Samah recuerda todavía el dolor y la hemorragia provocados por la mutilación genital que sus padres le obligaron a realizarse cuando tenía 10 años. Ahora tiene 20, y ha decidido que jamás haría lo mismo a una hija suya.
La joven tomó la decisión luego de escuchar unas charlas en un centro comunitario de la capital egipcia. Los médicos disertantes realizan una campaña para erradicar esa antigua práctica, mal llamada circuncisión femenina.
Cerca de 120 millones de mujeres africanas fueron mutiladas por esa operación, que consiste en la extirpación total o parcial del clítoris, en general sin anestesia y en pésimas condiciones sanitarias.
En algunas regiones, también se cercenan los labios menores y mayores y se sutura el orificio vaginal, dejando apenas una pequeña apertura para la salida del flujo menstrual. En el primer coito, esa sutura es desgarrada.
La práctica prevalece en países de la cuenca del Nilo como Egipto, donde 97 por ciento de las mujeres casadas de 15 a 49 años fueron mutiladas, según un estudio de 1995.
Las cosas continúan igual hoy, afirmó Afaf Marei, médico del Consejo Nacional de la Infancia y la Maternidad. Se están haciendo muchos esfuerzos contra la mutilación genital femenina y la actitud tiende a cambiar, pero todavía existen muchas presiones y limitaciones sociales, explicó.
La operación se realiza comúnmente a niñas musulmanas y algunas cristianas entre siete y 15 años, en la creencia de que es la única forma de asegurar la castidad o la fidelidad marital de una mujer.
En las zonas rurales, los hombres no se casan con mujeres que no han sido operadas, dijo Marei a IPS. La madre del novio pregunta a la madre de la novia si está circuncidada o no. Si no lo está, es descartada u obligada a someterse a la operación, explicó.
En Egipto, la operación consiste en general en la remoción total o parcial del clítoris, a diferencia de las formas más severas de mutilación, practicada en países como Somalia. En comunidades del sur de Egipto, también se cercenan los labios menores.
El vídeo de la extirpación del clítoris a una adolescente de 14 años por un barbero, con el consentimiento del padre, causó una conmoción mundial cuando fue exhibido en 1994 en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, en el Cairo.
El gobierno egipcio, avergonzado, aprobó en 1996 un decreto que prohíbe la mutilación genital femenina salvo en casos de necesidad médica, una disposición vaga que puede dar lugar a abusos, según los opositores de la práctica.
Pequeñas clínicas privadas continúan realizando la operación en forma ilegal, por el equivalente a unos 15 dólares. Sin embargo, la mayoría de las mutilaciones son realizadas por parteras tradicionales y barberos de la salud, con instrumentos toscos y sin anestesia.
He visto muchas complicaciones de operaciones realizadas por personas no capacitadas, principalmente hemorragia excesiva, dijo el ginecólogo Mohammed Wali a IPS.
Además, muchas mujeres mutiladas padecen fusión labial, quistes y dolor durante el coito. Estos problemas suelen permanecer sin diagnóstico ni tratamiento durante años.
La circuncisión se realiza a niñas y adolescentes, y ellas no procuran atención médica a menos que sangren profusamente, por temor a perder la virginidad, explicó Wali. Una vez casadas, ya no existe ese estigma, entonces vienen a tratarse, agregó.
Muchos líderes religiosos insisten en que la doctrina no exige la mutilación genital femenina. Líderes cristianos condenan la práctica de plano, mientras autoridades islámicas dejan lugar a la interpretación de los textos sagrados.
El Consejo Estatal Supremo de Egipto respaldó la prohibición de la circuncisión femenina de 1996 ante las protestas de clérigos musulmanes conservadores, con el argumento de que ninguna parte del Corán autoriza ese procedimiento, y tampoco hay orientaciones claras en el Hadith (dichos atribuidos al profeta Mahoma).
Pero muchos líderes islámicos defienden la práctica.
La circuncisión femenina es una práctica que dignifica a la mujer. En lugar de prohibirla, se debería educar a la gente para que la realice en un hospital, por un cirujano capacitado, dijo a IPS el jeque Alí Omar el-Farouk, considerado una autoridad en asuntos islámicos.
Los opositores de la mutilación sostienen que esos argumentos ignoran los derechos humanos de las niñas. Según Marei, la práctica es una forma de abuso infantil y prevalece por los valores culturales relacionados con la tendencia islámica conservadora.
Wael Mohammed, de 30 años y padre de dos niñas, opina que las prácticas religiosas son más importantes que cualquier eventual riesgo de salud.
Es nuestra tradición, dijo a IPS. Sin la circuncisión, las mujeres se volverían promiscuas como en Occidente. La exigí para mi esposa y la exigiré para mis hijas, recalcó.
Los riesgos de salud sí son más importantes que la religión para Hanem Samy, de 21 años, que decidió no circuncidar a su hija y ahora enfrenta la presión de su esposo y su padre.
Ellos creen que la práctica es necesaria para mantener la castidad femenina, pero la castidad sólo puede ser determinada por los principios morales y la crianza de las niñas, expresó.
Grupos de derechos humanos que luchan contra la mutilación genital femenina esperan que una aplicación más enérgica de la ley, sumada a una campaña de educación pública y al apoyo comunitario, logre los cambios necesarios.
Gran parte del trabajo se realiza en las aldeas. Uno de esos grupos, el Centro para el Desarrollo y Actividades de Población (CEDPA), utiliza la estrategia de desviación positiva.
La estrategia consiste en identificar individuos dentro de la comunidad que se han desviado de las normas sociales e invitarlos a pronunciarse públicamente contra la práctica, explicó Sarah Goltz, asesora técnica de CEDPA, a IPS.
El grupo capacita a trabajadores sociales y financia programas de movilización comunitaria, educación pública y familiar.
En algunas comunidades, no encontrábamos ninguna 'desviación positiva'. De repente, surgía una y era como una gran explosión. Pero una vez que se rompe el silencio, puede producirse el cambio, confía Goltz. (