Miguel González tiene 73 años y sabe que tendrá que trabajar hasta que las fuerzas lo acompañen en su pequeño almacén de venta de víveres en Santiago de Chile, ya que no tiene ninguna posibilidad de acceder a una pensión de vejez.
Don Miguel, como le dicen sus parroquianos, pertenece al gran porcentaje de personas de la tercera edad que según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) no son atendidas por la seguridad social en la región.
”Solo dos de cada cinco personas mayores latinoamericanas reciben ingresos provenientes de la seguridad social en el área urbana, y una de cada cinco en las zonas rurales”, señala el informe elaborado por José Miguel Guzmán, oficial a cargo del área de Población y Desarrollo de Cepal.
”Esto obliga a muchos adultos mayores a seguir trabajando, al contrario de lo que acontece en países desarrollados”, añade el documento de la agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con sede en Santiago de Chile.
”Tendré que trabajar hasta que me muera nomás. No me queda otra (posibilidad)”, admitió Miguel González a IPS, tras señalar que toda su vida se desempeñó como dependiente en locales comerciales sin contratos formales.
”Nunca fui imponente (ahorrante) de una AFP (administradoras privadas de fondos de pensiones). Nunca se me ocurrió. Es que uno no sabía de esas cosas”, comentó el hombre.
”En América Latina y el Caribe la mitad de la población mayor de 60 años no tiene ingresos. Ser viejo es casi sinónimo de ser pobre, ya que la vejez se da en un contexto de mucha pobreza, persistente desigualdad social y baja cobertura de la seguridad social”, según el diagnóstico de Cepal.
La desatención a la tercera edad es un problema serio, tanto en términos de políticas sociales y de salud como también económicos, en una región cuyo perfil demográfico apunta hacia el envejecimiento.
En la actualidad, los adultos mayores suman 41 millones de personas, menos de ocho por ciento en una población regional de casi 550 millones, pero su proporción se triplicará entre los años 2000 y 2050, cuando llegarán a constituir 25 por ciento de los latinoamericanos y caribeños.
”Dentro de 25 años (los miembros de la llamada tercera edad) llegarán a 98 millones y en 2050 ascenderán a 184 millones. Para entonces habrá más ancianos que niños en la región”, precisó el informe de Cepal.
El envejecimiento demográfico de esta zona del mundo se debe al aumento de las expectativas de vida, las menores tasas de fecundidad y a la mayor migración de los jóvenes.
Los gobiernos están conscientes de los desafíos que enfrentarán en este terreno, pero por el momento impera la carencia de iniciativas, ya que menos de dos por ciento de los países latinoamericanos y caribeños incluye en sus programas de salud metas para la población mayor.
Es que en nuestras sociedades predomina una imagen negativa, que asocia la vejez a ”pasividad, enfermedad, deterioro, carga y ruptura social”. Estereotipo preocupante, advierte el informe de Cepal, ya que puede llevar ”a la exclusión (de los ancianos) en tanto grupo”.
Del mismo modo, esta exclusión puede derivar en la ”invisibilidad de la vejez a nivel de políticas públicas, investigación y academia”.
Durante los años 90 aumentó la demanda de empleo de los mayores de 60 años debido a la carencia de pensiones o al bajo monto de éstas, y por la necesidad de aportar a los ingresos familiares, disminuidos por la crisis.
La investigación de Cepal estableció que la inserción laboral de los ancianos se concretó en empleos informales de baja calidad y con salarios inferiores a los que percibía en los mismos trabajos el grupo de 50 a 59 años de edad.
Sonia Blanco, de 63 años, se jubiló hace tres años de su trabajo como bibliotecaria en Chile y percibe una pensión equivalente apenas a unos 160 dólares. La pensión de su esposo, un ex profesor, es también modesta.
”Lo que recibimos no nos alcanza para nada. Si no fuera por la ayuda de nuestros hijos, quizás dónde estaríamos viviendo”, dijo Blanco a IPS.
Entre 40 y 65 por ciento de los adultos mayores viven con sus hijos, de acuerdo a las encuestas SABE (salud, bienestar y envejecimiento) encargadas por la Organización Panamericana de la Salud en varias ciudades latinoamericanas y caribeñas.
Las mayores proporciones de ancianos que continúan viviendo con su grupo familiar se encuentran en la ciudad de México, Santiago de Chile y La Habana, y las menores en Buenos Aires, Montevideo y Bridgetown, la capital de Barbados.
Las encuestas SABE establecieron igualmente que la tendencia predominante en los adultos mayores es a vivir en parejas.
Entre 70 y 85 por ciento de los hombres y entre 55 y 60 por ciento de las mujeres se declararon casados o unidos. La diferencia de porcentajes se debe a la mayor viudez femenina, ya que las mujeres viven más, y a que los hombres tienden a buscar una nueva unión luego de enviudar o separarse.
El porcentaje de adultos mayores que viven completamente solos, sin una pareja o sin sus hijos, es relativamente bajo en América Latina, oscilando entre cinco y 16 por ciento, lo cual es un testimonio más de que no disponen de ingresos suficientes tras una vida entera de trabajo.