DERECHOS HUMANOS-CUBA: Mujeres al filo de la navaja

Llevan fotos de sus esposos en el pecho y son más conocidas fuera que dentro de Cuba. Al verlas caminar por la exclusiva Quinta Avenida de La Habana más de un transeúnte se ha preguntado quiénes son estas mujeres vestidas de blanco que se juntan cada domingo en la Iglesia de Santa Rita, señora de lo imposible.

Por el color de la vestimenta, alguien las llamó “Damas de Blanco” y así quedaron bautizadas. Ellas aclaran que no son una organización, toman sus decisiones de conjunto y se consideran continuadoras del Comité Cubano de Madres de Presos Políticos, unidas por el drama de un familiar encarcelado.

“Me han preguntado si soy santera (practicante de una religión afrocubana). Yo les explico que no, que soy católica y lo único que pido es la libertad de mi esposo, Nelson Aguiar, condenado a 13 años de prisión injustamente”, dice a IPS Dolia Leal, de 59 años. Aguiar integra el grupo de 75 opositores condenados, en abril del pasado año, a penas de entre seis y 28 años de cárcel, bajo cargos de conspirar con una potencia extranjera (Estados Unidos) para desestabilizar el país.

La acusación deja el caso atrapado en el diferendo cubano-estadounidense vigente desde hace más de cuatro décadas. Para el gobierno cubano, los disidentes no son más que “mercenarios a sueldo del imperio”.

“Yo sigo alegando inocencia, a mí no me paga ningún imperio”, añade Gisela Delgado, esposa de Héctor Palacios, de 63 años, condenado a reclusión de 25, que cumple en la prisión de Pinar del Río, unos 150 kilómetros al oeste de La Habana.
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“Nos hemos unido para luchar juntas por nuestros esposos. No esperamos con los brazos cruzados la benevolencia gubernamental”, agrega Delgado. El arsenal de estas mujeres incluye innumerables cartas a las autoridades reclamando mejoras en las condiciones de reclusión de sus familiares, vigilias, ayunos y jornadas de oración.

Cada domingo un grupo de ellas asiste a la misa y, al término de la liturgia, recorre algunas cuadras cercanas al templo, situado en el barrio de Miramar, en la porción oeste de La Habana.

“A mí me prohibieron expresamente ir a la Iglesia de Santa Rita, pero sigo yendo porque es un derecho constitucional mío”, asegura Miriam Leiva, esposa de Héctor Espinoza Chepe, de 63 años y condenado a 20 años de prisión.

Espinoza Chepe fue trasladado pocos meses atrás a la capital desde una prisión del oriente del país debido a su precario estado de su salud. Se encuentra internado en el hospital de la prisión Combinado del Este, en La Habana.

“Su salud sigue deteriorándose, desde hace tres meses presenta sangrados y no sé la causa, porque no puedo hablar con los médicos”, se queja Leyva, quien ahora puede visitar a su esposo semanalmente.

Por la misma razón, siete de los 75 fueron excarcelados bajo licencia extrapenal (libertad vigilada), entre ellos Marta Beatriz Roque, única mujer del grupo y quien entre 1997 y 2000 había pasado ya tres años de cárcel como integrante del opositor "grupo de los cuatro".

Otros prisioneros fueron movidos a centros menos alejados de sus domicilios y pueden ser visitados más frecuentemente por sus familiares, que parecen haber optado por la discreción y se mantienen distanciados de las Damas de Blanco.

“Esas medidas responden a la presión internacional. Yo no creo que sea una flexibilización de las autoridades”, comentó Leal, una de las más activas, quien debe viajar a la oriental provincia de Guantánamo, distante casi 1.000 kilómetros de la capital, para visitar a su marido.

Por ahora, muchos detenidos continúan bajo régimen de máxima severidad, que sólo permite una visita cada tres meses y pabellón conyugal cada cinco. “Mi marido, Héctor Maseda, mantiene buena conducta, y sin embargo no lo pasan a una fase menos dura”, lamenta Laura Pollán.

Ella cree que esas condiciones se deben a sus propias actividades a favor de los opositores presos. “En ese caso deben castigarme a mí, no a él”, alega Pollán. Las Damas de Blanco son un grupo de mujeres pacíficas, unidas sólo “por el dolor de prisiones injustas”, añade.

El 5 de este mes, algunas integrantes del grupo fueron más osadas y acompañaron a Berta Soler, técnica en microbiología, en una inédita protesta pública por su esposo Angel Moya.

El opositor cumple una condena de 20 años en la prisión de Los Mangos, en la provincia de Granma, 800 kilómetros al este de la capital cubana. Soler pedía su traslado a un hospital habanero donde pudiera tratarse una hernia discal que lo mantiene postrado.

Las mujeres permanecieron acampadas desde la mañana del martes 5 en un pequeño parque aledaño a la Biblioteca Nacional, a unos 500 metros de la emblemática Plaza de la Revolución. En la madrugada del jueves 7, Soler y otras cinco personas que la acompañaban fueron desalojadas y llevadas a sus domicilios por agentes policiales, en un operativo que no implicó violencia física ni arrestos, según confirmaron varias fuentes consultadas.

Pocas horas después, Soler pudo visitar a su marido en un hospital especializado de la capital.

Para Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, no reconocida por el gobierno, la acción protagonizada por el grupo femenino no tiene precedentes en las últimas cuatro décadas.

Las quejas más frecuentes de las esposas y parientes del grupo de los 75 se deben a la inadecuada asistencia médica, denuncia calificada de “falsa” por las autoridades.

Según Sánchez, su organización también recibe a menudo noticias sobre golpizas dentro de las cárceles, aunque añade que “no es una regla que se golpee o use el maltrato físico contra prisioneros políticos”.

"Estuve ocho años preso y nunca me pusieron un dedo encima. Hasta ahora, el alto liderazgo del país no ha permitido que se use el abuso físico contra nosotros", dijo Sánchez a IPS.

Para el gobierno cubano, los 75 presos son personas “directamente vinculadas a las acciones conspirativas” que lleva a cabo el jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba, James Cason.

Pero el diplomático estadounidense refuta el cargo, negando que su “interacción” con ciudadanos cubanos sea subversiva o provocadora.

Son “contactos apropiados y de rutina con actores políticos legítimos que mantienen contactos internacionales mucho más allá de la Sección de Intereses de Estados Unidos”, dijo Cason durante una intervención ante la Universidad de la ciudad estadounidense de Miami, en abril de 2003.

Los arrestos masivos y las severas condenas a opositores costaron a La Habana la interrupción del diálogo con la Unión Europea (UE), que adoptó una serie de medidas de castigo, entre otras, invitar a disidentes a las fiestas nacionales de las embajadas del bloque en la capital cubana.

Las Damas de Blanco y otros familiares también suelen acudir en masa a esos festejos, en los cuales ya no es posible, como antaño, toparse con miembros del gobierno, cualquiera sea el rango.

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