Tal vez por primera vez en su larga historia de abandono y salsa, la barriada caraqueña de Campo Rico pasó una noche de sábado en silencio, que se rompió abruptamente a las 03.00 de la mañana de este domingo, cuando un artesanal toque de diana anunció el inicio del gran día.
Los habitantes de Campo Rico, la mayoría seguidores del presidente Hugo Chávez, cumplieron al pie de la letra la orden de su líder, de "acostarse temprano" para salir a votar en el referendo que decide si Chávez permanecerá en el poder hasta el fin de su mandato, en 2007.
Pero la diana militar, montada en motocicletas, contribuyó también sin proponérselo a despabilar a los votantes adversarios de los edificios y casas al pie de los cerros, que iniciaron la jornada decisiva con idéntico entusiasmo.
Así, de madrugada, se formaron las primeras colas de votantes entre dos bandos aparentemente irreconciliables, que coincidían, al ocaso del día, en manifestar su orgullo por estar "dándole una lección de democracia al mundo".
Sin embargo, 12 horas después del comienzo oficial de la jornada electoral, apenas un poco más de la mitad de los votantes había podido ejercer su derecho a opinar "Sí" (revocar a Chávez) o "No" (sostener su mandato), y las enormes colas anticipaban una espera que podría prolongarse hasta la madrugada de este lunes.
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Con la espera crecían también la tensión y las especulaciones, y empezaba a diluirse el ambiente de relativa cordialidad con que se inició el día, con los votantes de ambos bandos totalmente convencidos de su abrumadora victoria.
María Auxiliadora Leiria tiene 65 años, pero representa 80. Se levantó, como casi todo el país, a las tres de la madrugada para defender a su presidente, pero terminó 15 horas después engrosando una manifestación improvisada a las puertas del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Compungida, delgada y frágil, con apenas tres dientes en su mandíbula inferior, Leiria desdobla un ajado papel que muestra su inscripción en los registros, su local y mesa de votación asignados, en los que sin embargo no figuraba, según supo al superar la fila.
"Diles que hagan algo, porque la hora pasa", me dijo desesperada, apuntando hacia los cristales del CNE, mientras una funcionaria, sentada en una silla parapetada en un muro, tomaba nota de los datos de los votantes frustrados.
Ellos sospechan que sus datos fueron borrados a propósito. "No es casualidad que todos los que estamos aquí seamos del mismo bando", dijo Nora Salazar, de 46 años, partidaria de Chávez.
En el otro lado de la ciudad, en las urbanizaciones más prósperas, el voto al Sí parecía unánime, y nadie mostraba la menor duda de que la lentitud en el proceso de votación era parte de un plan maquiavélico del gobierno para mantenerse en el poder.
En la espera inicial, mientras amanecía lentamente, se elaboraban los más diversos planes acerca de qué harían los triunfadores con Chávez y sus seguidores. Por ejemplo, si debían encarcelarlos a todos, o sólo a algunos, por los innumerables delitos cometidos, que aumentaban en cantidad y gravedad según el tamaño del aburrimiento.
La posibilidad de perder no pasaba por la cabeza de ninguno de los bandos contendientes, que en cifras extraoficiales -e ilegales, pues el poder electoral prohibió divulgar resultados de sondeos- pronto comenzaron a atribuirse las más disparatadas cifras de un triunfo abrumador.
Mientras tanto, en las filas empezaba a arreciar el hambre y el fastidio. Colas igualmente crueles y eternas para los dos bandos, que sin embargo, mostraban con su estoicismo la importancia de este día para el país.
Los dirigentes, sobre todo los de oposición, pedían insistentemente a sus adeptos que no abandonasen las colas al anochecer.
Ancianos en sillas de ruedas, lisiados, enfermas y enfermos, acudieron sin cejar en su empeño. "No importa, yo espero", decían invariablemente. Tales son las pasiones que despierta este presidente inusual, que se vistió de traje marrón claro y suéter de cuello redondo para votar en el popular barrio izquierdista 23 de Enero.
El grito (o más bien la imploración) "queremos votar" brotaba intermitentemente en todos los locales.
Pero el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, observador estrella del referendo, dijo que las demoras se deben principalmente al abrumador número de votantes y felicitó al vilipendiado Consejo Electoral por la organización del proceso.
"Esto es lo que nos faltaba después del retraso", suspiró desolada Zoraida Brito, ama de casa de 50 años, cuando en el centro de Caracas comenzó a llover suavemente a media tarde.
Pero José Fuentes, vendedor de helados de 30 años, aprovechaba el festín electoral para incrementar sus siempre magros ingresos, comentando que "hoy es un buen día para la venta". El mismo no votaría por no estar inscripto en el padrón, dijo.
Entre encuestas, deseos y temores abiertos o escondidos, todos reivindican victoria sin convencer. En las calles, los que esperaban estar celebrando, al fin de la tarde aguardaban cualquier cosa. Donde se anticipaban fiestas, había un silencio tenso y celebraciones tímidas.
En Venezuela la espera continúa, y la furia podría estallar allí donde se esperaba una explosión de alegría.