ELECCIONES-EEUU: La fe de Bush no mueve montañas

En cinco años, las figuras más destacadas de la ciencia y el análisis político de Estados Unidos se han despojado de su tradicional reticencia a mostrar en público su preferencia electoral.

La mayoría de ellas lo hacen para manifestar su apoyo al candidato del opositor Partido Demócrata, John F. Kerry o, de modo aun más abrumador, para rechazar al aspirante a la reelección, George W. Bush. La extensa lista incluye a personalidades del gobernante Partido Republicano.

La característica común de estos conocidos expertos de la ciencia, la política exterior y la seguridad nacional, entre otros ámbitos, parece ser la preocupación por el ejercicio de una ”presidencia basada sobre la fe”.

El fenómeno es particularmente notorio entre expertos en política internacional, muchos de los cuales fueron devotos partidarios del ”realismo” practicado desde la presidencia por el padre del actual mandatario, George Bush (1989-1993).

También muestran un inédito entusiasmo político muchos científicos, premios Nobel incluidos, que acusan al gobierno de ignorar las verdades del mundo material en beneficio de religiosos conservadores y de corporaciones en cuestiones como el cambio climático o la investigación con células madre.
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Uno de los mantras de la campaña de 2000 fue ”no dejar a ningún niño de lado”. Pero 36 afamados pediatras, entre ellos seis ex presidentes de la Academia Estadounidense de Pediatría, manifestaron su apoyo a Kerry y acusaron a Bush de ”persistente indiferencia” ante los problemas de la infancia.

En Estados Unidos, la mayoría de los expertos más reconocidos tratan de mantener independencia de los partidos tanto como les sea posible, tal vez con la intención de no encontrar cerrada la puerta de los despachos oficiales cuando las golpean.

Esta preocupación persistió, agravada, durante la presidencia de Bush. En este periodo, la Casa Blanca se destacó por su partidismo y por su ánimo de venganza frente a las muestras de disenso.

Hablar puede resultarle caro a los funcionarios retirados, y en particular a ex integrantes del servicio diplomático, de la inteligencia y de las fuerzas armadas, que suelen complementar sus jubilaciones con contratos de consultoría gubernamental.

Lo mismo ocurre con los científicos, que dependen del financiamiento del gobierno para desarrollar sus investigaciones.

Es que el proceso de toma de decisiones de la actual presidencia no es sólo el más ”exclusivo” de la historia moderna, sino también el más ”excluyente”.

Esos calificativos no fueron pronunciados por un opositor, como cabría sospechar, sino por un alto dirigente político republicano, entusiasta colaborador de Bush, al periodista Ron Suskind, para un artículo publicado en la última edición del suplemento The New York Times Sunday Magazine.

”En las reuniones yo preguntaba si había hechos que apoyaran nuestras posiciones, y me acusaron de deslealtad por esa razón”, dijo a Suskind, por otra parte, la ex y fugaz administradora de la gubernamental Agencia de Protección Ambiental (EPA) Christine Todd Whitman.

Al igual que Todd Whitman, muchos científicos y expertos, en particular del área de política internacional, se manifiestan hoy contra la reelección de Bush, una situación sin precedentes en la historia estadounidense.

Entre los primeros en hacerlo, en una carta publicada en junio, figuran dos docenas de altos diplomáticos, funcionarios de inteligencia y comandantes militares, muchos de los cuales alcanzaron la cumbre de sus carreras en el gobierno del George Bush padre y que votaron por el actual presidente en 2000.

”Es tiempo de cambiar”, declararon los firmantes, incluido un ex presidente del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas, el almirante William Crowe, y un ex comandante de la Fuerza Aérea, el general Merrill McPeak.

Esta declaración acusaba al gobierno de estar ”cegado por la ideología y por una cruel indiferencia hacia las realidades del mundo que lo rodean. Nunca antes tantos de nosotros habíamos sentido la necesidad de un gran cambio en la dirección de nuestra política exterior”.

A fines de septiembre, el mismo grupo emitió una declaración mucho menos diplomática. En ella afirman que ”la mayor mentira de esta campaña” electoral la pronunció Bush al asegurar que Estados Unidos era un país más seguro a raíz de la guerra en Iraq.

Sin adherir a Kerry, varios otros ex altos funcionarios cuestionaron la política de seguridad de Bush, especialmente un ex jefe del Comando Central de las fuerzas armadas, enviado especial de Bush a Medio Oriente y republicano notorio, el general Anthony Zinni.

La semana pasada, también emitió sus críticas el ex consejero de Seguridad Nacional de Bush padre, Brent Scowcroft, cuyo voto por Bush hijo se da por descontado. Scowcroft calificó la invasión a Iraq de ”operación fallida” y reclamó un gran cambio en la política exterior en caso de triunfar la reelección.

Pero los fieles que rodean a Bush minimizan esas reacciones.

El alto dirigente republicano citado por el periodista Suskind, por ejemplo, dijo: ”Ahora somos un imperio, y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras usted estudia esa realidad —juiciosamente, eso es seguro—, actuaremos de nuevo, creando otras nuevas realidades, que usted también puede estudiar. Y así es como las cosas se procesan.”

”Somos actores de la historia —se ufanó—, y ustedes, todos ustedes, deberán limitarse a estudiar lo que nosotros hacemos.”

Por su parte, unos 4.000 científicos, incluidos muchos que han trabajado para el gobierno y 48 premios Nobel, acusaron a Bush en junio de ”ignorar consejos científicos sin sesgo alguno” en materias ”importantes para el bienestar colectivo”.

El ex director del gubernamental Instituto Nacional de Salud Harold Varmus, que apoya a Kerry, cuestionó en particular la ”actitud arrogante” de Bush ”en el modo en que recibe consejo de la comunidad científica, montando paneles frecuentemente mal dotados de asesores de alto nivel y que distorsionan la información que reciben”.

El diario The New York Times se refirió a eso en un informe titulado ”Bush contra los laureados: Cómo la ciencia se convirtió en una cuestión partidaria”, según el cual ”muchos científicos y funcionarios que en privado expresan frustración y enojo no estuvieron dispuestos a ser identificados (para el artículo) por temor a perder el empleo”.

Pero uno de los que se identificó es James Hansen, el máximo responsable del gobierno en materia de clima en los últimos dos decenios, hoy en la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA), quien caviló mucho antes de advertir sobre las amenazas del recalentamiento planetario y sobre el fracaso de Washington en afrontarlo.

”Es algo que me ha preocupado durante meses. Si no hago algo ahora, terminaré lamentándolo”, dijo Hansen a The New York Times.

El científico acusó al gobierno de ”elegir a dedo la información de acuerdo con la respuesta que quería obtener” y de ”seleccionar mucha gente tan concentrada en esa tarea que obtiene, realmente, un impacto en el flujo diario de información”.

El diario también se refirió al caso de la científica Sharon Smith, candidata a ocupar un lugar en la Comisión de Investigación del Artico. Convocada a la Casa Blanca, el encargado de la entrevista le hizo una sola pregunta: ”¿Apoya al presidente?”.

Cuando Smith contestó que no era una fanática de la política económica e internacional del presidente, dejaron, según ella, de considerarla para el puesto.

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