«Los países ricos no hacen concesiones comerciales si sólo reivindicamos», por eso se necesita fuerza política para cambiar las relaciones internacionales, señaló este martes el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, al explicar su política externa a activistas sociales.
Tras esa meta, Brasilia trató primero de unir América del Sur, para luego establecer puentes con otros países, bloques y regiones, visitados por Lula en su año y medio de permanencia en el cargo. India, China, Africa y Medio Oriente forman parte de esa búsqueda de alianzas y fortalecimiento de los países en desarrollo para mejor negociar con las grandes potencias.
La lucha contra el hambre es el "tema principal" de la diplomacia presidencial, afirmó Lula en un encuentro con movimientos y organizaciones sociales que participan en el Foro de la Sociedad Civil, en el ámbito de la XI Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) que se realiza esta semana en Sao Paulo.
Hacer del hambre y la pobreza un problema político, y no solo social, es el camino para buscar soluciones y para ello es indispensable la presión de la sociedad sobre gobiernos y parlamentos, sostuvo el presidente.
Un programa mundial contra el hambre es la bandera que lleva Lula a todos los encuentros y foros en que participa. Para concertarlo, propone la creación de un fondo internacional que podría formarse por la imposición de alguna forma de gravamen de las operaciones financieras especulativas, especialmente en los llamados "paraísos fiscales", y en el comercio de armas.
Esa propuesta será presentada el 20 de septiembre a los jefes de Estado y de gobierno que Lula espera encontrar en Nueva York en el comienzo de la Asamblea General de la Organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) de este año.
La iniciativa cuenta con la adhesión de Francia y de Chile, informó el también líder del izquierdista Partido de los Trabajadores en parte de su alocución este martes ante los representantes de gobierno y agencias internacionales, presentes en un panel sobre formas innovadoras de financiar el desarrollo en el marco de la XI sesión cuadrienal de la Unctad.
Para indicar que no es difícil conseguir los recursos, el mandatario brasileño recordó que para cumplir las Metas de Desarrollo del Milenio, aprobadas por la Asamblea General de la ONU de 2000 y que incluyen reducir a la mitad la cantidad de hambrientos del mundo antes de 2015, se necesitan "sólo 50.000 millones de dólares (más), según estiman instituciones internacionales".
Ello representa "sólo dos meses de los subsidios agrícolas concedidos por los países desarrollados y sólo tres semanas de lo que el mundo gasta en armas", comparó.
Lula aseguró que su país está haciendo su parte, lo que le permite legitimidad para impulsar la iniciativa. El programa Hambre Cero, lanzado por el presidente al comienzo de su gestión en enero de 2003, beneficiará 11 millones de familias y que suman 44 millones de personas, una meta que debe ser alcanzada antes del final de su mandato en 2006.
Por ahora van 4,5 millones de familias incorporadas al programa, cifra que debe crecer a 6,5 millones hasta fines de este año. Por ese programa Hambre Cero, cada núcleo familiar de muy bajos ingresos recibe una suma mensual para la adquisición de alimentos.
Además, Lula anunció que su gobierno estimula una amplia movilización de la sociedad civil para el combate contra el hambre y la pobreza.
En ese marco, se desarrollará la Semana de Solidaridad en agosto, oportunidad en que todos, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, iglesias y empresarios de Brasil, deberán "decir lo que hacen" y comprometerse con el cumplimiento de las Metas de Desarrollo del Milenio.
Esos objetivos están relacionados con el comercio internacional, comentó Lula. Hay que fortalecer los países en desarrollo, con unidad, para negociar relaciones comerciales más justas, sin ánimo de "pelear con los demás socios", sino para que haya "complementaridad" en el mundo y todos los países puedan "exportar lo que saben hacer mejor".
Un ejemplo de solidaridad y la ayuda a los más pobres, según él, fue la queja brasileña contra los subsidios que concede Estados Unidos a sus productores de algodón, logrando un fallo que se supone favorable al país sudamericano.
Pero "no es Brasil el que más gana con esa acción sino los países africanos que tienen ese producto como su principal exportación", en un caso alcanzando sólo 180 millones de dólares, destacó Lula.
Sin "una política de solidaridad" entre los países en desarrollo, "no daremos los pasos necesarios", observó, recordando que su gobierno a veces estimula importaciones de países en dificultades, sin considerar precios más elevados que de otras fuentes. Es el caso de recientes adquisiciones de arroz uruguayo, mencionó.
El secretario general adjunto de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, José Olivio Miranda Oliveira, pidió a Lula usar su liderazgo para impulsar un foro mundial para discutir formas de superar los efectos negativos de la globalización en curso, incluso a través del comercio.
El presidente de Brasil respondió que el mundo en desarrollo no puede aceptar la cláusula social en el comercio internacional, porque ésta "haría inviable salir de la pobreza", ya que no podrían competir con países ricos que conquistaron altos niveles de derechos laborales en los siglos pasados y siguen competitivos por su tecnología avanzada.
Empero, se trata de buscar "otros mecanismos de promoción social", en un diálogo entre gobiernos y el movimiento sindical, que ponga la cuestión social global en el punto de vista del Sur, ya que se descarta la cláusula social, explicó a IPS Miranda Oliveira.
El agravamiento de los problemas sociales impone una urgente definición de instrumentos innovadores para superar esa tendencia, acotó.