Cada hora, una nueva familia llega al campamento de refugiados de la Media Luna Roja Iraquí al oeste de Bagdad. La instalación alberga apenas a una pequeña parte de las decenas de miles de civiles desplazados de Faluya por los ataques de las fuerzas de Estados Unidos.
El campamento se erigió poco después de la ofensiva del 5 de abril contra esa ciudad central para aplastar a los partidarios del líder musulmán chiita Moqtada al Sadr alzados contra la ocupación. Sólo los combates de esa semana en Faluya y sus alrededores dejaron cerca de 600 iraquíes muertos.
Al principio, se instalaron en el campamento unas 50 familias, pero luego llegaron muchas más. Se trata de personas desesperadas, que ya no tienen vivienda ni encontraron refugio en casa de familiares o amigos.
"Los estadounidenses destruyeron las casas de todas estas familias. No tienen muebles, no tienen nada. Por eso necesitan nuestra ayuda", explicó a IPS la directora de la juventud voluntaria de la Media Luna Roja Iraquí, Kamer Jabi.
Primero, la organización humanitaria intentó establecer el campamento cerca de Faluya, pero pronto el área quedó bajo fuego de helicópteros estadounidenses.
"Nos establecimos a siete kilómetros de Faluya, pero los estadounidenses lo atacaron y quemaron dos tiendas. Quedaron varias allí. No nos animamos a volver a rescatarlas porque es muy peligroso", contó Jabi.
Entre los refugiados está Jalid Anwar Jalidi, de 12 años. Hace casi un mes que el niño no concurre a la escuela.
Cuando su familia huyó de Faluya hace dos semanas, se refugió primero en la casa de un familiar en Washash, un barrio pobre del oeste de Bagdad.
"Eramos nueve familias en esa casa; estábamos unos arriba de otros. Entonces nos mudamos con mis padres, mi hermana, mi tía y sus dos hijos a este campamento. El resto de mis parientes todavía viven en esa casa", contó Jalid.
La historia se repite en todo el campamento: personas que se refugiaron al principio en casa de familiares en Bagdad pero no pudieron mantener la situación, dado que el sitio estadounidense se prolongó y no da señales de terminar a corto plazo.
"Somos refugiados en nuestro propio país", lamentó un hombre, desde dentro de su tienda. "Es muy triste. Estamos como los palestinos", agregó.
El hombre contó que su familia de 12 miembros permaneció dos semanas con unos parientes en Bagdad antes de instalarse en el campamento. Pensó en alquilar una vivienda en la capital, pero ahora no tiene empleo y precisará sus ahorros para reparar su casa de Faluya, explicó.
"Me avergüenza ser un refugiado", expresó. "Cuando mi hermano vino a visitar el campamento, crucé la calle. El dijo que esto es una vergüenza para toda nuestra familia".
Según Jabi, puede pasar mucho tiempo antes de que los refugiados reanuden su vida normal.
"Por supuesto, algún día volverán a su casa. Deben darles un respiro. Todos los iraquíes estamos cansados de esta guerra. Durante 35 años padecimos la dictadura de Saddam Hussein y ahora esto", se quejó.
Aunque las fuerzas de Estados Unidos decidieron postergar esta semana un ataque masivo a Faluya, no alivian el sitio sobre la ciudad. Además, planean realizar patrullajes conjuntos con fuerzas de seguridad iraquíes dentro de Faluya, en un intento por retomar el control sobre ese bastión insurgente.
La decisión de Estados Unidos se produjo luego de la recomendación de Lajdar Brahimi, enviado de las Naciones Unidas a Iraq, de "conducirse con cautela" en Faluya para no enardecer más a la población.
Antes de partir de Iraq, el domingo, Brahimi describió el sitio como un castigo colectivo inaceptable.
"Cuando se rodea una ciudad, se la bombardea, y la gente no puede acudir a un hospital, ¿qué nombre se le da a eso?", preguntó el funcionario.