Cerca de 150 soldados de ascendencia latinoamericana han muerto en Iraq y las cifras siguen aumentando, igual que las demandas de activistas para que los militares de ese origen regresen a casa.
La guerra está cobrando su factura a muchos jóvenes latinos (de origen latinoamericano), gran parte de los cuales fueron a Iraq a la fuerza o engañados, dijo a IPS Fernando Suárez, líder de Guerrero Azteca, un movimiento que exige en Estados Unidos el retorno de los soldados enviados a Medio Oriente.
El miércoles fueron atacados con morteros los campamentos militares de El Salvador y de Honduras ubicados en Nayaf, 160 kilómetros al sur de Bagdad, sin que se registraran víctimas.
Días antes, se reportó la muerte de un soldado del ejército de El Salvador y de un mexicano y un nicaragüense enlistados en la Armada de Estados Unidos.
Para Suárez, cuyo hijo Jesús fue un militar estadounidense que murió en Iraq, pero en marzo de 2003, el próximo retiro de 370 soldados de Honduras y de otro número similar de República Dominicana, anunciado esta semana por sus respectivos gobiernos, representa un ejemplo a seguir.
Quienes pensamos que esta guerra absurda no nos pertenece (a los latinoamericanos) nos sentimos contentos con el retiro de tropas, pero hay que decir que aún quedan allí muchos otros que deben regresar, apuntó el activista, un mexicano que vive en Estados Unidos desde mediados de los años 90.
En Iraq hay 135.000 soldados estadounidenses, 22 por ciento de los cuales tienen sangre latinoamericana.
Luego de que España anunciara el domingo pasado el retiro de sus 1.300 soldados, Honduras y República Dominicana siguieron su ejemplo, pero no así El Salvador, cuyo gobierno informó que sus 380 efectivos se mantendrán al menos hasta junio integrando la alianza militar que invadió Iraq el 20 de marzo de 2003 liderada por Estados Unidos
España comandaba en ese país árabe a las tropas centroamericanas en el llamado batallón Plus Ultra, que estaba integrado también por 113 soldados de Nicaragua, grupo que regresó a su país a fines de marzo.
Para el académico mexicano Juan Martínez del Río, el desmantelamiento del batallón Plus Ultra representó un golpe diplomático más que militar para el gobierno estadounidense de George W. Bush.
Con España se enojó Washington, pero no creo que con Honduras o con República Dominicana, pues eran fuerzas menores y estaban comandadas por otros país, dijo el experto a IPS.
Lo que no se entiende es la insistencia de El Salvador de mantenerse en Iraq, pues con la salida de sus vecinos de América Central y de los españoles tenía argumentos suficientes para abandonar el frente, apuntó Martínez del Río, quien es profesor de derecho internacional en varias universidades mexicanas.
Antonio Saca, el presidente electo de El Salvador, declaró el miércoles que respalda plenamente la decisión del gobierno de su país de mantener las tropas en Iraq, medida que rechazan con vehemencia diversos sectores políticos, la Iglesia Católica y grupos humanitarios.
Creo que el costo de combatir el terrorismo es lo que estamos viviendo, son las bajas, pero nuestros hijos nos van a agradecer que tomemos todas las medidas para combatir el terrorismo. Vamos a seguir con nuestras tropas, afirmó Saca, quien asumirá la presidencia de su país el 1 de junio.
Según cifras oficiales, en Iraq murieron poco más de 700 soldados de las fuerzas de ocupación.
Washington no quiere dar cifras precisas, pero nosotros calculamos que al menos 150 de los solados muertos en Iraq son de origen latino, apuntó Suárez, quien con su grupo Guerrero Azteca, que además de oponerse a la guerra ofrece grupos de apoyo terapéutico a familias de militares y rechaza el reclutamiento de jóvenes en las fuerzas armadas estadounidenses.
El activista, quien visitó Iraq en diciembre gracias al financiamiento de organizaciones humanitarias, aseguró que en ese país se entrevistó con unos 50 soldados de origen latinoamericano.
Apenas tres me dijeron que estaban en Iraq cumpliendo un trabajo, pero el resto sostuvo que no quieren estar allí, que se sienten utilizados y que también tienen miedo de morir, expresó.
Suárez sostuvo que gran parte de los alrededor de 120.000 efectivos de origen latinoamericano que pertenecen al ejército de Estados Unidos, se enrolaron animados por la oferta de obtener la nacionalidad estadounidense y acceso a créditos y becas de estudio.
El activista relató que, cuando comenzó a demandar el retorno de los soldados de Iraq a través de protestas públicas, lo acompañaban no más de 20 familias que habían perdido o tenían a familiares en Iraq. Hoy somos 1.985 familias y seguimos creciendo, afirmó.
El 14 de este mes, Suárez se plantó frente a la Casa Blanca, la sede del gobierno estadounidense en Washington, junto a un grupo de familiares de soldados caídos en acción y simpatizantes del grupo Military Families Speak Out, para tratar de entrevistarse con Bush y presentar sus demandas.
Pero no pudo hablar con el mandatario estadounidense. El y sus acompañantes, que portaban fotos de sus hijos y unas 700 flores, fueron golpeados y dispersados por la policía.
Seguiremos con la lucha hasta que el cuerpo resista, pues nos mueve el ejemplo de nuestros hijos caídos y el dolor de saber que otros iguales siguen muriendo en esta ocupación ilegal e ilegítima, enfatizó.
Suárez mantiene una estrecha relación con Camilo Mejía, un joven militar estadounidense de origen nicaragüense, quien tras estar en Iraq varios meses se retiró del frente para luego declararse objetor de conciencia y negarse a volver a formar parte de la invasión. Por esa actitud fue detenido y está a la espera de un juicio en una base militar de Estados Unidos.
Mejía, hijo del famoso cantautor nicaragüense identificado con la izquierda Carlos Mejía Godoy, es un valiente al que todos apoyamos, pues levantó la voz para decir lo que piensan muchos soldados estadounidenses, señaló Suárez.
IPS quiso entrevistar a Camilo Mejía, pero sus abogados indicaron que desde marzo, cuando se entregó voluntariamente a sus jefes militares, tiene estrictamente prohibido hablar con los medios de comunicación.