Pese a la fuerte resistencia de Estados Unidos, Japón y Alemania a nuevos impuestos internacionales, la ONU se dispone a relanzar el antiguo debate sobre la creación de fondos alternativos para los países más pobres del mundo.
”El debate ya entró en las Naciones Unidas”, dijo a IPS el subsecretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), José Antonio Ocampo, jefe del departamento de asuntos económicos y sociales.
”Hemos solicitado la preparación de un estudio, cuyos resultados se presentarán a la Asamblea General” en septiembre de este año, agregó.
Entre las propuestas se cuentan un impuesto al carbono (sobre el uso de combustibles fósiles), la tasa Tobin a las transacciones financieras internacionales, un gravamen sobre las ventas internacionales de armas, una lotería mundial y un impuesto a los viajes en líneas aéreas internacionales.
”Aunque algunos países clave se oponen férreamente a estos impuestos mundiales, varios países industrializados y en desarrollo, entre ellos Francia y Brasil, los están considerando seriamente”, señaló Ocampo.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, advirtió que, a menos que el monto actual de ayuda para el desarrollo se duplique a 100.000 millones de dólares anuales, los 132 países en desarrollo no alcanzarán los Objetivos de Desarrollo del Milenio fijados por la Asamblea General del foro mundial en 2000 para el año 2015.
Entre los objetivos fijados se cuentan la reducción de la pobreza y el hambre a la mitad, la universalización de la enseñanza primaria, la disminución de la mortalidad infantil y materna, la promoción de la igualdad de géneros y la sustentabilidad ambiental.
”Necesitamos acciones. Existe una urgente necesidad de una masa crítica de nuevos recursos para hacer frente al amplio espectro de problemas humanos”, dijo Annan, férreo partidario de nuevas fuentes de financiación.
”Una de las ideas más innovadoras es la del Servicio Internacional de Financiación propuesto por Gran Bretaña, que recaudaría la ayuda para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, dijo Annan a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en Brasil, en junio.
Pero la propuesta británica dividió a los 25 miembros de la Unión Europea (UE). El comisario de Desarrollo y Ayuda Humanitaria del bloque, Poul Nielson, dijo que ”hacer prestidigitación con las reglas de los fondos públicos no sustituye a la difícil tarea política de lograr y sostener la voluntad por aumentar la cooperación para el desarrollo”.
”Esto me lleva a que el Servicio Internacional de Financiación no es el camino correcto. No debemos hacer que nuestros hijos y nietos paguen el combate a la pobreza mundial”, dijo Nielson a los delegados de la undécima sesión de la UNCTAD.
Nielson admitió que un gravamen internacional podría ofrecer recursos duraderos para el desarrollo, pero dijo que ”todas las propuestas (de impuestos mundiales) tienen sus problemas”. La Comisión Europea no ha adoptado una posición sobre propuestas específicas.
”Dada la crítica situación de los países menos desarrollados, es claro que se debe recaudar dinero para ayudarles a salir de su continua y creciente crisis financiera”, observó Daphne Davies, de LDC Watch, una organización no gubernamental (ONG) con sede en Bruselas que vigila la situación de los 50 países más pobres del mundo.
”Ha habido muchas propuestas de impuestos mundiales, pero la mayoría fracasan porque son vagas y difíciles de aplicar”, dijo a IPS.
”Sin embargo, dos podrían dirigirse en especial a los países menos desarrollados: una tasa ambiental, basada en el principio de que 'el que contamina, paga', y un impuesto mundial a la venta de armas”, destacó.
Muchos de los países menos desarrollados, como la República Democrática de Congo, son inmensamente ricos en recursos minerales, pero no se benefician de esa riqueza, señaló Davies.
La mayoría de esos gobiernos son muy débiles para fijar las condiciones de la explotación de sus recursos, en particular por empresas extranjeras. Además, en muchos casos altos funcionarios de gobierno se han apropiado de los ingresos derivados de la extracción de sus minerales, observó.
Para superar todos estos problemas, ONG de los países más pobres sugirieron la creación de un mecanismo, auspiciado por la ONU y supervisado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, para que ”el que contamina, pague”.
Así, las compañías que extraen recursos naturales pagarían un porcentaje de sus ingresos a un fondo que se destinaría a mejorar o restaurar el ambiente en los países menos desarrollados, explicó Davies.
Otro impuesto posible se aplicaría a la venta internacional de armas. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lo sugirió el año pasado.
”Este tipo de impuesto ayudaría a los países menos desarrollados, porque las guerras son una de las principales causas de pobreza y subdesarrollo en esos países”, señaló Davies. La mayoría de los conflictos armados tienen lugar en Africa subsahariana, la región más pobre del mundo, añadió.
Según el Instituto de Investigaciones para la Paz Internacional, con sede en Estocolmo, el valor mundial de la venta de armas suma 32.600 millones de dólares al año.
Los países más ricos del mundo (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Japón, Gran Bretaña y Rusia) venden 85 por ciento de las armas.
”Quizá las razones por la que las potencias occidentales se oponen a la idea del impuesto son, en primer lugar, que pondría en evidencia el papel que ellas tienen en la producción y venta de armas para los países menos desarrollados, y en segundo lugar, que tendrían que pagar por venderlas”, dijo Davies.
Si sólo uno por ciento del valor de la venta de armas se aportara cada año a un fondo mundial administrado por la ONU, se recaudarían cientos de millones de dólares. Parte de los fondos podrían utilizarse para la rehabilitación de posguerra y el fortalecimiento de los gobiernos en los países menos desarrollados.
Ruby van der Wekken, del Instituto-Red para la Democratización Mundial (NIGD) de Helsinki, opinó que el impuesto Tobin es por lejos la más viable de todas las iniciativas de un impuesto mundial.
La tasa Tobin fue propuesta en 1978 por James Tobin, profesor americano de la universidad de Yale y premio Nobel de Economía. Consiste en una tasa mínima de 0,1 por ciento que se cobraría sobre todas las acciones de cambio de divisas, con el ánimo de disminuir la velocidad del capital especulativo.
El doble efecto de esa tasa (reducir la especulación y recaudar más recursos para ”buenas causas”) la vuelve muy atractiva, destacó Ruby.
Lula da Silva reiteró este año, incluso en la reunión de junio de la UNCTAD, la necesidad de un impuesto a las transacciones financieras especulativas, especialmente en los ”paraísos fiscales” internacionales.
Francia y Chile habrían decidido apoyar la iniciativa, pero Estados Unidos y Gran Bretaña, se oponen, según Van der Wekken porque dependen de los ingresos que los especuladores financieros llevan a Nueva York y Londres. Además, los beneficiarios de las crisis monetarias suelen ser inversores occidentales, observó.