SALUD: Cuando la ciencia se ocupa de los pobres

La experimentación en enfermos de un nuevo medicamento contra el paludismo se realizará antes de que termine 2004 en Tailandia, fruto de uno de varios esfuerzos científicos contra la enfermedad que contagia cada año a 500 millones de personas y cobra dos millones de vidas.

El fármaco, que durante el proceso de desarrollo recibe el nombre de RBx11160, está actualmente sometido a la fase I, que consiste en pruebas de dosis diferentes sobre voluntarios sanos para establecer su seguridad, tolerancia y farmacoquinesis, esta última para determinar lo que el cuerpo hace con la sustancia suministrada.

La fase II, en que se inyecta a enfermos el fármaco en experimentación, había sido programada para comienzos de 2005, pero se realizará con anticipación en el próximo trimestre, explicó a IPS el científico Carl Craft, de la organización MMV (Medicines for Malaria Venture).

El fármaco sintético sometido a pruebas contiene propiedades semejantes a las de una hierba, la artemisina, empleada tradicionalmente en China contra la fiebre.

Las terapias combinadas basadas en la artemisina constituyen por ahora el mejor remedio para el paludismo, pero su acceso en los países donde la enfermedad es endémica se ha visto restringido por el alto costo, precisaron MMV y los laboratorios Ranbaxy, de India, que comparten la investigación.

El objetivo de la experimentación en curso es producir un fármaco sintético que evite la dependencia de la artemisina y permita ofrecer a mercados de países pobres un medicamento más barato.

Los avances logrados por MMV son uno de los ejemplos positivos de proyectos sin fines lucro de los últimos cinco años para desarrollar medicamentos y vacunas contra enfermedades predominantes en los países pobres, un rubro de poco interés para los grandes laboratorios del mundo rico.

Esas actividades forman parte de la Iniciativa de Asociaciones Públicas y Privadas por la Salud, (IPPPH, por sus siglas en inglés), una alianza de agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con fundaciones de donantes privados.

En el mismo terreno, pero sin el aporte de fondos privados, la Iniciativa de Fármacos para Enfermedades Desatendidas, identificada por sus siglas en inglés DNDi, procura desarrollar una tableta que combine dos medicamentos contra el paludismo.

La DNDi, una organización independiente sin fines de lucro, realiza actualmente en Burkina Faso pruebas clínicas de una combinación de artesunate (derivado de la artemisina) y de la amodiaquina, para su empleo en Africa.

La misma organización efectúa un test clínico en Tailandia, de una combinación de artesunate con la sustancia mefloquina, con vistas a utilizar ese fármaco en enfermos de paludismo de Asia y América Latina.

Las diferencias de ingredientes obedecen a que ciertas sustancias son más potentes y obtienen mejores resultados en poblaciones determinadas que en otras, dijo a IPS Jaya Banerji, portavoz de DNDi.

Los resultados de esas experimentaciones se conocerán a fines de 2005, precisó.

Los parásitos del paludismo o malaria (enfermedad febril producida por un protozoo y trasmitida a humanos por la picadura del mosquito anofeles) se han vuelto cada vez más resistentes a los fármacos antiguos como la cloroquina, citó Bernard Pecoul, director de la DNDi.

A causa de la escasez de métodos de diagnóstico de fácil empleo en los países pobres, muchas personas que no han contraído el paludismo son erróneamente medicadas contra ese mal, y por eso crece la resistencia a los medicamentos, explicó Pecoul.

La DNDi fue creada en julio de 2003 por iniciativa de la organización internacional Médicos sin Fronteras (MSF) y cuenta con la adhesión de la Fundación Oswaldo Cruz de Brasil, el Consejo de Investigación Médica de India, el Instituto Pasteur de Francia, el Ministerio de Salud de Malasia y el Instituto de Investigación Médica de Kenia.

La institución, con sede en Ginebra, estima que otras iniciativas de investigación y desarrollo de fármacos para enfermedades desatendidas se concentran principalmente en el paludismo, la tuberculosis y el sida.

Pero esas enfermedades están también presentes en los países ricos o en los que tienen un mercado de viajeros. Tales esfuerzos reposan en incentivos de mecanismos basados en el mercado, incluyendo asociaciones de sectores públicos y privados, afirma DNDi.

En cambio, la organización creada por MSF alienta a los gobiernos a asumir su responsabilidad ante las enfermedades desatendidas e investiga dolencias como el mal de Chagas o la leishmaniasis, que afectan a sectores sociales de pobreza extrema que nunca constituirán un mercado atractivo para los fármacos, afirma DNDi.

Banerji adelantó que DNDi iniciará en noviembre en Africa las pruebas de un fármaco contra la leishmaniasis visceral, una enfermedad conocida también como Kala azar, que causa unas 60.000 muertes por año en ese continente.

Los parásitos de Kala azar, transmitidos por moscas, provocan fiebre, anemia y agrandamiento del bazo. Los medicamentos que aún se emplean para combatir esa enfermedad son antiguos, tóxicos, costosos y de uso poco práctico en los países pobres.

En conjunto, las organizaciones que experimentan con nuevos fármacos o terapias para enfermedades asociadas con la pobreza han logrado progresos recientes, evaluó Roy Widdus, de IPPPH.

Pero el éxito de esas iniciativas, que pueden salvar millones de vidas en los países en desarrollo, requiere de recursos adicionales estimados en unos 1.000 millones de dólares para el período que concluye en 2007.

Esos fondos, que deben ser comprometidos a la brevedad, permitirán financiar medicamentos y vacunas vitales, insistió Widdus al presentar este jueves un informe sobre los resultados de las primeras inversiones realizadas en ese campo durante los últimos años, por montos de 2.000 millones de dólares.

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