La Autoridad Nacional Palestina (ANP) trata de reorganizarse en su sede de Ramalá en ausencia de su presidente Yasser Arafat, que se debate entre la vida y la muerte en un hospital de París.
Las tareas gubernamentales están por ahora divididas entre el primer ministro Ahmed Qureia y el ex primer ministro Mahmoud Abbas, pero trascendió que Arafat habría designado a último momento a su sucesor, lo que obstaculizaría el proceso de transición.
La esposa de Arafat, Suha, que se encuentra con él en el hospital Percy de París, acusó a los líderes palestinos conspirar en contra de su marido y de tratar de enterrarlo vivo.
Mientras, varias agencias de noticias de Europa oriental y el diario israelí Ma'ariv informaron que Suha posee el testamento político del líder histórico palestino, en que designaría al jefe de comité político de la OLP, Farouk Kaddoumi, como nuevo líder de la ANP.
Significativamente, Kaddoumi se encuentra en París y no en Ramalá. Se niega a visitar esta ciudad en señal de su rechazo a los acuerdos de paz de Oslo, de 1993.
La importancia del supuesto nombramiento de un opositor de los acuerdos de paz como sucesor es enorme y está directamente relacionada con la pregunta que muchos en Occidente se hacen: ¿será el nuevo liderazgo más moderado o no?
En Ramalá, el analista político Alí Jirbawi, de la Universidad de Bir Zeit, se sorprendió mucho por el rumor, pero le restó importancia. De todas formas, no hará ninguna diferencia, dijo.
Hafaez Barghuouti, director del diario palestino Al-Hayat al-Jadida, rechazó la idea. Farouk Kaddoumi está acabado; nunca se le permitirá interferir, afirmó.
Mientras, el primer ministro Qureia niega la existencia del documento. El consenso en Ramalá es que, aun si existiera, no tendría validez legal, porque son los miembros del gobernante partido Fatah y de la OLP los que deben elegir al nuevo líder, no Arafat.
Pero el solo rumor de que Arafat haya nombrado como sucesor a un hombre que rechazó los acuerdos de Oslo, la base de la ANP, podría afectar gravemente tanto la legitimidad de Qureia como la de Abbas.
Ambos hombres, reconocidos como moderados y partidarios del proceso de paz, intentan unificar a las diferentes facciones palestinas, incluidos a los grupos fundamentalistas Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) y Jihad Islámica.
Los dos grupos reclaman voz en un liderazgo unificado y la abrogación de los acuerdos de Oslo, pero es muy improbable que sus reclamos sean atendidos.
Qureia se muestra contrario a integrar a los movimientos radicales a su gobierno tras una reunión mantenida el sábado, en que esos grupos se negaron a cesar con los atentados contra Israel y se retiraron con un portazo.
Muchos palestinos temen que el nuevo gobierno se acerque demasiado a Israel y a Estados Unidos.
Según Jirbawi, los líderes tienen muy poco espacio de maniobra. Tendrán que ser muy cautelosos. No estaría bien que tomaran medidas que Arafat no estaba dispuesto a tomar, comentó.
Cuando Abbas era primer ministro, su propio movimiento Fatah lo expulsó, con el respaldo de Arafat, por no adoptar una postura lo suficientemente firme contra Israel.
La sucesión se complica por la naturaleza doble del liderazgo palestino. Por un lado existen las instituciones de la ANP, que deberían gobernar sobre Gaza y Cisjordania, y por otro lado la OLP, que dice representar a todo el pueblo palestino.
Jirbawi dice que varios líderes esperan delegar el poder de ambas instituciones a Abbas de manera rápida y sin sobresaltos. Por eso no cree que la ley básica, similar a una constitución, sea respetada.
Legalmente, el portavoz del Consejo Legislativo Palestino, Rawhi Fatouh, debería ocupar la presidencia de la ANP por un máximo de 60 días, plazo en que deberían celebrarse elecciones.
Pero Jirbawi duda que se llame a elecciones a corto plazo. Reformarán la ley básica y harán que el Consejo vote a Abbas como nuevo presidente de la ANP, o simplemente dejarán la situación como está, con Abbas como líder de la OLP y ningún líder en la ANP. Argumentarán que no están dadas las condiciones para elecciones debido a la ocupación israelí, especuló el analista.
No está claro cuál será la posición de Hamas en un futuro liderazgo palestino. El movimiento se ganó gran popularidad durante la intifada (insurrección contra la ocupación) de los últimos cuatro años con sus acciones violentas contra objetivos israelíes, pero no necesariamente esto debe traducirse en beneficios políticos.
Ghazi Hamad, jefe de redacción del semanario Al-Risala, de Gaza, duda que Hamas sea capaz de incorporarse a un liderazgo colectivo.
La ANP y Fatah nunca seguirán el camino de Hamas, afirmó Hamad. Ambas instituciones tienen el poder, controlan todas las instituciones y tienen sus propias políticas, que seguirán siendo las mismas tras la muerte de Arafat, agregó.
Hamas es uno de los grupos partidarios de llamar a elecciones. Esto resulta llamativo, dado que el movimiento boicoteó los comicios de 1996 porque no quería reconocer la legitimidad de los acuerdos de Oslo ni de la ANP, igual que Farouk Kaddoumi.
Jirbawi opina que está en manos de Israel hacer concesiones que permitan la reanudación de las negociaciones de paz. Según el diario israelí Ha'aretz, el gobierno de Sharon ha elaborado una lista de gestos de buena voluntad, pero éstos no incluirían el levantamiento del cierre de ciudades palestinas.
Un tema más inmediato podría marcar el tono de las futuras relaciones entre los nuevos líderes palestinos e Israel: el sitio de entierro de Yasser Arafat.
El líder palestino, de 75 años, expresó su voluntad de ser enterrado junto a la mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén oriental, que los palestinos reclaman como la capital de su futuro estado independiente, pero Israel considera a Jerusalén su capital eterna e indivisible e insiste en que Arafat sea enterrado en Gaza.
Esta es una disputa muy amarga. Puede marcar el tono de lo que está por venir, concluyó Jirbawi.