Conductores de taxis y microbuses que salen de la capital venezolana hacia zonas vecinas han optado por filmar y catear con detectores de metales a sus pasajeros, en una desesperada búsqueda por reducir la ola de crímenes a bordo de sus unidades.
Sonría señora, colabore, es por la seguridad de todos, dice Antonio Montoya, trabajador en autobuses que van a las llamadas ciudades dormitorio del sudeste cercano a Caracas.
Montoya se desdobla en cameraman y actor, porque simula mientras en verdad apunta su lente a una pareja de hombres jóvenes que ocupan un asiento trasero y que se le antojan sospechosos.
Desde que comenzamos estas filmaciones, los asaltos han disminuido. Varias veces algunos tipos (individuos) se vuelven (de donde vinieron) o no toman el autobús para no ser filmados. Creo que son robos o muertes que se evitaron, comentó Montoya a IPS mientras guardaba la pequeña handicam (cámara de mano) con la que trabaja.
Algo similar a la anécdota contada por Dilia. Cuando viajó entre Caracas y el vecino litoral Caribe, dos individuos rehusaron pasar junto al detector de metales en manos de un empleado y mucho menos ser grabados. Escaparon con prisa y les siguieron policías, quienes tras detenerlos descubrieron que portaban armas de fuego.
Los microbuses que ruedan por Caracas y las unidades más grandes que van a ciudades vecinas son verdaderas trampas sobre ruedas. En el bloque de conductores del sudoeste capitalino, de unas 2.500 unidades, tenemos hasta 50 robos diarios, señaló uno de sus dirigentes gremiales, David Bonalde.
Centenares de esas unidades cierran vías y prácticamente colapsan la ciudad cuando sube la indignación por la muerte de un chofer abatido por atracadores. Más de 20 conductores han perecido este año a manos de los hampones, deploró Bonalde.
De los pasajeros ni hablar. Lo más peligroso es la avenida Libertador. A mí me asaltaron tres veces el año pasado. Ya no viajo más en esas busetas (autobuses pequeños), relató Amanda Delgado, una manicura que debe desplazarse entre el oeste y el este de Caracas para trabajar.
La avenida Libertador tiene un paso de bajo nivel o trinchera a salvo de miradas, en medio de la cual es común el oír el súbito No se mueva nadie. Esto es un atraco.
Los asaltantes despojan a los pasajeros de dinero, teléfonos celulares, relojes y prendas. También de documentos cuya renovación es un verdadero calvario en Venezuela. La elevada agresividad y el lenguaje soez es parte de la técnica de asalto, y algunas mujeres han sido víctimas de abuso sexual.
Estadísticas policiales de Caracas, en cuya área metropolitana viven menos de cinco millones de habitantes, señalan que en los primeros seis meses de este año se registraron 894 homicidios, 2.300 lesiones (heridos), 6.900 hurtos, 5.000 robos y 39 secuestros.
Aunque la mayoría de las muertes fueron causadas por armas de fuego, la policía sólo practicó en el semestre 95 arrestos bajo el cargo de porte ilícito de armas.
Las proyecciones dan más de 2.000 homicidios para este año, una cifra semejante a la del año pasado, sin que el fenómeno sea exclusivo de la capital, recordó a IPS el especialista en seguridad Marcos Tarre. El año pasado fueron asesinadas en Venezuela (con 25 millones de habitantes) 11.330 personas, recordó el experto.
Esa cifra representó un incremento de 18 por ciento sobre 2002, cuando la estadística de homicidios ya había subido 20 por ciento respecto del año anterior. Se trata de 31 homicidios por día, en tanto cada hora se cometen cinco atracos, afirmó.
Venezuela ocupa el sexto lugar de América Latina y el Caribe en cantidad de homicidios respecto de su población, al llegar a 33 por cada 100.000 habitantes, según estadísticas del Banco Interamericano de Desarrollo. Por delante se encuentran El Salvador, Colombia, Honduras, Guatemala y Jamaica.
Pero Caracas es la tercera ciudad en ese nefasto listado, con 133 asesinatos por 100.000 habitantes, apenas superada por Medellín, en Colombia, y Recife, en Brasil.
Según Tarre, la filmación de pasajeros tiene visos de ilegalidad, pero es una muestra del desespero de los conductores y usuarios ante el crimen desbordado. Su equivalente es el de los vecinos en urbanizaciones de clase media, que ilegalmente cierran calles y accesos con barreras y casetas de vigilancia.
Ante las medidas estrenadas por los transportistas, algunos usuarios se molestan, pero la mayoría colabora, porque comprenden que reciben un servicio de más calidad, contó Edgar Centeno, un taxista con parada en un centro comercial y que fue asaltado cinco veces por pasajeros con cara de inocentes o falsas parejas enamoradas, según narró a IPS.
En la línea de autobuses de lujo Aeroexpresos Ejecutivos, que viajan al interior, el gerente de seguridad Roberto Sánchez dijo que requisan a los pasajeros, sus equipajes de mano, y tienen un circuito cerrado de televisión que graba el abordaje de cada unidad.
Varias veces la violencia se devuelve. A fines de junio, en la avenida Libertador, un agente vestido de civil que viajaba en un microbús mató a un joven que encañonaba al conductor mientras otros tres ordenaban la entrega de pertenencias de los pasajeros. Al ver caer fulminado a su compañero, sus cómplices salieron corriendo.
El asaltante muerto se llamaba Jesús Ramírez, de 18 años. Los que huyeron fueron perseguidos por los pasajeros, quienes capturaron sólo a uno. Lo ataron con las trenzas de sus zapatos y lo entregaron a la policía.. Tiene 16 años.