Menbere Kifle pensaba reencontrarse con sus dos hijos adolescentes en Etiopía, luego de trabajar sin papeles en Israel por 10 años, ahorrar dinero y adquirir un nuevo pasaporte. En cambio, voló por los aires mientras viajaba en autobús en el centro de Jerusalén.
Sólo varios días después, su cuerpo pudo ser identificado como la undécima víctima de ese atentado suicida palestino ocurrido en enero último, gracias al análisis de ADN de una muestra de sangre que ofreció su hermano Berhanu.
Menbere viajaba cada día en autobús en el horario de mayor actividad hacia su trabajo como limpiadora.
Además de la clase trabajadora, los niños también son desproporcionadamente afectados por los ataques terroristas.
En el último atentado con bomba contra un autobús israelí, el 22 de febrero, madres que minutos atrás habían despedido a sus hijos escolares corrieron hacia el sitio de la explosión.
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Entre ellas estaba Ruth Montellio, madre de dos hijos. ”Liz no contesta el teléfono”, gritaba desesperada mientras intentaba atravesar la barrera policial. Luego supo que su hijo Lior había sufrido heridas leves, mientras que Liz estaba en estado grave y la estaban operando.
Muchas mujeres de Israel también son agentes de violencia como miembros del ejército, que periódicamente realiza incursiones en territorios palestinos, con resultado fatal.
A la vez, las soldados israelíes son blanco de violencia de parte de palestinos. El año pasado, dos de ellas murieron en un ataque contra un asentamiento judío en Gaza.
Del lado palestino, también hay víctimas y victimarias. Menos mujeres palestinas que israelíes son víctimas directas de la violencia, porque aquéllas no suelen participar en las manifestaciones de protesta contra la ocupación ni en los combates contra fuerzas de Israel.
Sin embargo, aunque las mujeres son una pequeña proporción de los palestinos que se inmolan para cometer atentados suicidas, cada vez más los grupos radicales las usan como ”mártires”.
El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) usó una mujer en una misión suicida por primera vez en enero. Reem Rayichi, una mujer de 22 años con dos hijos, se inmoló en el puesto fronterizo de Erez entre Gaza e Israel, matando a cuatro guardias.
Hamas, que por mucho tiempo había considerado ”antiislámico” el uso de mujeres para ese fin, fue duramente criticado por la sociedad palestina. Se cree que el cambio de postura se debió a que las mujeres son menos revisadas por los soldados israelíes, siempre alertas ante eventuales atentados.
La Jihad Islámica, otro grupo extremista palestino, había comenzado a usar mujeres para perpetrar ataque suicidas un año antes. Hasta entonces, sólo la Brigada de Mártires de Al Aqsa, un movimiento radical laico asociado con el partido Fatah del presidente palestino Yasser Arafat, había reclutado mujeres para esas misiones.
La profunda crisis económica en las áreas palestinas como resultado de las restricciones israelíes pone una pesada carga sobre los hombros de las mujeres palestinas, responsables de poner comida en la mesa mientras sus esposos están desempleados o, en algunos casos, en cárceles israelíes. También son numerosas las viudas de la violencia.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la mayoría de los palestinos residentes en los territorios ocupados por Israel ingieren apenas una comida diaria, lo cual eleva la desnutrición en Cisjordania y Gaza a los niveles de Africa subsahariana.
El área está ”al borde de la catástrofe humanitaria”, advirtió el relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, en base a una visita a los territorios el pasado julio y a estadísticas recogidas el último año por agencias de la ONU y de Estados Unidos.
Hasta ahora, sin embargo, no se han registrado muertes por inanición, en parte por la ayuda humanitaria que recibe la población palestina y en parte por la fuerte solidaridad existente entre las familias.
Numerosos niños palestinos han sido víctimas de la violencia, mientras participaban en manifestaciones o simplemente mientras jugaban en la calle y quedaron atrapados en el fuego cruzado.
Abir Al-Masri, de la ciudad de Naplusa, perdió a dos de sus hijos en una semana el pasado enero. Una fría mañana de sábado, Amjad, de 15 años, fue muerto por una bala israelí mientras jugaba en una azotea cerca de su casa. El ejército israelí afirmó que había enfrentamientos en el área, pero testigos lo niegan.
El hermano de Amjad, Iyad, de 17 años, lo vio morir. Una semana después, se inmoló en un fracasado atentado suicida.
Abir culpa a Israel, pero también a la Jihad Islámica por enviar a Iyad a la muerte aun sabiendo que estaba ”en estado de conmoción” por la muerte de su hermano.