Como Cenicienta, que transformó su suerte para siempre gracias a los oficios de un hada, así aguarda Argentina la visita del presidente de China, con una expectativa desmedida de negocios con el gigante asiático, pero sin un camino claro para lograrlos.
El presidente chino Hu Jintao llegará a Buenos Aires este martes desde Brasil y en camino a Chile. Permanecerá en Argentina apenas dos días —uno de ellos en visita privada—, acompañado por funcionarios y empresarios. En Brasil estuvo seis días.
No obstante, el ansia argentina de anuncios de inversiones y comercio alcanzaron niveles desmedidos en las últimas semanas.
En los pasados 15 días medios periodísticos agitaron la cifra de 20.000 millones de dólares en inversiones chinas para el país, una versión que el gobierno de Néstor Kirchner dejó rodar al principio, para rebajar luego, previendo una probable decepción.
El director general de la oficina china de Información, Yang Yang, advirtió una semana atrás que no debían esperarse anuncios poco razonables de parte de la delegación china que llegará a este país, aun cuando habrá buenas noticias.
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El funcionario aclaró que había razones para ampliar las expectativas comerciales más allá de los productos agroalimentarios (principales ventas argentinas a China) y auguró acuerdos en aviación espacial, transporte, exploración de petróleo, telecomunicaciones y lanzamiento de satélites..
Sin embargo, Yang se atrevió a sugerir que en lugar de cálculos irreales sobre inversiones, Argentina haría mejor en desarrollar una estrategia de promoción comercial como la de Brasil para mostrar al mundo cuáles son sus mejores productos y los sectores potencialmente complementarios de las necesidades chinas.
El extranjero tocó una fibra sensible. Los expertos argentinos coinciden con el diagnóstico: falta de una estrategia clara de inserción externa que brinde al país una identidad y fije sus prioridades en una suerte de plan de acción.
No existe una estrategia fijada de política exterior, es lo que nos falta para detectar cuáles serían las prioridades, admitió a IPS Gloria Báez, economista del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y coordinadora de la investigación colectiva China: un desafío y una oportunidad para el sector agroalimentario.
Tampoco se sabe que es lo que el Mercosur quiere con China, dijo Báez. Sabemos que hay interés de la subregión, pero no están claros los lineamientos, sostuvo, aludiendo a la falta de un plan maestro del bloque que forman Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Sobre este punto, el subsecretario de Integración de la cancillería, Eduardo Sigal, reconoció a IPS que la estrategia del bloque frente a China está en construcción. Estamos visualizando cuáles son las complementariedades de las economías y viendo cómo profundizar en inversiones y tecnología, dijo.
Sigal aseguró que desde 1997 hay reuniones de alto nivel entre el Mercosur (Mercado Común del Sur) y China, la última en julio de este año. Pero aún se están discutiendo los criterios para un estudio de factibilidad sobre el impacto de un acuerdo que podría ser de libre comercio o de preferencias fijas, todavía no está definido, dijo.
El funcionario consideró que luego del colapso que sufrió Argentina a fines de 2001, es lógico que no exista aún una estrategia de inserción internacional depurada.
Por entonces, Argentina dejó de pagar su deuda con acreedores privados (que contando intereses sumaría algo más de 100.000 millones de dólares) y la pobreza se ensanchó hasta abarcar la mitad de sus 37 millones de habitantes.
Desde 2003, la economía local experimenta una notable recuperación, pero aún está lejos de recuperar lo que perdió en dinamismo económico y bienestar social.
Por eso, expertos, empresarios y periodistas se preguntan cuál es el interés de un país de 1.300 millones de habitantes, cuya economía crece anualmente ocho por ciento, en profundizar una relación con una nación muy endeudada y apenas en recuperación de su más grave crisis, que ni siquiera tenía en sus planes un acercamiento con China.
Las fuentes consultadas por IPS coinciden en que aun cuando China declara autoabastecimiento, necesita asegurarse provisión de alimentos para atender a una población gigantesca y en franco crecimiento, y Argentina y Brasil son los principales proveedores mundiales de soja, junto con Estados Unidos.
También son evidentes las enormes necesidades chinas de energía. Este interés coincide con la reciente decisión de Argentina de crear una empresa de propiedad mixta —con mayoría accionaria estatal— que se dedique a explorar petróleo en su plataforma marina, un área en la que los chinos tienen experiencia y podrían estar dispuestos a invertir.
Hay evidente interés en la región, dijo Báez. De hecho, Hu anunció el viernes en Brasilia que su país pretende invertir 100.000 millones de dólares en América Latina en los próximos 10 años, y recordó la frase del fallecido líder Deng Xiaoping (1904-1997): el siglo XXI sería el siglo de América Latina y el Pacífico.
De todos modos, Báez cree que es preferible apelar a los mismos valores que reivindica la diplomacia china: prudencia, paciencia, confianza. Hasta ahora nuestra mayor potencialidad está en el terreno agroalimentario y de ahí se avanza en frutas —sobre todo cítricos— y carnes, puntualizó.
Lo demás es terreno de especulaciones. No estamos en condiciones de aventurar nada en concreto en materia de inversiones en otras áreas, reconoció la experta y recomendó bajar las expectativas, así como la ansiedad sobre una posible invasión de productos chinos en el mercado local.
Como ocurrió en México, y en menor medida en Argentina y Brasil, la entrada masiva de juguetes, productos textiles y electrónicos y calzado de China es una demostración de que la cercanía de Beijing hace sentir sus costos en materia de desarrollo industrial local.
Una inquietud que tiene hoy los empresarios brasileños desde que Brasilia resolvió, la semana pasada, reconocer a China como economía de mercado, y por tanto sujeta a las normas y penalizaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) respecto de sus precios de dumping (inferiores a los costos de producción).
Beijing impuso a Brasilia ese reconocimiento como condición para cerrar varios negocios.
China ingresó a la OMC en 2001 en carácter de economía no de mercado, por la fuerte incidencia estatal en la fijación de sus precios, lo que permite a los países miembros de la organización adoptar medidas especiales de protección ante productos chinos.
De hecho, la mayoría de las medidas antidumping de Argentina son contra importaciones chinas, según informa este lunes el diario Clarín.
Estos riesgos desafían a los gobiernos latinoamericanos a definir urgentemente una hoja de ruta de prioridades, ventajas y amenazas de una relación más profunda con China, que permita aumentar el comercio sin sacrificar el propio desarrollo, sostuvo Báez.
Este escenario, lejano al cuento de hadas, reclama dejar a un lado las fantasías y dar paso al diseño de un plan de mediano y largo plazo que permita construir una relación madura y duradera, sin esperar el toque de la varita mágica.