El comercio y la riqueza crecen velozmente, al mismo ritmo que la desigualdad. Los países en desarrollo tienen ahora la oportunidad de revertir la tendencia aumentando el intercambio Sur-Sur y explorando nuevas áreas de competencia.
El comercio mundial está en pleno ”boom” expansivo. Alimentos, bienes y servicios se mueven a través del planeta a velocidades asombrosas. Y se hace mucho dinero.
Pero esto suena a cuento para una mujer productora de Mauritania que no puede vender su queso de leche de camello a países ricos, por las rígidas barreras sanitarias de la Unión Europea.
También es cuento para cualquiera de los 15 millones de cultivadores de algodón de Africa, un sector que está perdiendo 250 millones de dólares al año por los subsidios de Estados Unidos a sus propios productores algodoneros.
Por no mencionar a alguna de los 2.800 millones de personas que viven con dos dólares por día o a 1.000 millones que subsisten con apenas un dólar diario.
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Cómo hacer para que los pobres accedan a parte de la enorme riqueza generada por el comercio mundial es el asunto que considera, una vez más, la comunidad internacional en la meridional ciudad de Sao Paulo.
Allí se celebrará, desde este domingo hasta el viernes 18, la XI sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).
Su secretario general, el brasileño Rubens Ricupero, considera este encuentro una ”oportunidad sin precedentes” para ayudar a las naciones en desarrollo a superar los desequilibrios comerciales y sus consecuencias.
El énfasis está puesto en mejorar el acceso a los mercados, reducir las barreras comerciales y los subsidios que distorsionan el intercambio en perjuicio de los países pobres, sin ignorar la pobreza y la desigualdad de género.
Representantes de la sociedad civil temen que éste acabe siendo otro callejón sin salida entre las diferencias del Norte y del Sur, con el primero renuente a compartir las enormes ganancias que obtiene del comercio internacional.
”La Unctad debe estar preparada para hacer propuestas de largo aliento y resistir las presiones de algunas naciones industriales que quieren limitar su papel”, dice la activista Celine Charveriat, de la organización humanitaria Oxfam, con sede en Londres.
Iara Pietrikovsky, de la Red Brasileña de Comercio, añade: ”El statu quo internacional no deja lugar a un desarrollo compatible con las necesidades globales de crecimiento, que genere riqueza y supere la pobreza”.
El comercio global creció 4,3 por ciento en 2003, y se estima que aumente siete por ciento este año, con beneficios que también llegarán a las naciones en desarrollo, pues su porción del mercado mundial pasó de 24 por ciento en 1990 a 32 por ciento en 2000.
Sin embargo, más de 80 por ciento de las exportaciones mundiales son producidas por apenas 10 países, y la parte del león de cada dólar de riqueza generada por la economía planetaria va a las naciones ricas o de ingresos medios.
Sólo tres centavos de ese dólar, según el Banco Mundial, va a los países de ingresos bajos, en los que vive 40 por ciento de la población del mundo.
Y la porción del comercio que obtienen los 50 países menos desarrollados (los más pobres de los pobres) cayó de 1,7 por ciento en 1970 a 0,6 por ciento en 2002, mientras Asia oriental produce 75 por ciento de todas las manufacturas exportadas por el mundo en desarrollo.
Los países menos desarrollados de Africa y de otras regiones sumaron un magro 0,62 por ciento del comercio mundial en 2003, y sus economías combinadas aportaron 0,58 por ciento al producto bruto global.
En 15 naciones latinoamericanas y caribeñas, más de 25 por ciento de la población es pobre, según el Banco Mundial.
Aunque es posible vincular la pobreza al desequilibrio del comercio, el secretario general de la Unctad señala que pese al impresionante crecimiento comercial de América Latina, esa región tiene hoy 20 millones más de pobres que en 1997.
En cambio, en el reciente boom comercial de China, la proporción de población en pobreza extrema se redujo de 64 a 17 por ciento desde 1981. Esto se debe en gran medida a la apertura gradual y ”a su manera”, adoptada por el país asiático.
En encuentros como el de Sao Paulo, las principales cuestiones subliminales son la globalización y la liberalización, dos cartas de triunfo del Norte industrial.
Mediante el ”outsourcing” (en inglés, la tercerización de servicios, extracción de recursos, producción o empleos, frecuentemente en el exterior, que se estima crecerá entre 30 y 40 por ciento en los próximos cinco años), cualquier compañía grande puede fabricar casi todo en cualquier lugar del planeta.
Se aprovecha así la mano de obra barata y otros beneficios (como exenciones impositivas o flexibilización de normas laborales) otorgados por los gobiernos ansiosos de atraer inversión extranjera.
De allí la necesidad de la liberalización. Pero, se arguye ahora, el reacio Sur está más liberalizado que el Norte, promotor de la apertura.
”Países del Sur han abierto su comercio más rápido que naciones industriales del Norte, con el resultado de un aumento en sus importaciones”, dice la Unctad.
”Muchos de ellos han liberalizado sus regímenes comerciales anticipando sus posibles ganancias, pero la velocidad de esa apertura frecuentemente superó el ritmo de la de los países desarrollados. Tras dos décadas de apertura, el mundo en desarrollo todavía está esperando los resultados”, añade.
Analistas del comercio mundial también ven oportunidades para el Sur en las ”industrias creativas”, como la producción de música, cine, radio, publicidad y software (programas de computadoras).
Algunas economías asiáticas envueltas en esas actividades han triplicado su producto interno bruto y reducido su pobreza en 40 por ciento en los últimos 20 años.
Otro camino potencial es la venta de servicios, inclusive de mano de obra, a mercados desarrollados, como el llamado ”movimiento temporal” de trabajadores.
En el otro extremo de la escala está el tradicional suministro de materias primas y productos básicos, extremadamente vulnerable a las fluctuaciones de precios y a las crisis externas, según la Unctad.
Si las cartas están contra el Sur en el intercambio con el Norte, hay potencial poco explorado en el comercio Sur-Sur, que apenas suma 10 por ciento de todas las transacciones de bienes y servicios, pero crece 11 puntos porcentuales por año y representa más de 40 por ciento de todo el comercio de los países en desarrollo.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lo ha llamado ”la nueva geografía del comercio y la economía”.
En el comercio, un factor específico, muy vinculado a la pobreza, es el ”diferencial de género”: la creación de oportunidades de empleo para las mujeres en mercados ampliados, como las industrias textil, de vestimenta, calzado, horticultura y procesamiento de datos, dirigidas a la exportación y de uso intensivo de mano de obra.
En muchos casos, la liberalización terminó con los subsidios pagados por países en desarrollo a sus pequeños agricultores, la mayoría mujeres, con lo que generalizó el desempleo y la emigración. En el hemisferio occidental, las mujeres eran más de la mitad de todos los inmigrantes en 2000.
Las mujeres constituyen 40 por ciento de la fuerza laboral mundial, y su participación ha crecido rápidamente, sobre todo en América del Sur (de 26 a 45 por ciento en los últimos 20 años).
Pero las mujeres ganan dos tercios de los salarios de los hombres. En la industria manufacturera esa brecha llega a 52 por ciento en Botswana, a 75 por ciento en Egipto, a 81 por ciento en Costa Rica y a 86 por ciento en Sri Lanka.
Sesenta por ciento de los 550 millones de trabajadores pobres del mundo son mujeres, dice la Unctad.
El encuentro de Sao Paulo aparece en medio de la parálisis de las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio, en gran medida porque su modelo de libre comercio y apertura no ha logrado mejorar las condiciones de vida de los pueblos del mundo.
Sao Paulo es visto como una oportunidad para que gobiernos, sociedad civil y empresas busquen modelos alternativos para el comercio, que promuevan el desarrollo sustentable.
Es, dicen, una instancia para examinar el papel crucial que deben jugar normas comerciales justas en el combate al hambre y la crisis global de los productos básicos, el manejo de los suministros, los mercados internacionales y el desarrollo económico.