Tras décadas de analizar la pobreza para buscar formas de combatir la enorme desigualdad social de Brasil, los investigadores vuelven ahora sus ojos a los ricos.
Hay que ”examinar la desigualdad por el otro extremo para conocer su potencial redistributivo”, explicó a IPS Marcelo Medeiros, del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), del Ministerio de Planificación.
Medeiros acaba de terminar dos ”textos para discusión” sobre las fuentes de ingreso y la estructura familiar del sector acaudalado brasileño. Mientras, un grupo de profesores de varias universidades de Sao Paulo divulgó la semana pasada un libro sobre ”Los ricos en Brasil”.
Son los primeros estudios sobre elites económicas, que ”abren nuevos caminos para el debate” sobre las posibilidades de transferir renta de las capas más ricas a los pobres, destacó Medeiros.
Pero su análisis, con base en estadísticas oficiales de 1997 a 1999, parece indicar dificultades para una redistribución. Los datos apuntan que la renta del trabajo responde por tres cuartos de lo que ganan los ricos y que sólo dos por ciento corresponde a intereses, dividendos y otras aplicaciones financieras.
La remuneración del trabajo comprende en este caso, además de salarios, los pagos a profesionales autónomos y los beneficios que empresarios y ejecutivos obtienen directamente de sus empresas, y que pueden confundirse con rentas de capital.
Jubilaciones y pensiones corresponden a 18 por ciento de la renta de los ricos y alquileres a cinco por ciento.
En el sector de los ricos se incluye a quienes ganaban al menos 2.170 reales por mes (equivalentes a 1.140 dólares en el periodo analizado), como ingreso familiar por persona en septiembre de 1999. Es un grupo social que comprende apenas a 0,9 por ciento de la población brasileña de 170 millones de personas.
El IPEA estima que la pobreza afecta a 34 por ciento de la población (unos 60 millones), y que son indigentes 25,5 mllones (15 por ciento del total).
Para el estudio de las universidades paulistas, los prósperos son los que pertenecen a familias cuyo ingreso mensual supera 10.900 reales (5.600 dólares a fines de 2000). Según ese criterio, la población rica creció más del doble en dos décadas, pasando de 507.600 en 1980 a 1,16 millones en 2000, o de 1,8 a 2,4 por ciento del total de habitantes.
La expansión del mercado financiero explica esa multiplicación de los ricos, pues la riqueza ya no se acumula en la producción de bienes, sino en el juego de las finanzas, sostuvo Marcio Pochmann, coordinador del proyecto ”Atlas de la exclusión social”, que forma parte del libro ”Los ricos en Brasil”.
Esto se evidencia por la concentración de la riqueza en Sao Paulo, que perdió gran parte de sus industrias y se convirtió en capital financiera del país, según Pochmann, actual secretario de Trabajo del municipio paulista.
En 1980 vivían en la ciudad 37,8 por ciento de los ricos brasileños, proporción que subió a 58 por ciento en 2000, en desmedro de otras capitales estaduales.
Uno de los factores de esa concentración fue el cierre de las bolsas de valores de Río de Janeiro y de Belo Horizonte, por lo que Sao Paulo pasó a monopolizar el mercado de capitales, observó Pochmann.
Basado en las conclusiones, el funcionario propone una redistribución del ingreso nacional por la vía tributaria, con una carga impositiva mayor sobre los ricos. Pero el Estado brasileño hace lo contrario, gravando más a los pobres, criticó.
Así, la renta de los trabajadores bajó de 45 a 36 por ciento del producto bruto interno (PIB) entre 1992 y 2002, mientras la carga tributaria total creció de 26 a 36 por ciento del PBI, destacó.
Sus conclusiones contrastan con las de Medeiros, en cuyo estudio las ganancias financieras aportan muy poco a las fortunas de los ricos brasileños. Son estudios iniciales, falta detallar los ingresos provenientes del trabajo, y posiblemente las conclusiones ”converjan en el futuro”, matizó el investigador del IPEA.
En los análisis de Medeiros, el factor principal de la desigualdad en Brasil es la enorme diferencia en las remuneraciones del trabajo. En ese rubro, los ricos ganan 14,2 veces más que los no ricos.
Medeiros evaluó también el papel de la estructura familiar en la distribución del ingreso y concluyó que, al contrario de lo que muchos imaginan, ésta no es un factor decisivo, aunque las familias ricas tengan en promedio 2,3 miembros, contra cuatro de las no ricas.
Pochmann también consideró importante estudiar el perfil y las fuentes de ingreso de los acaudalados, para definir políticas públicas que busquen reducir la pobreza y la desigualdad.
En 1960, el 10 por ciento más rico de la población ganaba 34 veces el ingreso del 10 por ciento más pobre. En 1990 la diferencia se elevó a 60 veces, según el libro ”Estadísticas del siglo XX”, publicado el año pasado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas. Y según el actual gobierno, unos 40 millones de habitantes son vulnerables al hambre.
Hasta ahora las investigaciones se concentraron en la pobreza y produjeron algunos ”buenos diagnósticos”, así como la conclusión de que el crecimiento económico no basta para combatir la desigualdad, recordó Medeiros. El crecimiento por sí solo, sin políticas sociales, requeriría demasiado tiempo para reducir la miseria.
Otra conclusión de los análisis sobre la pobreza fue respecto del impacto de los planes de control de la natalidad en el combate a la pobreza.
Estos resultaron ineficientes y muy costosos, además de constituir una fuerte intromisión en la vida de las personas, y tuvieron ”resultados irrelevantes”, sostuvo el investigador. (FIN/2004)
IPEA, en portugués