BRASIL-ASIA: Sueños agridulces

China tiende a seguir el camino de Japón, al transferir a otros países la producción de bienes que demandan mucha energía, como el aluminio. Brasil es un destino natural, especialmente su Amazonia.

La advertencia efectuada por el periodista Lucio Flavio Pinto, especializado en cuestiones amazónicas, pone en tela de juicio el entusiasmo de Brasil y de otros países latinoamericanos por el incremento de las relaciones económicas con potencias emergentes de Asia, especialmente China.

Uno de los proyectos acordados entre empresas brasileñas y chinas durante la visita del presidente Hu Jintao a Brasil en los últimos seis días, tiene por fin obtener alúmina, producto intermedio del procesamiento de la bauxita, antes de convertirse en aluminio.

Japón se hizo socio, en los años 70, de una gran industria instalada en la Amazonia oriental brasileña, rica en bauxita, para abastecerse de ese metal. Y para explotarlo y venderlo, Brasil construyó en la región una de sus gigantescas centrales hidroeléctricas, Tucuruí.

Tal como Japón, China dirige sus inversiones a asegurarse el suministro de alimentos y mineral de hierro. Por ello ofreció 2.000 millones de dólares para concluir un ”corredor de exportación”, con ferrocarriles que unan el centro agrícola brasileño con un puerto en sus costas norteñas..
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Brasil y China establecieron una verdadera ”alianza estratégica” y están diseñando ”una nueva geografía del comercio”, según el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Lula celebraba así los once acuerdos gubernamentales y los seis empresariales firmados, prolijamente, después de que el mandatario hubo reconocido el viernes a China como ”economía de mercado”.

Beijing presionó intensamente por ese reconocimiento. Desde su ingreso en 2001 a la Organización Mundial del Comercio, no ha logrado salir de la categoría de economía ”no de mercado”, que habilita a los demás miembros del foro a tomar medidas de protección ante la ”invasión” de productos chinos a precios bajísimos.

”Brasil está descubriendo a Asia y Asia está descubriendo a Brasil”, comentó el director del Departamento de Asia y Oceanía de la cancillería brasileña, Edmundo Fujita, refiriéndose a la visita de Hu, seguida por las de otros dos mandatarios, Roh Moo-Hyun, de Corea del Sur, y Tran Duc Luong, de Vietnam, entre este martes y el jueves.

En realidad, el acercamiento asiático se extiende al Cono Sur sudamericano, ya que los tres mandatarios cumplen una gira que incluye a los vecinos Argentina y Chile. Además, Roh propuso en Buenos Aires un acuerdo de libre comercio entre su país y el Mercado Común del Sur (Mercosur).

La ”nueva geografía” de Lula se refiere a la expansión del flujo comercial Sur-Sur, supuestamente más equilibrado que entre el Norte industrial y los países en desarrollo.

Pero la complementariedad entre los sudamericanos y China (y especialmente Corea del Sur) es en esencia entre proveedores de materias primas, los primeros, y exportadores de manufacturas de mayor valor agregado, los segundos.

Casi mitad de las exportaciones de Brasil a China en 2003 se limitaron a soja y a mineral de hierro. Los acuerdos firmados durante la visita presidencial ampliarán principalmente las ventas brasileñas de carne vacuna y pollo, y las inversiones chinas en este país.

Debido a aranceles y otras restricciones, la soja brasileña va a China en forma de granos, y muy poco se vende como aceite, que permitiría agregar valor y generar empleos. Los chinos quieren inclusive arrendar tierras en este país para producir parte de sus alimentos.

A partir de los años 70, Japón financió la producción alimentaria en el ”Cerrado”, la sabana que ocupa la zona central de Brasil. El programa contribuyó al rescate de tierras antes consideradas inadecuadas para la agricultura, por su baja fertilidad y escasez de lluvias, y que hoy ofrecen alta productividad.

Pero no se puede comparar China con Japón, que no dispone de tierras, mientras el extenso territorio chino permite una enorme producción agrícola, dijo a IPS Paul Liu, presidente de la Cámara Brasil-China de Desarrollo Económico, con sede en la meridional ciudad de Sao Paulo.

El problema es que la población china (1.300 millones de habitantes) es diez veces mayor que la japonesa y su consumo crece en proporción similar al crecimiento económico, que ha sido promedialmente de 9,4 por ciento anual desde 1978.

Además de la agroindustria, que pronto pasará a exportar gran cantidad de alcohol carburante a China, la industria brasileña descubrirá ”nichos” en el mercado chino con el avance del conocimiento mutuo, sostuvo Liu.

Un ejemplo son las duchas eléctricas, ”un invento brasileño” que una empresa vende en el país asiático, donde un nicho de mercado representa millones y millones de consumidores, destacó.

La alianza con China tampoco se limita al canje de productos básicos por bienes industriales.

Ambas naciones desarrollan un proyecto espacial conjunto, de satélites de procesamiento geográfico, cuyas imágenes venderán en el mercado internacional. Y se acaba de acordar la construcción y el lanzamiento de un tercer satélite en un programa que tiene previsto otros dos hasta 2010.

Aviones brasileños fabricados en China con algunos componentes producidos en este país y auto-partes también integran las ventas a la nación asiática.

De todos modos, conviene vacunarse contra las ilusiones del gran mercado chino, donde muchos inversores se han decepcionado, pues la política genera incertidumbre por sus ”cambios imprevisibles”, advirtió Mario Marconini, director ejecutivo del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales.

Existe también el riesgo de la excesiva dependencia de las importaciones chinas, observaron varios analistas.

No se puede permitir que, a través de inversiones en la infraestructura de transportes, China acabe asumiendo el ”control de la logística” de las ventas de alimentos, advirtió Carlos Langoni, ex presidente del Banco Central brasileño.

El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Luiz Fernando Furlán, negociador de varios acuerdos, consideró satisfactorias las contrapartidas comerciales a cambio de reconocer a China como economía de mercado pese a que, poco antes, se quejaba del desequilibrio, por el escaso valor agregado de las ventas brasileñas.

El resultado final, sin embargo, costará a Brasilia fuertes tensiones con los industriales locales. La poderosa Federación de las Industrias de Sao Paulo (FIESP) criticó ese reconocimiento del gobierno por incorrecto y dañino para varios sectores productivos de este país.

Un estudio de la federación registra 17 ramas industriales, desde la electrónica a la fabricación de partes de automóviles y de papel, que sufren el dumping chino y que, a partir de ahora, enfrentarán mayores dificultades para imponer medidas contra esa competencia desleal, basada sobre precios inferiores a los costos de producción.

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