La seguridad es la preocupación central de los organizadores de los Juegos Olímpicos que se celebrarán desde esta semana en la capital griega. En cambio, el costo ambiental de un espectáculo como éste ni siquiera es considerado.
Grecia no seguirá este año el ejemplo de Estados Unidos, país con menor preocupación por el ambiente que la Unión Europea (UE), pero que tomó dos años atrás iniciativas para compensar los daños en la atmósfera que podían causar los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Salt Lake City.
Por entonces, organizaciones ambientalistas habían estimado que en ese centro de deportes invernales se lanzarían a la atmósfera 120.000 toneladas de dióxido de carbono, la mayor parte emitidos por los motores de los vehículos usados por los turistas y por el consumo de energía en los espectáculos.
Los organizadores atendieron la advertencia y lograron que varias compañías de la industria redujeran su emisión de gases de efecto invernadero en 300.000 toneladas.
Esas reducciones demuestran que las industrias adoptaron mecanismos mensurables para utilizar menos combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón, principales generadores de gases de efecto invernadero) o para ahorrar en el consumo de energía que hubiera liberado esas 300.000 toneladas de contaminación.
Los métodos para reducir las emisiones y para medir esos recortes son objeto de cierta disputa entre expertos, pero puede decirse que los juegos de Salt Lake City fueron los primeros que no contribuyeron a agravar el efecto invernadero, la acumulación de ciertos gases en la atmósfera que permite conservar el calor de los rayos solares.
Ese efecto natural de la atmósfera terrestre, multiplicado por 200 años de emisiones de gases industriales, es considerado por la mayoría de expertos responsable del actual recalentamiento del clima planetario.
Pero el comité organizador de Atenas 2004 ni siquiera pensó en hacer algo parecido. ¿Carbono? ¿Usted habla de carbono en los Juegos?, preguntó a IPS un portavoz del comité.
Es obvio que deberían haber tomado medidas, dijo a IPS el activista Anthony Fields, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). Un esquema de compensación de emisiones debería haber sido parte de los Juegos Olímpicos.
Un informe de WWF muestra cómo el movimiento olímpico ignora los compromisos con el ambiente en la preparación y puesta en práctica de los Juegos, y considera la conducta griega en la materia muy decepcionante.
El WWF no estimó las emisiones de los Juegos de Atenas, pues los griegos nunca dijeron que tomarían en cuenta esa cuestión.
Pero tomando como base la competencia de Salt Lake City, es fácil advertir que los Juegos Olímpicos de Atenas serán mucho más contaminantes. Habrá una participación más numerosa de atletas y de público, que deberán trasladarse distancias más largas para asistir a mayor número de competencias.
El uso intensivo de aire acondicionado, por ejemplo, debido a una temperatura promedio estimada en 35 grados, significará no sólo mayor consumo eléctrico, sino más emisiones de hidrofluorocarbonos, gases proporcionalmente más dañinos que el dióxido de carbono.
Un simple cálculo efectuado por la ecologista Bosques del Futuro (Future Forests) indica que un atleta que viaje de Nueva York a Atenas recorrerá 15.854 kilómetros y quemará 1,74 toneladas de dióxido de carbono, equivalentes tan sólo a su parte de las emisiones que se liberen en el curso del vuelo.
Ese atleta debería plantar dos árboles o regalar dos lámparas de bajo consumo eléctrico a alguien que viva en un país en desarrollo para neutralizar las emisiones de carbono que provoque su viaje a Atenas, estima Bosques del Futuro.
Se espera que más de un millón de personas asistan a Atenas, entre ellos varios miles de periodistas. Las emisiones generadas por viajes locales serán menores.
Pero los Juegos son la mayor reunión internacional, y lograr que se lleven a cabo neutralizando sus emisiones de carbono constituiría un pronunciamiento simbólico de gran peso, dicen los ecologistas.
En cambio, el comité organizador de los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008, ya se declaró comprometido a unos Juegos de emisiones netas igual a cero, pues Beijing minimizará la contaminación aérea vinculada a la organización, logrando reducciones en dióxido sulfúrico, dióxido de carbono y otros contaminantes mediante programas en China y mercados de intercambio de carbono en todo el mundo.
Los Juegos de la capital china cuentan con participación de varias empresas estadounidenses en diseño y construcción de sistemas de energía eficientes y sustentables.
Como país miembro de la UE, Grecia está obligada a cumplir las reducciones de gases del Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, que establece pasos para abatir la contaminación de gases invernadero por parte del mundo industrial.
La UE ratificó en bloque el Protocolo, por lo cual sus 25 países miembros están obligados por ley a implementar reducciones.
Sin embargo, el único instrumento internacional que establece metas obligatorias no logra volverse vinculante pues para hacerlo requiere la ratificación Rusia o de Estados Unidos, el país más contaminante del planeta que sin embargo se retiró del tratado.
China, que también forma parte del Protocolo, parece tomarse el asunto más en serio.
La participación estadounidense en esfuerzos como los de Salt Lake City y Beijing, y el completo olvido griego ante sus compromisos ambientales no hacen más que fortalecer la postura del gobierno de George W. Bush, para el cual se puede actuar por la causa del ambiente sin obligarse ni firmar ningún protocolo.