Cada verano boreal, los egipcios ricos abandonan la capital en busca de la brisa del mar Mediterráneo. El vacío es llenado por miles de ricos turistas del Golfo que invaden las calles cairotas en busca de diversión.
Es que el calor de la península Arábiga es aun más sofocante que el que resquebraja los blancos muros de El Cairo. Y en esta ciudad, los jefes de familia gozan de libertades que les son restringidas en sus países.
Los árabes del Golfo no están interesados en los paisajes, como los otros turistas, explicó a IPS Maged Radwan, de la agencia de viajes Eastmar Travel. Prefieren ir a un gran parque de diversiones acuáticas que a las pirámides o a un museo.
Pero otros empleados del sector turístico confiaron a IPS que muchos de los ricos turistas árabes del Golfo suelen dejar a sus familias en los hoteles y salen a las calles de El Cairo en busca de prostitutas, alcohol y salas de juego.
Los visitantes de Arabia Saudita, Kuwait y de países más chicos pero igualmente opulentos del Golfo comienzan a llegar en julio a El Cairo, donde alquilan departamentos o mansiones por todo el verano. Muchos se quedan hasta septiembre.
Son muy independientes y les gusta sentirse como en casa. Generalmente vienen en grandes grupos familiares con sus sirvientes, sus choferes y aun sus propios cocineros, dijo Radwan.
Una vez en la ciudad, los turistas del Golfo visitan centros comerciales, parques de diversiones, casinos y cabarés.
Su reputación de compradores impulsivos, escandalosos y manirrotos es confirmada por los operadores turísticos cairotas, muchos de los cuales cubren en el verano gracias a ellos sus pérdidas del resto del año.
Alrededor de 85 por ciento de nuestros huéspedes en el verano son árabes del Golfo, dijo el gerente de recepción del hotel de cuatro estrellas Atlas Zamalek. Noventa por ciento llegan con toda la familia y arriendan habitaciones por no menos de 15 noches.
El flujo anual de turistas del Golfo se ha convertido en cada vez más importante para la economía nacional en los últimos años.
Cuando los estadounidenses y europeos cancelaron sus viajes de placer a Egipto tras los atentados terroristas que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington en 2001, el crecimiento del turismo árabe compensó la pérdida.
Desde el 11 de septiembre de 2001, los árabes no quieren volar a Estados Unidos, y la Unión Europea dificultó la obtención de visas. Eso hace de Egipto un destino más atractivo, explicó Elhamy El-Zayata, presidente de la Federación de Cámaras Turísticas de Egipto.
Según el Ministerio de Turismo, Egipto recibió 1,32 millones de visitantes árabes el año pasado, 36 más que en 2001 y 22 por ciento del toral de turistas. La mitad proceden del Golfo.
Su participación en los 4.300 millones de dólares que cada año factura el sector turístico es difícil de medir, pero los expertos afirman que permanecen más tiempo en el país y gastan más que los turistas occidentales.
El-Zayat espera que la cantidad de viajeros árabes aumente aun más, pero advierte que Egipto perdió oportunidades para aumentar su participación en el mercado turístico. Pudimos hacerlo mejor. No hemos cortejado realmente a los árabes con promociones, afirma.
Después del 11 de septiembre, por ejemplo, las universidades de Jordania y Líbano promovieron activamente sus programas de estudio entre los árabes que asistían a centros de enseñanza de Estados Unidos y de Europa.
Miles de jóvenes aceptaron la invitación, pues preferían un ambiente amigable al cada vez más hostil y suspicaz Occidente.
Una vez que conquistas a un estudiante, conquistas a su familia y a él mismo como visitantes frecuentes, explicó El-Zayat. Muchos de los árabes del Golfo que visitan El Cairo regularmente son graduados de universidades egipcias, aseguró.
También los impuestos exorbitantes ahuyentan a los turistas. El tributo al entretenimiento es de 40 por ciento, y hace poco aumentó su impuesto a las ventas a 10 por ciento.
Si el impuesto fuera razonable, la gente vendría y podrían recaudarse aun más impuestos por la venta de comida, bebidas y mercaderías, sostuvo El-Zayat, para quien las autoridades creen, erróneamente, que los árabes del Golfo no cuidan su dinero.
Nos sobrefacturan por todo, se quejó Khaled Al-Hejazi, un empresario de Jedá, Arabia Saudita. Creen que no nos damos cuenta o que no nos importa, pero nos gustaría que nos cobraran como a los egipcios.
Los taxistas inflan sus tarifas cuando sospechan que el pasajero es saudita. Y, ante un cliente del Golfo, las agencias inmobiliarias elevan el alquiler hasta 800 por ciento en temporada veraniega.
Muchos egipcios atribuyen arrogancia y afectación a los vecinos del Golfo. Se creen que pueden comprarte. Nos tratan a los egipcios como si fuéramos perros, dijo a IPS Mohammed Saeed, que trabajó como recepcionista en un hotel cairota durante cuatro años.
Los árabes del Golfo hacen en Egipto todo lo que no pueden hacer en sus países, y sus acciones contradicen frecuentemente sus propios valores islámicos, agregó.
Libres de la atmósfera restrictiva que reina en sus países, El Cairo representa muchas tentaciones para los ricos visitantes árabes. Los hombres dejan a sus mujeres y a sus niños en el hotel para buscar prostitutas. Beben mucho whisky, apuestan y concurren a clubes nocturnos, aseguró Saeed.
Un visitante saudita rechazó la imagen negativa que unas pocas manzanas podridas, según él, dejan en Egipto. Sí, algunos hacen cosas contradictorias con el Islam. Pero todos amamos Egipto, y por eso volvemos todos los años, afirmó. (