Mucho antes de (las torturas a prisioneros en la cárcel iraquí de) Abu Ghraib, e incluso antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre (de 2001), los inmigrantes en Estados Unidos, eran detenidos, golpeados y abusados sexualmente.
Así lo señala el escritor Mark Dow en su último libro American Gulag: Inside U.S. Immigration Prisons (El Gulag estadounidense: dentro de las cárceles de Estados Unidos para inmigrantes), en el que pinta un escalofriante cuadro del sistema carcelario secreto del antiguo Servicio de Ciudadanía e Inmigración, ahora Servicio de Inmigración y Naturalización (INS).
Gulag es el acrónimo en ruso de la Administración Suprema de Campos Correctivos de Trabajo, el sistema de centros de trabajo forzado en la antigua Unión Soviética.
Dow, periodista y ex profesor en un centro de detención del INS en Miami, pasó varios años entrevistando a presos, guardias y oficiales.
En su libro asegura que los detenidos son brutalmente privados de sus derechos civiles básicos.
Además, asegura que los altos funcionario de gobierno están al tanto de la situación.
El periodista sostiene en su libro que las políticas de inmigración se volvieron mucho más severas luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, y se concentraron en los árabes y musulmanes en general.
El procurador general en más de una ocasión ha usado el término 'terrorista' para referirse a los detenidas, cuando no está en posición de afirmarlo o negarlo, escribe Dow.
American Gulag…, publicadan por la editorial de la Universidad de California, describe una serie de horrores ocurridos en cárceles del INS luego del 11 de septiembre
Un palestino que fue transferido de una cárcel a otra, sin que se le permitiera tener acceso a los medios de prensa. Al ser liberado se le advirtió que volvería a ser detenido si hablaba con algún periodista sobre su caso.
Un egipicio que estuvo dos meses en prisión antes de que se le permitiera llamar a su abogado. En la cárcel no tuvo ni jabón ni toallas, fue golpeado en interrogatorios.
Un empresario pakistaní que se quedó unos días más después de que venció su visa y fue detenido por agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI), quienes, luego de interrogarlo, le dicen: No tenemos ningún problema con usted. Ahora depende del INS.
Los funcionarios del INS lo detuvieron y le dijeron a su esposa que posiblemente sería liberado en pocas horas e incluso se le entregaría una tarjeta verde de residencia permanente.
Sin embargo, nunca fue liberado.
Durante los primeros dos meses, fue llevado todas las semanas a una celda diferente, esposado y aprisionado con grilletes. Luego de tres semanas, se le permitió hacer su primera llamada legal. Estaba en una celda las 24 horas al día, revela Dow en su libro.
El prisionero luego fue transferido a una cárcel de Brooklyn. Cuando llegó, siete u ocho funcionarios lo tiraron de la camioneta, lo arrastraron por el piso, y luego lo lanzaron contra la pared, con todo su fuerza.
Finalmente, fue acusado de haber alterado su tarjeta de seguridad social y deportado a Pakistán en abril de 2002, luego de cuatro meses y dos días de estar bajo custodia, período en el que se le negó el derecho de consultar a su abogado y ver a su familia.
El gobierno de George W. Bush explotó nuestro trauma nacional para fortalecer su poder y para que los antiguos prejuicios contra los musulmanes y los árabes se volvieran políticamente correctos, sostiene Dow.
Nada de esto tiene que ver con la inmigración. Es, simplemente, el resultado de una autoridad excesiva y una obsesión con el secreto, añade.
Durante sus investigaciones, a Dow muchas veces se les prohibió entrevistar a los prisioneros, acceder a información médica y estudiar determinadas leyes de inmigración.
INS no le da cuenta a nadie. No hay comisiones que investiguen ni observadores independientes. Lo más que podemos saber de lo que sucede en estas cárceles es por lo que informa un puñado de periodistas que trabajan sin descanso para hacer público lo que el INS intenta ocultar, señala Dow.
Según el libro, la agencia detiene a unas 200.000 personas al año. Los prisioneros son confinados en centros del propio INS, en cárceles locales y federales y en prisiones que pertenecen y son operadas por compañías privadas.
Donde sea que son detenidos, los prisioneros del INS son 'detenidos administrativos', sin sentencia, y pueden estar así por días, meses o años, escribió Dow.
Algunos que vinieron de Cuba durante la ola de balseros del Mariel en 1980 aún están detenidos, a pesar de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia contra la detención indefinida, agrega el libro. El INS alega que Cuba se ha negado a recibirlos.
La represión contra los inmigrantes luego del 11 de septiembre no fue ignorada por las empresas privadas que brindan servicios carcelarios, agrega Dow.
El presidente de Cornell Companies, firma con sede en Houston, dijo cándidamente en una conferencia con otros inversores: 'Esto sólo puede ser bueno, con la atención puesta en inmigrantes ilegales y también originarios de Medio Oriente.
En Estados Unidos hay más de 900.000 individuos indocumentados originarios de Medio Oriente, agregó el empresario. Eso equivale a la mitad de toda la población carcelaria. El negocio federal es, para nosotros, el mejor negocio, y los acontecimientos del 11 de septiembre están aumentando el nivel de negocios. (