Los últimos atentados suicidas en Iraq confirmaron no sólo la necesidad de redoblar las medidas de seguridad sino también la de fortalecer los hospitales del país, carentes de elementos básicos para funcionar.
Al menos 120 personas murieron el miércoles en distintos atentados suicidas y tiroteos en Iraq. El peor ataque fue perpetrado en la septentrional ciudad de Baaquba, donde un coche bomba estalló frente a una estación de policía. Murieron 68 personas y cientos quedaron heridos.
El hospital de esa ciudad se llenó de familiares de las víctimas, y la policía debió hacer disparos al aire para dejar libre la entrada al edificio.
También hubo atentados en otras ciudades del país, incluida Bagdad.
Los sanatorios iraquíes sufren carencias graves desde las sanciones internacionales impuestas en los años 90, y la situación se agravó tras la invasión estadounidense que derrocó al régimen de Saddan Hussein.
Los hospitales están saturados de pacientes y no tienen medicamentos ni equipos suficientes para trabajar, además de sufrir carencias de electricidad y agua.
Nos faltan todos los medicamentos. Está prohibido, pero a veces tenemos que usar dos veces la misma jeringa, e incluso a veces las agujas. No tenemos otra opción, dijo a IPS el administrador general del capitalino Hospital Chuwader, Qasim al-Nuwesri
El funcionario dijo que los principales problemas del sanatorio son la falta de agua potable y la grave carencia de ambulancias.
Al Nuwesri detalló que, además de los heridos en combates, el hospital, ubicado en el populoso barrio de Sadr City, recibe cada vez más víctimas de enfermedades como el cólera y tifoidea, algo que no era común antes de la invasión.
En Sadr City viven más de tres millones de habitantes, y sólo hay dos centros de atención médica.
El Hospital Chuwader necesita 2.000 litros de agua diarios para realizar las mínimas prácticas de esterilización, pero sólo recibe 15 por ciento de ese volumen, señaló Al Nuwesri.
El resto del agua están contaminada. Sin electricidad y sin instrumentos, la sala de operaciones no puede trabajar, y tampoco tenemos bombas propias para obtener el agua, alertó.
El agua limpia es la necesidad más apremiante, sostuvo el cirujano Amer Alí, del mismo hospital.
Muchas personas en este barrio usan bombas para conseguir el agua, pero lo que obtienen en realidad son aguas residuales que causan enfermedades infecciosas como la hepatitis, afirmó.
El médico indicó que soldados estadounidenses han ingresado en más de una oportunidad en el hospital en busca de combatientes de la resistencia.
Vienen preguntando por pacientes de una forma muy ruda, gritando, insultando y mostrando sus armas a todos. Hemos tenido casos de pacientes que huyeron cuando los estadounidenses entraron, y luego nos enteramos de que habían muerto en sus casas por falta de tratamiento, dijo Alí.
La causa de estas terribles condiciones de trabajo son los estadounidenses, añadió.
Muchos médicos iraquíes critican la falta de apoyo de parte de las fuerzas de la ocupación.
Nos mandan bombas, no medicamentos, dijo Mohammed Rashid, del Hospital General de la central ciudad de Faluya.
Por su parte, el administrador del Hospital Al Kerkh de Bagdad, Sarmad Raheem, criticó a Estados Unidos por no colaborar con los sanatorios iraquíes.
Unos soldados vinieron aquí hace cinco meses y me preguntaron qué era lo que necesitaba. Se lo dijimos, pero nunca volvieron a traernos siquiera una aguja, afirmó.
Tenemos explosiones alrededor nuestro muy seguido. Es como un hospital de guerra. Todo está empeorando, lamentó.
Los hospitales son también víctimas de los constantes cortes de luz en todo el país, y en especial en Bagdad, que en promedio sólo cuenta con energía eléctrica ocho horas al día.
La semana pasada murió un paciente en la mesa de operaciones porque tuvimos un corte de luz y no pudimos hacer funcionar los equipos. Esto nunca había sucedido antes de la invasión, contó la jefa de enfermería del capitalino Hospital Yarmouk, Ahlan Bari.
El sanatorio cuenta con generadores propios, pero estos se rompen con frecuencia y no hay recursos para repararlos.
Mientras, el jefe administrador del Hospital de Al Noman, también de Bagdad, Abdulá Younis, señaló que su sanatorio también carece de equipos básicos.
De nuestros cinco monitores cardíacos se rompieron dos, y los otros tres funcionan muy mal. Tenemos sólo dos máquinas de rayos X, y una es muy antigua, explicó.
El jefe residente del Hospital Yarmouk, Namin Rashid, dijo que la única ayuda que han recibido los centros médicos iraquíes provino del gran ayatolá Alí Al Sistani.
Recibimos menos suministros médicos ahora que cuando estábamos bajo las sanciones internacionales. El Ministerio de Salud habla mucho, pero no hace nada por nosotros. (El ex administrador estadounidense de Iraq) Paul Bremer vino aquí a hablar al inicio de la ocupación, pero nada cambió desde entonces, dijo Rashid.
El Hospital Yarmouk recibe a entre 10 y 20 heridos de bala todos los días, cuando antes de la invasión atendía a un promedio de uno por semana e incluso a veces uno por mes.
Más de 160 iraquíes murieron en atentados desde que la coalición británico-estadounidense entregó la soberanía al gobierno interino iraquí el 28 de junio.
La ayuda internacional se redujo en forma considerable desde el atentado en agosto contra la oficina de la Organización de las Naciones Unidas en Bagdad, en el que murieron 20 personas, entre ellas el representante especial del foro mundial, Sergio Vieria de Mello.
Hemos pedido más de 500 millones de dólares (a la comunidad internacional) para adquirir equipos (médicos), y sólo hemos recibido 300 millones hasta ahora, señaló días atrás el viceministro de Salud, Amer al-Khuzaie.
La Organización Mundial de la Salud advirtió que habrá una catástrofe sanitaria en este país árabe si no se toman medidas urgentes.