SEGURIDAD-BRASIL: Desarme civil en aluvión

La Campaña Nacional de Desarme de Brasil triplicará o cuadruplicará la meta fijada por el gobierno, de recoger y destruir este año 80.000 armas en manos civiles, pero podría multiplicarse por 10 esa cantidad si se da mayor participación a la sociedad organizada.

Esta evaluación de Antonio Rangel Bandeira, coordinador del proyecto Desarme de Viva Río, organización no gubernamental (ONG) de Río de Janeiro, se basa en las más de 57.000 armas ya entregadas por la población en el primer mes de campaña.

A este ritmo, la meta para el final del año podrá alcanzarse dentro de dos semanas, haciendo parecer demasiado conservadora la previsión del ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, de que se duplicará la cantidad inicialmente prevista, de 80.000.

El proceso "va bien, pero podría ser mucho mejor”, si se multiplican los puntos de entrega, en una "gran red nacional”, con amplia divulgación, tal como establece el proyecto iniciado el 15 de julio a inspiración de las ONG y acogido por el ministro, dijo Rangel a IPS.

Un "cuello de botella” que enfrenta la campaña es la lentitud con que la Policía Federal, órgano del Ministerio de Justicia encargado de coordinar la recolección de las armas, acredita nuevos puestos de recepción, destacó el activista.

La entrega concentrada en manos de la Policía Federal congestiona sus comisarias y oficinas, donde se forman largas colas de personas que buscan deshacerse de sus pistolas, escopetas y fusiles. Las ONG Viva Rio y el Instituto Soy de la Paz, que están en el origen de la campaña, se sumaron a esa función junto con otras instituciones.

Pero Rangel entiende que aún son muy pocas y por eso propone que incorporar a las policías estaduales, iglesias, alcaldías, clubes y variadas organizaciones sociales, para que todas las personas puedan entregar sus armas cerca de su residencia.

No se puede esperar que los tenedores de armas vayan lejos a entregarlas, además para los pobres eso cuesta un dinero que no tienen, argumentó.

Las experiencias de otros países e, incluso, del meridional estado brasileño de Paraná, que inició su propia campaña de desarme en el comienzo de este año, muestran que el éxito depende de una red amplia de locales de entrega, con participación de la sociedad civil, acotó.

En Paraná, donde se recogieron más de 20.000 armas, los "campeones” en la recepción fueron las emisoras de radio, que además contribuyen con difusión, en una intensa competencia entre ellas, ejemplificó.

Con una amplia movilización y participación de la sociedad civil y los gobiernos estaduales y municipales, Brasil podría superar el récord mundial que posee Australia con 644.000 armas recogidas en un año de ese modo, aseguró Rangel.

La campaña australiana de 1996 contó con un fuerte atractivo financiero, pues se pagaba el precio de mercado por cada arma entregada. En cambio, en Brasil se abona de 100 a 300 reales (33 a 99 dólares), según el tamaño y el calibre, lo que a veces corresponde a menos de un décimo del precio en los comercios del ramo.

El movimiento internacional por el desarme estima que las armas pequeñas o livianas matan cerca de medio millón de personas en el mundo cada año. Brasil es uno de los países más afectados, con más de 40.000 homicidios anuales.

Las manifestaciones por el desarme en Brasil se intensificaron en los últimos 10 años, logrando al final de 2003 la aprobación de una ley limitando el porte de armas a los casos indispensables, como militares y policías, y fijando para octubre de 2005 un referendo para decidir sobre la prohibición del comercio de armas en el país.

Otro factor de inhibición de la campaña actual es la exigencia de una cuenta bancaria para depositar la indemnización. Los pobres no tienen cuentas en los bancos, observó Rangel. La solución podría ser un orden de pago, alternativa ya empleada en Paraná, pero hay resistencias burocráticas.

Además, muchos temen comparecer a una sede policial, lo que hace más importante la participación de las ONG y de otros entes civiles, reconocidas como "neutrales”, no represivos.

Viva Río, que está recibiendo un promedio de 50 armas por día, las inutiliza en el mismo acto de entrega, a mazazos, ganando la confianza de los que se desarman.

La idea de la campaña es ofrecer una especie de "amnistía y anonimato”, sin investigar el origen del arma, eliminando "todo lo que dificulte la entrega”, explicó Rangel. El objetivo de esta campaña es retirar de circulación la mayor cantidad posible de armas posible, evitando muertes futuras, y no el de aclarar crímenes del pasado.

Los resultados positivos se comienzan a notar en la reducción de asesinatos. Varios estados y ciudades ya registraron caídas de 14 a 26 por ciento en la cantidad de muertes por armas de fuego, según Rangel.

En una encuesta hecha a inicios de este mes, sólo 3,7 por ciento de los entrevistados admitieron poseer armas y de éstos sólo 19,2 por ciento se dijeron dispuestos a entregarlas voluntariamente.

Para ampliar esa disposición, el gobierno y las ONG iniciarán en las próximas semanas una publicidad masiva de la campaña y una "caravana por el desarme”, para estimular la adhesión de los poderes locales y de la sociedad en general, anunció Denis Mizne, coordinador del Instituto Soy de la Paz.

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