CINE-BRASIL: En moto sin perder la emoción

”Olvídate de mí cuando yo cumpla 18 años, que voy a hacer lo mismo”, dijo el niño de 12 años a su madre después de ver ”Diarios de Motocicleta”, el filme sobre Ernesto Guevara veinteañero que suele ser aplaudido al final de cada exhibición en los cines de Brasil.

Por esa reacción se puede prever que pronto aumentará el turismo mochilero por la ruta sudamericana recorrida por el argentino Guevara en 1952, cuando estaba por cumplir 24 años y no podía imaginar que siete años después entraría a La Habana triunfante como el Che, uno de los comandantes de la revolución cubana.

El viaje del entonces estudiante de medicina junto a su amigo Alberto Granado, un bioquímico de 29 años, por más de 12.000 kilómetros desde Argentina a Venezuela, es el tema del filme dirigido por el brasileño Walter Salles, pero que sólo puede ser identificado como latinoamericano.

La película es totalmente hablada en español, lo cual facilitará su exhibición en muchos países, sus principales actores son el mexicano Gael García Bernal, que interpreta a Guevara, y el argentino Rodrigo de la Serna, que hace de Granado, y el guionista es el portorriqueño José Rivera.

El mismo Salles dijo que al hacer este filme dejó de ser un director brasileño, para convertirse en latinoamericano. Los paisajes físicos y humanos bien captados por las imágenes incluyen a Argentina y a los países andinos, nada de Brasil.

Por la música, que es poco notada pero ayuda a conmover a los espectadores, respondió Gustavo Santaolalla, un compositor argentino iniciado en el rock que hoy vive en la sudoccidental ciudad estadounidense de Los Angeles e investiga música latinoamericana desde hace dos décadas..

Es un guitarrista versátil que incluyó en el filme los instrumentos típicos de los países y lugares por donde iba pasando la dupla de viajeros. Una canción que ilustra el final, titulada ”Al otro lado del río”, está ayudando a los brasileños a conocer su autor, el cantautor uruguayo Jorge Drexler.

La producción del filme involucra cinco países, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Gran Bretaña, pero llegó a las pantallas gracias a la iniciativa de Robert Redford, el conocido actor estadounidense que fomenta el buen cine independiente con su Festival Sundance.

Por último, en el único discurso que hace Guevara, al agradecer la fiesta de cumpleaños en la leprosería peruana donde los dos viajeros pasan tres semanas, él destaca haber concluido que las fronteras son artificiales. América Latina es un solo pueblo, dice en esa instancia.

Pero no es eso lo que emociona a los espectadores, incluso a muchos hasta el llanto. Para algunos críticos, ”Diarios de Motocicleta” trata de mostrar el Che joven como una persona distinta, predestinada a algún papel especial, por su ”santidad”, el altruismo cristiano.

Es lo que sobresale en la verdadera revolución interna que él, con la ayuda de Granado, promueve en la leprosería perdida en los rincones amazónicos de Perú.

Primero por rechazar los guantes que usaban los médicos y enfermeros, ”por orden de las monjas”, y por apretar las manos de los enfermos y abrazarlos. Es el Che ”pura ternura, que aún no endureció”, un ”héroe asistencialista”, ironizó José Geraldo Couto, crítico del diario brasileño Folha de Sao Paulo.

Convivir con los leprosos, comer y jugar fútbol con ellos, convencer a una joven a someterse a una operación quirúrgica para salvar el brazo atacado por la hanseniasis y a superar su desaliento suicida, son otros actos que recuerdan los símbolos de la piedad cristiana.

Todo culmina con el joven asmático, procedente de la acomodada clase media argentina, cruzando a nado centenares de metros del río Amazonas para celebrar su cumpleaños con los enfermos. Condenó, con su gesto, el aparheid (segregación) vigente incluso en la leprosería aislada, con los médicos y funcionarios separados de los leprosos por ese caudaloso río.

Y él manifestó su opción por un lado, aunque queda claro que el viaje fue su iniciación social, no aún política. Al final confiesa que ya no es el mismo de antes, internamente, pero necesita reflexionar sobre las injusticias que vio.

Pero el filme hace reír también. Los dos amigos parten de Buenos Aires en una motocicleta precaria, pero apodada ”La poderosa”. Luego, después de varias caídas espectaculares, la ”destartalada” los deja a pie en Chile.

Varios hechos van destacando la rectitud del joven Guevara. El contraste es con Granado, un ”chanta”, como se les llama en lunfardo argentino a quienes una pequeña mentira a veces es más útil y compasiva, que abusa de su labia y mañas para sortear la falta de dinero de la dupla de viajeros.

La franqueza de Guevara, apodado ”Fuser” por su amigo, se muestra brutal cuando él opina sobre la novela escrita por el médico que los acogió en Lima y les pidió una evaluación del proyecto de libro. ”Lleno de lugares comunes”, criticó el huésped, recomendándole al pretensioso escritor dedicarse a lo que hace bien, la medicina.

Los contrastes son elementos fundamentales del filme, acogido con 13 minutos de aplausos en Cannes, en el festival donde compitió la semana pasada sin ganar ningún premio. Sólo recibió premios paralelos como los del Jurado Ecuménico y del Ministerio de Cultura francés.

La imagen más marcada de Argentina, por ejemplo, es una grande y lujosa casa cercada de jardines, ”suiza” según Granado, donde vivían parientes lejanos de Guevara y su novia. Luego la realidad ambiente se va deteriorando hasta culminar en la leprosería.

El contraste entre Machu Picchu, construcción histórica de los Incas en Perú, y las barriadas de Lima, es aprovechada en imágenes casi superpuestas. Imágenes en blanco y negro de los pobres andinos y amazónicos actuales muestran que la realidad social sudamericana cambió poco en 50 años.

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