Argentina y Brasil aguardan expectantes el acceso de la izquierda al gobierno en Uruguay, tal vez en la primera vuelta de las elecciones el día 31, para cerrar una línea estratégica convergente en el Mercosur, hasta hoy bombardeada por el presidente Jorge Batlle y su apuesta al norte de América.
El primer viaje al exterior que hará el izquierdista Tabaré Vázquez si es elegido presidente lo llevará a Argentina, Brasil y Paraguay, los otros miembros plenos del Mercosur (Mercado Común del Sur), dijo el propio candidato al presentar su programa de política internacional.
El anuncio aparece como una señal clara del prometido cambio en la materia, pues Batlle privilegió el vínculo con Estados Unidos, afianzado por su amistad con la familia del presidente George W. Bush, dejando en un segundo plano las relaciones vecinales o dañándolas con más de un encontronazo con Argentina y Brasil.
Tampoco los gobiernos del Mercosur han ahorrado gestos de simpatía hacia la izquierda uruguaya. Los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, se mostraron junto a Vázquez en el balcón de la alcaldía de Montevideo en ocasión de la cumbre del bloque de diciembre de 2003.
Luego se sucedieron las audiencias que concedieron a Vázquez en plena campaña electoral Lula, el presidente chileno Ricardo Lagos y Kirchner, quien volverá a recibir al candidato de la coalición Encuentro Progresista/Frente Amplio/Nueva Mayoría (EP/FA/NM) 13 días antes de los comicios uruguayos.
A ello se suma la participación en un acto de la izquierda en Montevideo del jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, un centroizquierdista aliado de Kirchner, y de Marco Aurelio García, el principal asesor de Lula en política exterior.
Los gestos de Kirchner y Lula hacia Vázquez, entre ellos el acto en la Intendencia de Montevideo —distrito que cobija a casi la mitad de los 3,4 millones de uruguayos y único bastión izquierdista desde 1990— jalonaron la fría relación de Batlle con Brasilia y Buenos Aires, ante los que presentó más de una queja por intromisión en asuntos internos.
Pero sin mucho éxito pues, como se recordó, el propio Batlle auguró y abogó por el triunfo del ex presidente argentino Carlos Menem (1989-1999) en su tercera disputa por el gobierno en 2003, frustrada con su renuncia a disputar el balotaje con Kirchner, ambos del Partido Justicialista pero en los antípodas ideológicos.
También Batlle discrepó reiteradamente con Kirchner. Cuestionó su política de derechos humanos, que incluye acciones para esclarecer los crímenes de la dictadura de los años 70. También enojó a Brasil cuando sugirió, para equilibrar la balanza en el Mercosur, recrear con Argentina el virreinato del Río de la Plata de la colonia española.
La llegada de la izquierda al gobierno significará un cambio radical respecto de la actual política externa de Batlle que, si bien no fue rupturista con el Mercosur, fue de ajenidad, dada su apuesta por Estados Unidos y en menor medida por México, ambos socios junto a Canadá en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, dijo a IPS el experto en relaciones internacionales Alberto Methol Ferré.
La mayoría de las encuestas auguran el triunfo en la primera vuelta electoral de la coalición izquierdista originada en 1971 y en la que conviven ex guerrilleros, agrupaciones de distintas variantes marxistas, socialdemócratas, cristianos autogestionarios y escindidos de los tradicionales partidos Nacional y Colorado.
Las empresas encuestadoras Factum y Radar indican que 52 por ciento de los consultados votarán por el EP/FA/NM el 31 de este mes, mientras que Doxa eleva esa intención de voto a 54 por ciento e Ipsos a 55 por ciento.
Sólo Cifra y Equipos Mori ubican a Vázquez apenas dos puntos porcentuales por debajo de la mitad más uno de los votos, los necesarios para evitar la segunda ronda prevista para el 28 de noviembre.
En ese caso, el rival será Jorge Larrañaga, del Partido Nacional, cuya adhesión fluctúa en las encuestas entre 30 y 35 por ciento. En su partido convergen hoy corrientes centristas y de derecha abonados a planteos económicos neoliberales.
En lo que todas las encuestas coinciden es en la magra convocatoria del gobernante Partido Colorado, que apenas recoge entre ocho y 11 por ciento del electorado, luego de llevar al poder dos veces a Julio María Sanguinetti y una a Batlle desde el retorno a la democracia en 1985 y de gobernar casi toda la vida independiente del país.
Sanguinetti, Batlle y el ex presidente nacionalista Luis Alberto Lacalle (1990-1995), quien perdió este año las elecciones internas del Partido Nacional con Larrañaga, están pagando los costos de su alianza en los años 90 tras una política económica de neto corte neoliberal, más allá de matices, que llevó al colapso financiero y económico de 2002, según distintos analistas consultados por IPS.
Las premisas contenidas en lo que se denomina agenda neoliberal o Consenso de Washington —propuestas de ajuste económico y reformas estructurales formuladas en los años 80—, irrumpieron con fuerza en la década del 90 en América Latina de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el gobierno estadounidense.
Fue un asunto vocacional, que se alimentó con el derrumbe del bloque liderado por la hoy desaparecida Unión Soviética, y que desparramó en el mundo una ola neoliberal de la que nadie en la región escapó, comentó Methol Ferré.
Un socialdemócrata como Fernando Henrique Cardoso debió lidiar desde el gobierno de Brasil, de 1995 a 2003, con los dictados neoliberales que tiñeron el Mercosur desde su creación en 1991, con Lacalle en la presidencia uruguaya y Menem, considerado el mejor alumno del Consenso de Washington por el FMI y el Banco Mundial, en la argentina.
Pero las sucesivas crisis financieras, nacidas en 1997 en Asia sudoriental y con rebote en 1999 en Brasil y en 2001 en Argentina, que la llevó al derrumbe económico e institucional, provocaron un cambio político sustancial en los dos países, apuntó el experto.
El llamado Consenso de Buenos Aires firmado hace un año entre Kirchner y Lula aparece como la partida de defunción del Mercosur de la estrategia neoliberal.
Se trata del esbozo de un camino alternativo común todavía un tanto difuso, pero que irradia hacia la región la idea base de priorizar el crecimiento con igualdad social y defender los intereses del sur americano.
De esa ola de cambios en América Latina —con Lula a la cabeza de una estrategia de unión sudamericana, aliado a Kirchner y a un consolidado Hugo Chávez en Venezuela—, se nutre también el avance electoral de la izquierda uruguaya, que, según las encuestas, sumará 30 por ciento a los votos que obtuvo en 1999.
Tal como lo ha anunciado, Vázquez podrá profundizar la relación de Uruguay con el bloque, más allá de los tropiezos que suelen sucederse por el choque de intereses empresariales, microconflictos que siempre van a existir pero que son subsanables, sostuvo Methol Ferré.
Para superar ello, coincide el politólgo Adolfo Garcé, va ser muy importante la afinidad ideológica del futuro eje Brasilia-Buenos Aires-Montevideo, en esta suerte de internacional progresista, que se complementa con Lagos y Chávez, más allá de los matices que marcan diferencias entre esos mandatarios.
Methol Ferré asegura que en el EP/FA/NM siempre hubo sectores y figuras pro Mercosur, pero nunca una posición tan monolítica al respecto ni de tanta profundidad en cuanto a la integración como hasta la llegada de Lula al gobierno de Brasil.
También los analistas hacen constar la existencia en la coalición centroizquierdista que gobierna Chile desde 1990 y en el EP/FA/NM de partidos hermanos, como el Socialista, al que pertenece Vázquez, la Democracia Cristiana y corrientes socialdemócratas, que pueden facilitar el diálogo más allá de diferencias de rumbo económico.
Es que la coalición de izquierda uruguaya, si bien tiene su propia impronta producto de la variedad de corrientes filosóficas que la componen, muestra en su programa y discurso puntos de contacto con los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y hasta con el de Venezuela, según Garcé, autor del libro La era progresista junto al politólogo Jaime Yaffé.
Si Vázquez llega al gobierno atacará la corrupción y el circuito de poder montado en 20 años, limpiará la estructura militar del pasado dictatorial (1973-1985) y revisará la actual política conservadora en materia de derechos humano en línea con lo puesto en marcha por Kirchner desde mayo de 2003, sostuvo.
También será prolijo en materia fiscal, de deuda y de equilibrio macroeconómico, como Lula, y pondrá énfasis en la redistribución del ingreso y el ataque a la pobreza, en el desarrollo de la ciencia y la tecnología y fortalecerá el papel del Estado en el control del sistema financiero y en el fomento de la producción, al estilo del gobierno chileno, detalló.
Finalmente, el factor común entre la izquierda uruguaya y el movimiento chavista es la apuesta por la democracia participativa desde la base de la sociedad civil, concluyó Garcé.