismo de cierta intensidad, en el Pacífico se pone en movimiento un sistema de información a todos los países del área, que ahora con la ayuda de los satélites permite seguir la marcha de las violentas corrientes del maremoto y también establecer el tiempo y el lugar de la superficie terrestre donde descargará su furia, dijo Harding a IPS.
Esto no es difícil de entender, pues se basa en un sistema observación satelital y de redes sismológicas que suministran centenares de informes anualmente, detalló. Pero desgraciadamente este sistema no existe en el Índico, enfatizó.
El programa de información del Pacífico está dirigido a las poblaciones y a las comunidades que viven a orillas del océano. De manera sistemática, alecciona acerca de la mejor manera de reaccionar cuando en esos lugares se siente un sismo.
Cuando los pobladores de esos lugares ven retroceder el mar, lo último que deben hacer es correr a contemplar lo que ocurre. En muchos lugares del Pacífico, por ejemplo en Hawai, se encuentran en las playas carteles con leyendas explicativas de la conducta que debe asumirse cuando sobreviene un maremoto, refirió Harding.
Pero no todo se reduce a simples consejos impartidos en las comunidades. Lo que se necesita son disposiciones sistemáticas aplicadas. Y en ese sentido, los especialistas de la ONU confían en los resultados que se obtendrán en la Conferencia Mundial sobre Reducción de Desastres que se realizará en Kobe, Japón, del 18 al 22 de enero próximo.
Esa será una oportunidad para crear conciencia entre los gobernantes, pues ellos tienen que adoptar disposiciones antes de que los desastres ocurran. La conferencia se ocupará de ese asunto.
Harding admitió que si un mes atrás se hubiera interesado en este tema a las autoridades de un país como Sri Lanka, uno de los grandes afectados por la catástrofe del domingo, habrían respondido que sus necesidades urgentes eran otras. Sus prioridades se relacionaban con cuestiones de saneamiento, salud pública y otras similares.
Pero ahora, las autoridades de Sri Lanka y de otros países del área comprenden que el desastre tiene también consecuencias sobre el desarrollo, incluidos el saneamiento y la salud.
En Japón, por ejemplo, cuando se difunde la alerta sobre la proximidad de un tsunami, las flotas de pescadores y otras naves abandonan puertos y costas para adentrarse en alta mar, donde sus efectos son menores.
Toda la potencia de las grandes olas de extensa amplitud que forman el maremoto sólo se descarga plenamente ante el escollo de las costas. Una réplica de la gran ola puede llegar hasta una hora después y sorprender a las personas dedicadas a auxiliar a las primeras víctimas. Por fortuna, ese fenómeno no se registró en el maremoto del Índico, dijo Harding.
Los funcionarios del EIRD seguirán el desarrollo de las tareas de auxilio a los países damnificados, emprendidas desde el mismo domingo por gobiernos, agencias especializadas de la ONU y organizaciones no gubernamentales.
Dos misiones de expertos del foro mundial se han dirigido ya a Sri Lanka y a Maldivas, donde evaluarán el aporte que puede prestar la comunidad internacional, dijo Yvette Stevens, funcionaria de coordinación de ayudas urgentes de la ONU.
Pero la organización internacional concentrará sus actividades iniciales en las áreas donde se comprueban las mayores necesidades y donde los gobiernos han solicitado apoyo, dijo Stevens. Algunos países, como India y Malasia, disponen de capacidad para hacer frente a los auxilios más perentorios, precisó.
Las agencias de la ONU, los países donantes y organizaciones no gubernamentales de asistencia examinarán este martes en Ginebra la situación en el Índico y las disposiciones más apremiantes que se necesitan, entre ellas la recaudación de fondos.