La Biblia sugiere que los pantanos de Iraq fueron alguna vez el llamado jardín del Edén o paraíso terrenal. Pero si ese jardín existió alguna vez, ya desapareció junto con su riqueza biológica.
Los pantanos llegaron a extenderse sobre 20.000 kilómetros cuadrados en el sur de Iraq, alrededor de la zona en que se encuentran los ríos Tigris y Eufrates antes de desembocar en el Golfo.
Más de 70 por ciento de esos pantanos están secos hoy en día, y menos de 10 por ciento de sus habitantes, que llegaron a sumar un millón, permanecen en ellos. Los residentes locales vivían de la pesca, el cultivo de arroz y la confección de artículos de junco, pero todos estos medios de sustento han desaparecido.
La población atribuye la culpa al ex presidente Saddam Hussein, derrocado por las fuerzas de ocupación de Estados Unidos en abril de 2003, por haber construido represas para desviar los cursos de agua hacia otras áreas en la década de 1990.
Algunos sostienen que el ex mandatario tomó esa medida para castigar a los habitantes chiitas (el grupo musulmán mayoritario en Iraq) por el levantamiento contra su gobierno después de la primera guerra del Golfo, en 1991.
Saddam destruyó los pantanales y todo un modo de vida, acusó Ismail Zayer, que todavía vive en la zona.
A medida que los suministros de agua se agotaban, los residentes se trasladaban a otras partes del país o al vecino Irán, entre ellos numerosos chiitas que huían de la represión del régimen.
Pero no toda la culpa es atribuible a Saddam Hussein. Desde los años 50, las autoridades construyen diques para desviar las aguas de los pantanales con fines agrícolas.
Ciertos expertos sostienen que la construcción de represas era inevitable, y otros que el desvío de los cursos de agua no arrojó los resultados esperados en cuanto a la producción agrícola.
Algunos de los diques construidos por Saddam Hussein todavía están en funcionamiento, y otros han sido demolidos.
La familia de Zayer cree que ahora existe cierta esperanza de recuperación de su hábitat. Llevará tiempo y esfuerzo, pero se hará, expresó Zayer.
Lamentablemente, los esfuerzos de recuperación no se realizan de la mejor manera. Algunos residentes han destruido represas y barreras para permitir el paso del agua de nuevo. De este modo, un quinto de los pantanales volvió a inundarse, pero según informes locales, el agua que entró está contaminada.
Varias organizaciones internacionales, entre ellas el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), procuran restaurar ciertas zonas con el apoyo financiero de Japón, Italia y Canadá, pero advierten que no se trata de un esfuerzo de restauración completa.
Por el momento no estamos restaurando los pantanales, aclaró Monique Barbut, del PNUMA, en declaraciones telefónicas a IPS desde París.
Eso sería un proyecto de largo plazo que requeriría una decisión del gobierno iraquí e involucraría a muchos ministerios en medidas importantes y de alto costo, explicó.
El eventual proyecto dependerá de la forma en que el futuro gobierno de Iraq decida distribuir las aguas del Tigris y el Eufrates, de la instalación de plantas de tratamiento de agua y del énfasis de las autoridades pongan en la producción agrícola, que podría requerir el desvío de aguas fluviales.
El gobierno (provisional) ha creado una comisión de representantes de múltiples organismos, pero es muy pronto para que tome una decisión, señaló Barbut.
Las medidas conducentes a la restauración de los pantanales incluyen la provisión de agua limpia y proyectos de saneamiento. Por no recibir agua dulce, la salinidad y la contaminación de los pantanales aumentó.
Japón aportó 11 millones de dólares a un proyecto del PNUMA para proveer agua limpia y purificar el agua de la zona de manera natural.
Una vez atendidos esos problemas, el gobierno deberá decidir cómo encauzar el agua nuevamente a las áreas secas.
Tradicionalmente, entre febrero y abril, las autoridades provocaban la inundación de los pantanales con agua dulce de los ríos previamente tratada, para contrarrestar la salinidad acumulada en el resto del año. Si no se reanuda esa distribución, la única alternativa sería la introducción de agua del Golfo, una medida sumamente costosa.
Costosa o no, debemos encontrar una solución para el problema ambiental de los pantanales, urgió Husni Jassem Mohammed, ex profesor de estudios ambientales de la Universidad de Bagdad.
Los pantanales son ecosistemas únicos. Permiten la migración de las aves, contienen bancos de pesca y albergan numerosas especies animales y vegetales que podrían desaparecer, advirtió el académico.
Además del problema ambiental, está el económico. Los pantanales eran fuente de empleo y sustento para cientos de miles de personas. Si esta gente puede recuperar su medio de vida tradicional, será un problema menos para el gobierno, señaló Barbut.
Los tres principales pantanos son los de Hawizeh, Hammar y Qurnah. Este último, también llamado Central, es el más dañado y está casi seco. Sólo la parte septentrional de los humedales de Hawizeh, junto a la frontera con Irán, conserva su forma original. (FIN/IPS/traen-mlm/pp/en/04)