Ambición no es lo que falta a los neoconservadores que dirigen la política exterior de Estados Unidos. Necesitamos una reforma del Islam. Y creo que hay esperanzas de lograrla, espetó el secretario adjunto de Defensa Paul Wolfowitz poco antes de la invasión a Iraq, un año atrás.
Recreando semejante propósito un año después, Daniel Pipes, otro exponente de la derechista línea dura y miembro del Middle East Forum (MEF, Foro de Medio Oriente), sostiene que la meta final de la guerra contra el terrorismo debería ser la modernización del Islam. O, como él lo pone, la construcción de la religión.
Según Pipes, esto requiere esfuerzos no sólo en el mundo islámico, geográficamente hablando, sino entre los musulmanes de Occidente, incluyendo a Estados Unidos, donde éstos suelen estar representados, demasiado a menudo para su gusto, por organizaciones islamistas de carácter militante.
Pipes, integrante desde 2003 de la dirección del Instituto Estadounidense para la Paz por decisión del presidente George W. Bush, está buscando fondos para crear una nueva organización, cuyo nombre tentativo sería Instituto para el Progreso Islámico.
Esa organización debería articular un punto de vista moderado, moderno y pro estadounidense en nombre de los musulmanes de este país, y lograr ir cabeza a cabeza con las instituciones islámicas establecidas, reza un pedido de fondos entregado por Pipes a dos fundaciones con sede en Nueva York, al que IPS tuvo acceso.
Mediante una hábil actividad en la prensa y en la política, los defensores de la forma totalitaria y supremacista del Islam -como el Consejo sobre Relaciones Islámico-Estadounidenses (CAIR), la Sociedad Islámica de América del Norte (ISNA) y el Círculo Islámico de América del Norte (ICNA)- se han establecido como portavoces de todos los musulmanes en este país, dice la propuesta de Pipes.
Esta es una situación tensa y con peligros para los musulmanes moderados así como para los no musulmanes, continúa.
El Islam en Estados Unidos debe ser estadounidense o no se integrará. No hay espacio en este país para un islamismo que funcione como una conspiración sediciosa destinada a borrar nuestros valores y civilidad interreligiosa y a dictar la forma en que el Islam debe ser practicado en Estados Unidos, afirma el pedido de fondos de Pipes.
Interrogado acerca de esta propuesta, el experto dijo a IPS: No puedo confirmar nada. El MEF no habla de sus propuestas. No hablamos de proyectos que no han sido anunciados, ni comentamos cuestiones internas con la prensa.
Líderes de las tres organizaciones mencionadas por Pipes rechazan tajantemente su caracterización y subrayan que, como los grupos católicos, protestantes y judíos que promueven los intereses de sus feligresías, no son ni más ni menos radicales o chauvinistas en sus visiones políticas o teológicas.
Somos contrarios al sectarismo, dijo el secretario general de la ISNA, Sayyud M. Syeed. El grupo ha tenido tanto presidentes como vicepresidentes de las ramas sunita y chiita y su actual vicepresidenta es una mujer, sostuvo.
Si tuviéramos una orientación saudita (donde predomina la rama sunita) nunca hubiéramos tenido un presidente chiita o una mujer en tal cargo, dijo Syeed, añadiendo que su grupo participa activamente en muchas sociedades interreligiosas.
El portavoz del CAIR, Ibrahim Hooper, afirmó que su organización intenta representar los puntos de vista de todos los musulmanes estadounidenses.
Además, Hooper señaló una nueva encuesta, sobre opiniones de clérigos y feligreses de la nororiental ciudad de Detroit (con una de las comunidades musulmanas más grandes del país) como ejemplo de la moderación predominante entre los islámicos estadounidenses.
Según el estudio, elaborado por el Instituto para las Políticas Sociales y el Entendimiento, con sede en el nororiental estado de Michigan, sólo ocho por ciento de los creyentes y clérigos de las 33 mezquitas de Detroit se describieron a sí mismos como adherentes del fundamentalismo salafista (de salaf, regreso a los antepasados) una de las ramas más radicales del Islam, que predica una lectura literal del Corán.
El salafismo, al que adhieren varios frentes extremistas del mundo islámico, está vinculado a la corriente sunita del wahabismo (el credo oficial en Arabia Saudita).
Según Pipes y otros neoconservadores, el wahabismo es predicado en 80 por ciento de las mezquitas estadounidenses.
De acuerdo con la encuesta, la inmensa mayoría de clérigos y fieles son votantes activos y respaldan la participación en los procesos políticos nacionales, y en acciones cívicas y educativas con miembros de otras religiones e incluso han participado en actos en escuelas públicas e iglesias para difundir el Islam.
Las mezquitas de Detroit no son aislacionistas, y muy pocos de sus feligreses abrazan la visión wahabi, sostuvo Ihsan Bagby, quien dirigió la encuesta y dicta clases sobre estudios islámicos en la Universidad de Kentucky.
Pero también Pipes enseñó sobre el Islam en varias universidades importantes y ha escrito cuatro libros al respecto. Su notoriedad se produjo después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, atribuidos a terroristas islámicos.
Si bien Pipes ha sostenido que no existe nada inherentemente violento en el Islam, afirma que los musulmanes moderados han sido intimidados por radicales tanto del mundo islámico como de Estados Unidos.
En algunos países mayoritariamente islámicos (como Turquía), los musulmanes han demostrado compromiso en moderar el Islam. Pero las comunidades en Estados Unidos, Canadá y Europa occidental están dominadas por un liderazgo identificado con el wahabismo y otras tendencias radicales, que buscan el predominio del Islam e intimidan a sus críticos, sostiene Pipes en su solicitud de fondos.
Lamentablemente, dentro de Estados Unidos todos los musulmanes son sospechosos, escribió el activista de la causa neoconservadora en un libro en el que insta a las autoridades a ser muy vigilantes con los islámicos empleados por el ejército, la justicia, la policía o la diplomacia.
Pipes es fundador de Campus Watch, un grupo que controla a profesores universitarios de estudios sobre Medio Oriente o el Islam y los expone por presuntas visiones anti-estadounidenses o anti-sionistas.
Este intento, considerado una práctica persecutoria por importantes académicos, se convirtió en la base de un proyecto de ley, a la espera de tratamiento en el Congreso legislativo, que daría poderes inusitados al gobierno para supervisar los programas de estudios regionales de las universidades.
Pipes no ha dudado en criticar al propio Bush por reunirse con líderes del CAIR y el ISNA. En su página personal de Internet, expone lo que considera las agendas ocultas de estas organizaciones. CAIR lo ha calificado como el mayor islamofóbico del país.
Como muchos de quienes comparten sus posiciones políticas, Pipes respalda al gobernante y derechista Partido Likud de Israel, al extremo de oponerse incluso al plan de paz patrocinado por Washington y conocido como hoja de ruta, que prevé un Estado palestino independiente.
Para alentar la moderación, los palestinos necesitan ser derrotados incluso más de lo que Israel necesita derrotarlos, ha escrito.
En sus intentos de crear el Instituto para el Progreso Islámico, Pipes asegura estar trabajando con un grupo de musulmanes anti-islamistas, que no identifica.
Otros parecen estar en el mismo camino. Por ejemplo, Stephen Schwartz, escritor y ex trotskista que asegura haberse convertido al Islam a mediados de los años 90, y Hussein Haqqani, ex funcionario del gobierno paquistaní que ahora integra el Carnegie Endowment for International Peace.
En febrero, ambos revelaron planes para crear un nuevo Instituto para el Progreso Islámico y la Paz, del cual Schwartz se identificó como director ejecutivo. Según una cita en la prensa, el nuevo grupo serviría de plataforma para personas que ven al Islam como una fe íntima y privada, dijo Schwartz.
Ni éste ni Haqqani contestaron las consultas de IPS.
Los actuales líderes musulmanes no se muestran preocupados por una masiva deserción en sus organizaciones.
Hay una gran diferencia entre organizaciones que emergen orgánicamente de una comunidad en respuesta a una demanda colectiva, y aquellas manufacturadas por razones políticas por personas a las que no gustan los consensos de esa comunidad, subrayó Hussein Ibish, del Comité Arabe-Estadounidense contra la Discriminación, también blanco de Pipes.
Que Pipes pretenda crear una organización para representar a la comunidad que lleva una vida difamando es una sorprendente muestra de descaro, añadió.
Es un país libre. Si Pipes y sus amigos creen que lograrán legitimidad en la comunidad islámica, buena suerte. Pero no me quita el sueño, concluyó Hooper, del CAIR.