HAITI-EEUU: Powell visita la última ocupación

Aún con las arenas de Afganistán e Iraq en su equipaje, el secretario de Estado Colin Powell examinará este lunes en Haití el resultado de una nueva tarea asumida por el gobierno de Estados Unidos fuera de sus fronteras.

Se trata de una visita de un día para levantar la moral de los 2.000 infantes de marina (marines) estadounidenses que participan en una fuerza multinacional de paz junto con soldados de Francia, Canadá y Chile, y también para apuntalar los supuestos avances hacia la estabilidad del país caribeño.

El gobierno de George W. Bush ayudó hace menos de dos meses a provocar la caída el 29 de febrero del presidente haitiano democráticamente elegido Jean-Bertrand Aristide, hoy exiliado en Jamaica tras dos semanas en República Centroafricana.

Powell visitó por algunas horas en las últimas dos semanas los países ocupados por coaliciones militares encabezadas por Estados Unidos. Primero fue Afganistán, el 17 de marzo, y tres días después, sorpresivamente, Iraq, en el marco de una gira pro Asia y Medio Oriente.

Bajo una superficie de tranquilidad, Haití carece hoy virtualmente de gobierno en funcionamiento, y buena parte de su territorio fuera de la capital está dominado por insurgentes armados y pandillas.

”Todo colapsó”, según Jocelyn McCalla, directora de la Coalición Nacional para los Derechos Haitianos con sede en Nueva York.

”No hay un Estado que funcione, y aun la oposición (política al depuesto presidente) está muy preocupada de que se restableza el orden existente antes de que Aristide fuera elegido por primera vez, en 1990”, sostuvo McCalla.

Haití fue gobernado por los dictadores François (Papa Doc) Duvalier y su hijo Jean-Claude (Baby Doc) entre 1956 y 1986, y por breves e inestables gobiernos hasta 1990.

Funcionarios estadounidenses no se han sentido particularmente satisfechos por el rendimiento del gobierno interino que ayudaron a instalar después de la partida de Aristide de Haití a bordo de un avión especialmente arrendado por Washington.

Y tampoco los hace felices la negativa de los vecinos del Caribe a reconocer las nuevas autoridades, si bien el Departamento de Estado (cancillería) insisten en que el asunto no lo preocupa demasiado.

”El nuevo gobierno de Haití ha logrado muchos avances y nos gustaría que los países de la Caricom (Comunidad del Caribe) fuera parte de eso”, dijo esta semana el portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher.

Encabezada por Jamaica, la Caricom trató durante meses de lograr un acuerdo entre Aristide y sus opositores a instancias de Washington, pero sus líderes han expresado frustración porque Estados Unidos no los consultó sobre la remoción del gobierno haitiano.

La Caricom solicitó a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una investigación formal sobre las circunstancias del vuelo de Aristide a República Centroafricana.

El depuesto presidente asegura que, en realidad, fue obligado por soldados estadounidenses a firmar su renuncia —lo cual la hace inválida— y luego secuestrado.

Washington ha replicado con insistencia en que el líder del partido Lavalas decidió marcharse luego de saber que su seguridad no estaba garantizada, pues insurgentes armados avanzaban sobre Puerto Príncipe luego de semanas de violencia en el interior del país.

A comienzos de esta semana, abogados de Aristide, con la ayuda del Bloque de Congresistas Negros de Estados Unidos, presentaron en París una demanda contra varios funcionarios estadounidenses y franceses que, según el ex líder haitiano, participaron en su caída y en su supuesto secuestro.

Una demanda similar, pero en Estados Unidos, se presentará en las próximas semanas.

Jamaica accedió a darle refugio a Aristide por hasta 10 semanas, una decisión que también causó molestias en Washington, a pesar de que el primer ministro Percival Patterson le exigió a su protegido que no hablara sobre la política haitiana durante su estancia allí.

Funcionarios estadounidenses y sus contrapartes en el gobierno interino también han manifestado preocupación por la proximidad de Aristide, a la que consideran desestabilizante. La consejera de Seguridad Nacional estadounidense, Condoleezza Rice, lo consideró ”una mala idea”.

Todos los estudios de opinión pública coinciden en que Aristide es la figura política más popular de su país, en especial entre los pobres que constituyen la abrumadora mayoría de los ocho millones de habitantes del país.

Fiscales estadounidenses consideran la posibilidad de acusar a Aristide de recibir millones de dólares de origen ilegal durante su periodo en el gobierno, como aseguró públicamente un condenado por narcotráfico recientemente extraditado desde Canadá, según informó el diario The Wall Street Journal el viernes.

La acusación no es nueva, si bien nunca se supo de evidencias concretas que apunten a Aristide.

El primer ministro interino de Haití, Gerard Latortue, designado por un consejo de personalidades respaldado por Estados Unidos, no ha mostrado hasta ahora mayor destreza política.

Empresario y ex funcionario de la ONU, canciller durante un breve periodo en un gobierno militar anterior a la elección de Aristide, Latortue pasó la mayor parte de su vida adulta en Estados Unidos y en otros países extranjeros.

Al principio, Latortue prometió designar un gobierno que representara todos los sectores políticos haitianos, pero finalmente cubrió su gabinete con tecnócratas, algunos de ellos con conexiones internacionales, con la intención de facilitar el flujo de asistencia negada durante muchos años a Aristide.

Más preocupante es, para las organizaciones de derechos humanos, la designación como ministro del Interior del general Herard Abraham, ex jefe del Estado Mayor del ejército disuelto por Aristide en 1995 por violaciones de derechos humanos.

Abraham anunció que está a favor de reconstruir el ejército. El nombramiento de algunos ex colegas suyos como asesores alimenta el temor a que esté en marcha una restauración del orden anterior.

Por otra parte, Latortue no ha hecho gala de buenos modales diplomáticos, a pesar de sus antecedentes.

Así, su decisión de retirar el embajador en Jamaica luego de la llegada de Aristide a ese país sólo sirvió para elevar la ira de los vecinos de la Caricom y elevar las dudas sobre el modo en que cayó el ex presidente.

Tampoco cayó bien su abrazo hace dos semanas con Guy Philippe, el jefe militar de una insurgencia lanzada en enero. La acción de las milicias, integradas por ex soldados del disuelto ejército y ex integrantes de brigadas paramilitares, precipitó la crisis.

Al calificar a los rebeldes de ”combatientes por la libertad”, Latortue enrojeció el rostro de funcionarios del Departamento de Estado y dio origen a molestos editoriales en diarios como The New York Times, The Washington Post y The Los Angeles Times.

Por otra parte, jefes militares de Esados Unidos dejaron sin efecto sus planes iniciales de desarmar a los rebeldes.

”Hay un vedadero vacío de poder en el interior de Haití, y aquellos que tienen armas llenan ese vacío”, dijo Robert Maguire, experto en asuntos haitianos de la universidad estadounidense Trinity College.

Como en Afganistán, sostuvo Maguire, las fuerzas multinacionales de paz mantienen el orden en la capital pero dejan el resto del país a merced de los señores de la guerra.

Muchos ex funcionarios locales del gobierno de Aristide y simpatizantes de su partido Lavalas debieron buscar refugio en Puerto Príncipe, donde, de todos modos, son víctimas de ejecuciones extrajudiciales, según activistas de derechos humanos.

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